Todas las voces y músicas de la Patria Grande

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domingo, 8 de noviembre de 2015

La capitana del General Belgrano María Remedios del Valle

La historia cuenta que cada vez que se demandaba el esfuerzo y la entrega de las mujeres que hilaban por los patios y amamantaban a sus hijos en sus ranchitos, ellas acudían dando sus brazos para la gran batalla latinoamericana. En el primer encontronazo bélico de nuestra historia las criollas desparramaron aceite hirviendo y palos sobre las rubias cabezas de los invasores ingleses y los hicieron retroceder.

La Campaña del Norte tuvo a su heroína de coraje y trenzas renegridas acompañando a Manuel Belgrano entre derrotas y triunfos por las llanuras y pedregales. Se llamaba María Remedios del Valle, y fue una de las primeras enfermeras de la historia argentina. Ella acompañó al general Manuel Belgrano en la Campaña del Norte y sus manos cicatrizaron heridas bajo el fragor de los cañones y las hogueras; y sacaron balas del cuerpo de los soldados. Su valentía era tal, que Belgrano sin dudarlo le concede el grado de Capitán y la mantiene a su lado para controlar el estado sanitario de las tropas que lo acompañaban, un honor que nunca le fue reconocido cuando se acalló el tronar de los cañones y las huestes libertadoras volvieron a sus hogares. La "Enfermera", inútilmente exigió la pensión que le correspondía por su grado militar y porque su salud estaba quebrada. Nunca pudo lograrlo.
La vejez, la miseria y la ceguera doblegaron a esta luchadora que mendigaba en las puertas de la Iglesia de la Merced para poder sobrevivir. La legislatura nacional discutió en varias oportunidades si la pensión que solicitaba le correspondía a María Remedios del Valle. Los legisladores nunca pudieron llegar a un acuerdo mayoritario para entregársela. Un olvido vergonzoso.
María Remedios Del Valle: Los argentinos tenemos padre y madre de la Patria
En 1827 habíamos dejado de tener aspiración de independencia. De independencia continental, como la que San Martín y Bolívar tuvieron, como la tenía la gente común, como el Capitán Atanasio Duarte que recordaba haber exclamado “Viva nuestra gloriosa América del Sur” cuando se enteró de los sucesos de mayo del 10, como la tuvieron en cuenta quienes, bajo la influencia de Artigas, redactaron las constituciones de Entre-Rios, Santa Fe y Corrientes, poniendo en igualdad de ciudadanos a “cuantos hubiesen nacido en los ex-dominios españoles”; como la que se había impuesto cuando en 1816 se declaró la independencia de Las Provincias Unidas NO “del Río de la Plata” sino, con vocación de integración, en Tucumán se independizaban LAS PROVINCIAS UNIDAS DE SURAMÉRICA.
Y esto involucraba a TODOS, por eso el acta de la independencia se redactó en castellano, quechua, aymara y guaraní.
Pero en 1827 gobernaba Rivadavia y su visión se reducía a Buenos Aires, su embellecimiento y los negocios que la especulación de la bolsa de Londres inflaba fabulando con nuestras tierras feraces y nuestras minas donde el oro se barría con la escoba.
Buenos Aires se fascinaba con esos proyectos rosados de prestigio y riqueza, soñando con un futuro europeo. Pero no todo Buenos Aires.
Ambulaba una negra pidiendo limosna en las iglesias. Una negra ya vieja, con cicatrices visibles y que desvariaba un poco. Se hacía llamar “La Capitana” y decía que sus heridas, de balas, de lanzas y hasta de azotes las había recibido “cuando de verdad se peleaba por la Patria”.
Una tarde, el General Viamonte, héroe de la independencia, que había peleado junto a Belgrano en la campaña del alto Perú se la encuentra; se dice en los arcos de la vieja recova. Pese a ser ya vieja, más vieja por sufrimientos que por edad, Viamonte creyó reconocerla y le pregunta su nombre.
“María Remedios del Valle” le responde la andrajosa negra.
¡PERO SI ES LA MADRE DE LA PATRIA!, exclama asombrado.
Aquella “Loca”, para los que comían todos los días y dormían en una casa, aquella negra andrajosa a la que con unas pequeñas monedas se la podía borrar y continuar por el camino blanco de la virtud ciudadana tenía méritos suficientes para ser llamada “La Madre de la Patria” y compartir unas décadas después la paternidad de José de San Martín, al que con más suerte se lo llamó “El padre”.
Se sabe que en 1807 actuó en la defensa de Buenos Aires contra los invasores ingleses como auxiliar en el cuerpo de Andaluces.
Luego se incorporó, junto a su familia, esposo y dos hijos que allí quedaron para siempre, al ejército que el mando de Belgrano fue al Alto Perú.
Allí sufrió derrotas, tuvo una heroica actuación en Ayohuma, donde combatió fusil en mano y fue herida, cayó prisionera; estuvo en el éxodo jujeño y cuando el ejército de Belgrano esperó al enemigo en Tucumán, pidió estar en primera línea para atender a los heridos. Belgrano no se lo permitió pero ella se filtró y estuvo donde quiso. Desde ese momento los soldados comenzaron a llamarla “La Madre de la Patria” y Belgrano la nombró Capitana.
Viamonte pidió que se le reconocieran los servicios, cosa que finalmente se hizo pero nunca recibió los auxilios económicos que tan notoriamente necesitara.
Se sabe que Rosas la vuelve a incorporar al ejército y su muerte se pierde en el anonimato de la pobreza.
Olvidada por la historia oficial, tal vez por su doble calidad de mujer y negra, por estos días, cuando se habla de tantas mujeres heroicas en todo el mundo, bien vale rescatar del ostracismo a esta mujer a quien los soldados de Belgrano bautizaran como “La Madre de la Patria”.

FM Universo 94.3 Ciudad de Corrientes -Edid Medina Ramon Bohle


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