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lunes, 20 de marzo de 2017

Si no existiera la Enmienda Constitucional

Respetar al lector incluye renunciar a la pretensión de instalar falsedades en la opinión pública que solo responden a minorías que se benefician del lucro antisocial

Luis Agüero Wagner-Viernes, 17 de marzo de 2017, 11:20 h (CET)



Una Enmienda constitucional que habilite la reelección presidencial ha generado una verdadera sicosis de ciertos empresarios de la prensa en Paraguay, quienes han pretendido instalar en la opinión pública una serie de falsedades acordes con sus intereses.

El presidente no reelegible les conviene por varios motivos, entre ellos porque les resulta más fácil presionarlo y hacerle claudicar cuando apetecen obtener algún negocio del estado. Al no tener posibilidades de ser reelecto, el presidente pierde sus vínculos con el deseo del pueblo, al cual ya no necesita plegarse para lograr sus objetivos, y facilita la repartija sin necesidad de escuchar opiniones desde abajo. A esas motivaciones, entre otras de segundo orden, obedece una campaña que pretende descalificar el mecanismo democrático de la Enmienda Constitucional.

Precisamente esta semana se cumplen veintidós años de la ratificación por parte de Missisipi de la Enmienda Constitucional que abolió la esclavitud en Estados Unidos.

El 16 de marzo de 1995, el estado de Missisipi ratificó la décimo tercera Enmienda de la Constitución de Estados Unidos, casi ciento treinta años después que fuera aprobada por los treinta y seis estados requeridos, el 18 de diciembre de 1865.

Sin embargo, tuvieron que pasar casi veinte años para que esa ratificación se oficialice, dado que recién en enero del año 2013 se expidió esa ratificación ante la oficina del registro federal.

Si Estados Unidos no hubiera podido enmendar los errores de su Constitución, como lo hizo en veintisiete oportunidades, su realidad hubiera quedado anclada en el pasado y alejada del progreso moral y material.

Si no hubiera existido el mecanismo constitucional de la Enmienda, la esclavitud hubiera seguido siendo legal, algo inimaginable en el mundo que hoy vivimos.

Si no existiera la Enmienda Constitucional, en Estados Unidos las mujeres seguirían excluidas de la política y privadas del derecho a votar para elegir a las autoridades de su país.

Si no existiera la Enmienda Constitucional, no se hubiera podido adecuar a nuevos tiempos y circunstancias el proceso de las elecciones presidenciales, tan diferentes hoy a lo que eran en 1788, ni existirían garantías para que el pueblo elija de manera directa a sus Senadores.

Si no existiera la Enmienda Constitucional, los impuestos de capitación seguirían condicionando el voto de los ciudadanos norteamericanos, y seguiría en duda la legalidad de vender bebidas alcohólicas. Finalmente, si no existiera la Enmienda Constitucional, Estados Unidos jamás hubiera podido abordar a través de la vigésimo segunda Enmienda a su constitución, el problema de la reelección.

Como decimos siempre en esta columna, repitiendo una frase atribuida a Lincoln, no se puede engañar a todos durante todo el tiempo. Los detractores de la Enmienda Constitucional que a la vez son dueños de medios y de la opinión de sus periodistas, deberían considerarlo.


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