Elsa Sánchez de Oesterheld fue una mujer que nos enseñó
mucho: a sobrevivir, a luchar y a volver a sonreír. Nadie puede saber cómo se
sintió el desgarro que le produjo el terrorismo de Estado al llevarse a sus
cuatro hijas, a su compañero, a sus yernos y sus futuros nietos. Nadie. Nadie
puede saber cómo siguió andando la vida con fortaleza, ejemplo, templanza y
militancia. Nadie sabe cómo esa mujer, pequeña de tamaño, fue tan grande contra
todo lo que le hicieron los verdugos. Le arrancaron casi todo y no pudieron
matarla. Elsa sobrevivió a todo eso, pisando imposibles, luchando siempre por
justicia. Elsa siguió siendo la abuela de Martín y Fernando, mientras continuó
la búsqueda de sus otros nietos.
Algo que tal vez también sea difícil de creer es que Elsa
sonreía: a pesar de todo, había vuelto a sonreír. Ella misma nos dijo alguna
vez que los tiempos políticos actuales le habían devuelto la alegría. Por todo,
por mucho, esa sonrisa de Elsa valía doble. Y no sólo hablaba de esa alegría:
la demostraba en la sonrisa y los ojos entrecerrados. Así buscaba a sus nietos:
con convicción y alegría, para recibirlos con la verdad y una sonrisa.
Ninguna despedida alcanza para aliviar el dolor ni para
poner todas las palabras justas como para Elsa ahora. Duele mucho despedir a
una abuela, y más cuando no llegó a conocer a los nietos que buscaba. Duele
decirle hasta siempre, porque en la despedida se va la abuela, la militante, la
madre, la compañera. Hoy se va Elsa y haber estado tan cerca de ese compañero
que inventó en El Eternauta tiempos y viajes que parecían imposibles, tal vez
la lleven a los tiempos y los viajes justos, donde todo sea como lo soñó.
Porque es justo que haya un tiempo después para Elsa: el de lo posible, el del
reencuentro. No sabemos cómo se llega, pero esperamos que esté ahí, con sus
hijas, su compañero y los 30.000.
¡Hasta siempre compañera Elsa, hasta todas las victorias!
H.I.J.O.S. Capital
Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el
Olvido y el Silencio
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