Por Mario Wainfeld
Cuesta hablar en serio sobre la denuncia del fiscal Alberto
Nisman. En parte (y sólo en pequeña parte) porque su contenido se desconoce,
aunque se ha filtrado parcial y frondosamente a los medios dominantes. Pero lo
principal, que sí es ostensible, es porque lleva al paroxismo la tendencia de
judicializar la vida política. El contexto es ineludible: la disputa entre una
parte importante del Poder Judicial y la reciente movida del Gobierno en la
Secretaría de Inteligencia (SI). El oficialismo pateó dos avisperos y recoge
las represalias. En el caso de la SI, como apuntó días atrás en este diario el
periodista Horacio Verbitsky, hizo lo debido pero tardíamente.
Judicializar la política no es un invento argentino. Es
habitual en muchos sistemas democráticos. El sociólogo francés Pierre
Rosenvallon la analizó en su libro La contrademocracia. Pero hablemos en
particular de nuestro Sur. Los que judicializan “todo” a veces son ciudadanos,
que se sienten desprotegidos. Esa no es la desviación más habitual y preocupante.
No son gentes de a pie desamparadas quienes más frecuentemente judicializan a
troche y moche. Son dirigentes políticos o factores de poder. Los que pierden
en las urnas (donde prima la regla de la mayoría popular) van al foro para
revertir el veredicto: paralizar o entorpecer la gestión de gobiernos
legítimos.
Una añeja y continua jurisprudencia aconsejaba reducir las
cuestiones judiciables: las decisiones políticas quedaban afuera. Los criterios
fueron variando, se amplió la esfera de competencia judicial.
Un principio general establece que la inconstitucionalidad
de las leyes debe ser resuelta sólo de modo excepcional, la regla es la
presunción de su validez. Por si hace falta: una ley mala o pésima no es, de
por sí, inconstitucional. Las diferencias de criterio o de oportunidad o
ideológicas no bastan para descalificar una norma.
De todas maneras, el control de constitucionalidad es una
facultad del Poder Judicial, un modo de contrapesar a los otros estamentos del
Estado. Pueden dictarse malos fallos (los hay para regalar), pero es el
imperfecto ejercicio de una potestad legal. Como ocurre con los otros poderes:
una cosa es funcionar mal y otra salirse de los marcos legales.
Hasta ahora, a nadie se le había ocurrido que una ley (el
Memorándum de Entendimiento con Irán lo es) pudiera ir más allá de ser
cuestionable o hasta inconstitucional: constituir delito. Es lisa y llanamente
un disparate, sin precedente histórico que pueda respaldarlo.
Nisman atraviesa esa frontera. De momento no se sabe con qué
argumentos, pero pide que se juzgue a funcionarios por el contenido de una ley.
Razones no tiene; él sabrá cuáles son sus motivos. Podrán conocerlos, acaso, en
“la embajada” de la cual es correveidile y a la cual acude para pedir órdenes
según surge de los papeles de Wikileaks, emanados del mismísimo Departamento de
Estado.
Es dable esperar, dada la magnitud del dislate jurídico e
institucional que articula el fiscal, que dirigentes opositores y juristas no
vasallos se pronuncien. El diputado Jorge Yoma lo hizo, argumentando en un
sentido similar al que acá se formula. El se opuso con firmeza a la aprobación
del tratado, pero no banca la absurda interpretación que lanza Nisman.Nisman es fiscal especial de la causa AMIA desde 2005 o sea,
más de una década después del criminal atentado. Han pasado casi diez años más
y el expediente no registró avances significativos.
Como legisladora, la actual presidenta Cristina Fernández de
Kirchner fue una de las políticas que más se interesó y trabajó para que la
investigación avanzara. El nombramiento de Nisman, por el presidente Néstor
Kirchner, tenía el mismo designio. Cuando el kirchnerismo llegó no dio con un
expediente impecable, en avance, ya se había amurallado la impunidad. Esta se
plasma en los primeros días o meses ulteriores al crimen... póngale un par de
años si quiere exagerar.
El memorándum con Irán, se reitera, es discutible. Este
cronista ya escribió considerándolo un paso en falso, que no lograría sus
objetivos. Una limpia mayoría legislativa lo convalidó. Se arguyó su
inconstitucionalidad, a los ojos de este escriba fue una exorbitancia
concederla. Pero forma parte del juego institucional, tanto como el tratado.
Llevar un debate político al área, de por sí estricta, del
delito rompe todas las reglas institucionales sensatas. Sólo se explica (que no
justifica) entendiendo la ecuación funcional y personal de Nisman. Sus aliados
en la SI han sido removidos o están a tiro de serlo. El sector opositor
acérrimo del Poder Judicial, en el que revista, ha dejado de lado todo apego a
la legalidad o respeto por el sistema democrático mismo.
Abundemos en minucias sobre una insensatez. El Código Penal
es una ley, una ley posterior (el tratado) lo deroga. Si había un delito, la
sanción de otra norma, especial, lo dejaría sin efecto. Estamos aceptando
demasiados desvaríos. Vamos por uno más.
Si el tratado es un delito, todos los legisladores que lo
votaron son partícipes necesarios. Sería forzoso procesarlos. Si se extremara
el celo, habría que procesar hasta a los que dieron quórum, aunque hubieran
votado en contra.
Como fuera, hace un largo rato que un conjunto de jueces
enfrenta al Gobierno, sin ningún recato ni acatamiento a las normas. La
limpieza de la SI agrega otro jugador, no muy afecto al fair play, por así
decir.
El juez Ariel Lijo intentó hace poco sobreseer al ex
ministro Carlos Corach en la causa por encubrimiento del atentado a la AMIA. La
cámara lo frenó, por ahora. Ese magistrado tiene a cargo la insólita novedad
jurídica que lanzó Nisman, tras años de no poder probar nada sólido y en plena
feria judicial.
La supuesta urgencia no es jurídica, es política. En el
verano de 2014 la embestida destituyente contra el oficialismo la condujeron
“los mercados”. Su localización geográfica –simbólica– fue “la City”. Ahora le
toca el turno a un grupo de fiscales y jueces desacreditados, desde Comodoro
Py. Habrá que ver si cuela tanto delirio en el conjunto de los magistrados o si
ellos mismos le ponen coto, reconociendo que ciertos colegas han llegado
demasiado lejos.
Publicado FM Universo 94.3 MHz. Edid Medina Ramon Bohle
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