Eran murgueros, como nosotros. Tomaban las calles, compartiendo su alegría, su arte, sus pasiones. Contaban y cantaban sus historias, las de sus barrios, las de su gente. Inspirados en su historia elegimos este día para recuperar con ellos, con sus seres queridos, y con todos los murgueros, lo que es nuestro, lo que ellos también hubieran deseado, reclamado y festejado. Recuperar la alegría que nunca perdimos ni entregamos, pero que los poderosos y opresores de siempre nos han prohibido y castigado. Recuperar nuestros feriados de carnaval, que son del pueblo, y no de quienes nos imponen prohibiciones y silencios.
Entre las prohibiciones y persecuciones, Momo se escondía de
quienes pretendían callarnos, de quienes pretendían y aún pretenden robarnos
nuestra alegría, controlar nuestras vidas. Callar nuestras voces. Pero dentro
de muchos de nosotros, encontró su refugio para resguardarse y volver a salir,
como también en el interior de barrios, villas y conventillos, para que
nuevamente las murgas vayamos recuperando las calles. Su voz estalla en los
barrios azotados con lluvias de fuego en cada esquina. Sus latidos se sienten
en cada bombo y en cada salto.
Hoy en día, las murgas, como muchas otras expresiones artísticas,
están siendo atacadas por quienes buscan reglamentarnos, controlarnos
imponernos lo que tenemos que decir y hacer. Nos prohibieron corsos, ensayos,
fiestas, disfrazando la represión de “quejas por ruidos molestos”. Nos cierran
plazas y centros culturales. Nos quieren quitar las calles. Por eso exigimos
que se nos escuche, que se nos permita expresarnos, que nos se ataque mas a
ninguna murga en ningún municipio, ni se les impida ensayar o realizar corsos,
de la misma manera que exigimos la derogación de la Ley Nacional Nº21329/76,
impuesta por gobierno de facto, que prohibió nuestros feriados de carnaval.
Un 18 de diciembre en Mendoza, Pablo, Gamuza y Cofla eran
atropellados en un festival murguero, por un conductor que no quiso tolerar sus
expresiones, que no valoró sus vidas, un hijo del poder que por como funcionan
las cosas hoy camina impunemente por las calles. Ellos eran y siguen siendo
nosotros. Eran murga, castigados y silenciados, como muchos alrededor del país
que permanentemente sienten el asedio de una dictadura que aún no acaba, de una
fiesta que no termina de regresar, pero que todos estamos seguros de
recuperarla.
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