Cuando tenía ocho, a Halina
Borisiuk de Mikitiuk, inmigrante ucraniana, le impidieron hacerlo por
considerar que su familia era comunista.
Ahora, junto a los chicos de una
escuela de la localidad de Dos de Mayo, en Misiones, cumplió su sueño "de
honrar a la Patria que me cobijó".
Alejandro Fabián Spivak
A los 78 años, prometió lealtad a
la Bandera
El sábado fue un día especial
para Halina Borisiuk, viuda de Mikitiuk. A sus 78 años, la comunidad educativa
de la Escuela Provincial 410, de la localidad misionera de Dos de Mayo, le
permitió cumplir su más largo sueño: prometer lealtad a la Bandera.
Bien temprano, junto a los chicos
del Kilómetro 1244 de Ruta Nacional 14, Elena, tal su nombre en español,
cumplió su promesa. “Es una honra para nosotros, y compartir su alegría, un
deber innegable”, dijo entonces la directora, Gladys Prestes.
Cuando la joven Halina tenía
apenas ocho años, en 1945, no pudo hacerlo."Vivíamos en Campo Viera.
Íbamos a la Escuela 105, descalzos, y nos lavábamos los pies para entrar al
aula, una tarea sagrada", recuerda esta inmigrante ucraniana, y agrega:
"Por entonces ayudábamos a papá en el vivero del tabaco y cosechando
verdura de la huerta familiar. Yo vine de Ucrania con tres meses y vivimos
fugazmente en Brasil, luego vinimos a la Argentina; nos encontrábamos en pleno
proceso de ambientación y resultaba emocionante y significativo jurar al
símbolo de la nueva Patria. Pero tres días antes, la directora nos llamó a
cuatro chicos a su escritorio. Nos dijo que no podíamos jurar porque ‘nuestras
familias eran todas comunistas’. Ninguna otra explicación. Y fuimos separados
de las filas de los promesantes. Nos dolió muchísimo."
"Nuestros padres habían
tenido la idea de contratar a un maestro ruso recién llegado a la zona para
repasar idiomas, especialmente lectoescritura, para seguir escribiéndonos con
muchos familiares que habían quedado del otro lado del mar. En uno de los
recreos los chicos discutieron algunas curiosidades del alfabeto, la maestra
paró la oreja y se enteró pasándole el dato a la directora, María Elisa
Fragueiro de Riobó, quien tomó esa drástica determinación de prohibirnos no
sólo la jura sino recitar poesía patriótica y hasta cantar el Himno. Ni pasar a
la Bandera. Lloramos de pena, fue el peor castigo", rememora Halina.
En plena juventud, su familia se
mudó a Picada Pomar, en Dos de Mayo, donde también hay descendientes de
ucranianos, alemanes y japoneses. "Nuestra primera casa fue un ranchito
techado de cáscaras de árboles, me casé y vinieron los primeros hijos. No había
partera, las mujeres del monte nos atendíamos unas a otras, cuidábamos hijos de
quien estaba mal: eso era solidaridad. Todo se hacía juntos: la siembra, las
carpidas, las cosechas, la carneada de chanchos".
Cada Día de la Bandera, le
renacía el dolor de vivir en este país sin poder rendirle tributo. Hoy vive en
la misma chacra donde creció, sin su esposo y un hijo que murieron en un
accidente.
“Fuimos discriminados, un
sinsentido. Pero hoy llené un vacío en mi corazón: puedo ostentar legítimamente
el símbolo de la Patria que me cobijó, donde convivo y comparto mi trabajo de
mujer chacarera, como una mujer sacrificada pero feliz de esta comunidad
llamada Argentina. Desde hoy estaré más tranquila con mi conciencia". «
Fuente:Tiempo Argentino
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