La historia cuenta que cada vez
que se demandaba el esfuerzo y la entrega de las mujeres que hilaban por los
patios y amamantaban a sus hijos en sus ranchitos, ellas acudían dando sus
brazos para la gran batalla latinoamericana. En el primer encontronazo bélico
de nuestra historia las criollas desparramaron aceite hirviendo y palos sobre
las rubias cabezas de los invasores ingleses y los hicieron retroceder.
La Campaña del Norte tuvo a su
heroína de coraje y trenzas renegridas acompañando a Manuel Belgrano entre
derrotas y triunfos por las llanuras y pedregales. Se llamaba María Remedios
del Valle, y fue una de las primeras enfermeras de la historia argentina. Ella
acompañó al general Manuel Belgrano en la Campaña del Norte y sus manos
cicatrizaron heridas bajo el fragor de los cañones y las hogueras; y sacaron
balas del cuerpo de los soldados. Su valentía era tal, que Belgrano sin dudarlo
le concede el grado de Capitán y la mantiene a su lado para controlar el estado
sanitario de las tropas que lo acompañaban, un honor que nunca le fue
reconocido cuando se acalló el tronar de los cañones y las huestes libertadoras
volvieron a sus hogares. La "Enfermera", inútilmente exigió la
pensión que le correspondía por su grado militar y porque su salud estaba
quebrada. Nunca pudo lograrlo.
La vejez, la miseria y la ceguera
doblegaron a esta luchadora que mendigaba en las puertas de la Iglesia de la
Merced para poder sobrevivir. La legislatura nacional discutió en varias
oportunidades si la pensión que solicitaba le correspondía a María Remedios del
Valle. Los legisladores nunca pudieron llegar a un acuerdo mayoritario para
entregársela. Un olvido vergonzoso.
María Remedios Del Valle: Los argentinos tenemos padre y madre de la
Patria
En 1827 habíamos dejado de tener
aspiración de independencia. De independencia continental, como la que San
Martín y Bolívar tuvieron, como la tenía la gente común, como el Capitán
Atanasio Duarte que recordaba haber exclamado “Viva nuestra gloriosa América
del Sur” cuando se enteró de los sucesos de mayo del 10, como la tuvieron en
cuenta quienes, bajo la influencia de Artigas, redactaron las constituciones de
Entre-Rios, Santa Fe y Corrientes, poniendo en igualdad de ciudadanos a
“cuantos hubiesen nacido en los ex-dominios españoles”; como la que se había
impuesto cuando en 1816 se declaró la independencia de Las Provincias Unidas NO
“del Río de la Plata” sino, con vocación de integración, en Tucumán se
independizaban LAS PROVINCIAS UNIDAS DE SURAMÉRICA.
Y esto involucraba a TODOS, por eso
el acta de la independencia se redactó en castellano, quechua, aymara y
guaraní.
Pero en 1827 gobernaba Rivadavia y
su visión se reducía a Buenos Aires, su embellecimiento y los negocios que la
especulación de la bolsa de Londres inflaba fabulando con nuestras tierras
feraces y nuestras minas donde el oro se barría con la escoba.
Buenos Aires se fascinaba con esos
proyectos rosados de prestigio y riqueza, soñando con un futuro europeo. Pero no
todo Buenos Aires.
Ambulaba una negra pidiendo limosna
en las iglesias. Una negra ya vieja, con cicatrices visibles y que desvariaba
un poco. Se hacía llamar “La Capitana” y decía que sus heridas, de balas, de
lanzas y hasta de azotes las había recibido “cuando de verdad se peleaba por la
Patria”.
Una tarde, el General Viamonte,
héroe de la independencia, que había peleado junto a Belgrano en la campaña del
alto Perú se la encuentra; se dice en los arcos de la vieja recova. Pese a ser
ya vieja, más vieja por sufrimientos que por edad, Viamonte creyó reconocerla y
le pregunta su nombre.
“María Remedios del Valle” le
responde la andrajosa negra.
¡PERO SI ES LA MADRE DE LA PATRIA!,
exclama asombrado.
Aquella “Loca”, para los que comían
todos los días y dormían en una casa, aquella negra andrajosa a la que con unas
pequeñas monedas se la podía borrar y continuar por el camino blanco de la
virtud ciudadana tenía méritos suficientes para ser llamada “La Madre de la
Patria” y compartir unas décadas después la paternidad de José de San Martín,
al que con más suerte se lo llamó “El padre”.
Se sabe que en 1807 actuó en la
defensa de Buenos Aires contra los invasores ingleses como auxiliar en el
cuerpo de Andaluces.
Luego se incorporó, junto a su
familia, esposo y dos hijos que allí quedaron para siempre, al ejército que el
mando de Belgrano fue al Alto Perú.
Allí sufrió derrotas, tuvo una
heroica actuación en Ayohuma, donde combatió fusil en mano y fue herida, cayó
prisionera; estuvo en el éxodo jujeño y cuando el ejército de Belgrano esperó
al enemigo en Tucumán, pidió estar en primera línea para atender a los heridos.
Belgrano no se lo permitió pero ella se filtró y estuvo donde quiso. Desde ese
momento los soldados comenzaron a llamarla “La Madre de la Patria” y Belgrano
la nombró Capitana.
Viamonte pidió que se le
reconocieran los servicios, cosa que finalmente se hizo pero nunca recibió los
auxilios económicos que tan notoriamente necesitara.
Se sabe que Rosas la vuelve a
incorporar al ejército y su muerte se pierde en el anonimato de la pobreza.
Olvidada por la historia oficial,
tal vez por su doble calidad de mujer y negra, por estos días, cuando se habla
de tantas mujeres heroicas en todo el mundo, bien vale rescatar del ostracismo
a esta mujer a quien los soldados de Belgrano bautizaran como “La Madre de la
Patria”.
FM Universo 94.3 Ciudad de Corrientes -Edid Medina Ramon Bohle
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