El grupo de Curas en la opción por los pobres pidió que para
las elecciones “escuche propuestas y no sloganes pegadizos y agradables, pero
vacíos de contenido”. “Los cristianos no podemos votar proyectos basados en el
liberalismo económico”, expresaron.
No obstante, agregaron las asignaturas pendientes en la
coyuntura actual y, al respecto, señalaron a la inflación y a la mejora en la
distribución de la renta y de la movilidad social.
“En política se eligen `proyectos´, es decir, propuestas del
país que queremos, y los medios para lograrlo. Como grupo de curas, no
imaginamos ni queremos un proyecto que no pretenda ser cada vez más inclusivo,
en el que los pobres sean no solamente destinatarios de buenas políticas sino
verdaderos protagonistas”, indicaron, en uno de los párrafos.
En igual camino argumentativo, los sacerdotes de la iglesia
católica nucleados en este movimiento explicaron que en un “proyecto se tiene
en cuenta de dónde se viene, en dónde se está y hacia dónde se quiere ir”.
A continuación se reproduce textual el comunicado de los
Curas en opción por los pobres:
En nuestro pasado encuentro nacional de curas, en agosto,
hicimos llegar a la sociedad un mensaje con motivo de los 30 años de
democracia. Celebrando una nueva jornada electoral el próximo 27 de octubre,
quisiéramos invitar –en ese mismo marco- a nuestras hermanas y hermanos
argentinos a reflexionar juntos:
En política se eligen “proyectos”, es decir, propuestas del
país que queremos, y los medios para lograrlo. Como grupo de curas, no
imaginamos ni queremos un proyecto que no pretenda ser cada vez más inclusivo,
en el que los pobres sean no solamente destinatarios de buenas políticas sino
verdaderos protagonistas. En un “proyecto” se tiene en cuenta de dónde venimos, dónde
estamos y hacia dónde queremos ir. Invitamos a todas y todos a recordar las
consecuencias funestas del neoliberalismo de los 90, continuación de lo
empezado en la dictadura cívico-militar, y alertamos ante los intentos visibles
o encubiertos que pretenden que volvamos a esa “noche oscura”. No hace falta
demasiada memoria para recordar cómo ese proyecto hundió el país y provocó
hambre, desocupación, injusticia, desigualdades y muerte.
Reconocemos muchos logros en nuestro momento presente, como
la recuperación de la producción y el empleo, el mejoramiento de los
principales indicadores sociales; la discusión del salario en paritarias; la
Asignación Universal por Hijo y madres embarazadas; el plan Conectar Igualdad y
el plan ProCreAr; una más justa movilidad jubilatoria, y la recuperación de la
jubilación solidaria; el lugar dado a la Educación y la importancia que las
escuelas primarias y secundarias tienen a lo largo y ancho del país: en 10 años
se sextuplicó el presupuesto educativo y se crearon nueve universidades
públicas y el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva; la
mayor presencia del Estado en inversiones para beneficio público y control de
la actividad privada o en la re-estatización de algunos servicios, ya que las
empresas deben servir a un proyecto de país y no a los arbitrios del capital.
Sabemos que falta mucho todavía. Observamos limitaciones en
lo referido a la desvalorización del poder adquisitivo del salario afectado por
la inflación y la necesidad de una más justa distribución de la renta y la
movilidad social ascendente que siga disminuyendo los niveles de pobreza; la
incidencia negativa del empleo no registrado, aun cuando se ha reducido
significativamente desde fines de 2003; el acceso a la vivienda y la tierra
como derechos constitucionales por encima de las imposiciones del mercado.
Como creyentes cristianos que somos no podemos olvidar la
Doctrina Social de la Iglesia a la hora de decidir un voto. Y en estos valores podemos coincidir también
con muchos no cristianos o no creyentes de nuestra patria. No podemos pensar en
votar proyectos basados en la autodenominada ortodoxia económica del libre
mercado. El proyecto económico liberal se opone a la mirada cristiana, ya que
la libre competencia y la acumulación de lucro se convierten en absolutos en
pos de los cuales “se sacrifica todo, acentuando la desigualdad y la
marginación de las grandes mayorías” (Puebla 194). Un proyecto inclusivo no consiste en dar
migajas a los pobres, porque “no se trata sólo de dar lo superfluo a quien está
necesitado, sino de ayudar a pueblos enteros -que están excluidos o marginados-
a que entren en el círculo del desarrollo económico y humano; esto será posible
no sólo utilizando lo superfluo que nuestro mundo produce en abundancia, sino
cambiando sobre todo los estilos de vida, los modelos de producción y de
consumo, las estructuras consolidadas de poder que rigen hoy la sociedad”
(Centesimus Annus 58). El papa Francisco ha señalado también que “la adoración
del antiguo becerro de oro ha encontrado una versión nueva y despiadada en el
fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y un
objetivo verdaderamente humano” (Discurso a los embajadores de Kirguistán,
Antigua y Barbuda, Luxemburgo y Botswana, 16/5/2013).
Sabemos que en una campaña electoral muchos candidatos y
candidatas intentan convencer al público que resolverán todos los problemas
(apoyados por asesores de imagen venidos del ámbito del marketing publicitario
que venden tanto electrodomésticos como personas), pero son en realidad globos
inflados sin sustancia o sin proyecto visible y público. Invitamos a nuestros
hermanos y hermanas a escuchar propuestas y no slogans pegadizos y agradables a
los oídos pero vacíos de contenido como cuando se habla livianamente de la
“inseguridad” o de “la plata de los jubilados”. Recordando que estas elecciones
definen cargos legislativos y no ejecutivos, alentamos a los candidatos a
expresar a la sociedad sus ideales, sus proyectos y el modelo de país que
defienden. Debemos exigir como ciudadanos que los candidatos propuestos digan
clara y explícitamente qué van a hacer, cómo lo van a hacer, y con qué
recursos, y que –escuchando atentamente- sepamos elegir la propuesta que según
nuestro criterio, mejor defienda a los pobres. Si bien es cierto que la
corrupción y la deshonestidad pueden opacar las buenas ideas e incluso
frustrarlas y se debe trabajar para erradicarlas, tampoco podemos caer en la
tentación -inducida por muchos- de desestimar el decisivo valor de la política
como herramienta necesaria para construir futuro. Si se imponen conceptos con
cierto fundamento en la realidad pero superficiales) tales como “los políticos
son todos corruptos”, estaremos abonando el terreno para las ideas
autoritarias, economicistas, antipopulares y antidemocráticas.
Deseamos fervientemente una jornada electoral desarrollada
como fiesta democrática, en armonía y en paz, sin menospreciar la enorme
alegría de vivir en libertad para expresar nuestras ideas y convicciones
políticas a través del voto.
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