Todas las voces y músicas de la Patria Grande

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martes, 26 de diciembre de 2017

El almanaque


Por José Pablo Feinmann


Imagen: Bernardino Avila
El gobierno Macri expresa –desde la derecha– esa construcción que Gramsci llamó bloque histórico, que se asume también como bloque hegemónico. El empresariado, las fuerzas de represión, la clase media, sectores de la clase baja, los medios de comunicación, la clase alta en su totalidad y la justicia en su forma político corporativa componen el bloque hegemónico del macrismo. “¿Y si funciona?”se preguntó Le Monde Diplomatique en su último número. Es la pregunta de la rendición del progresismo cultural medio ante la hegemonía instalada. Cuya fuerza lleva a sectores habituados a ubicarse en la centroizquierda a dejarse seducir por el bloque gobernante. Si la pregunta sobre si esto funciona se formula es porque ya se cree que esto es lo único que puede funcionar. Que se está dispuesto a dejarlo funcionar,  que sus actos pasen, sus leyes, su estilo. O sentarse en la vereda y observar el ejercicio gubernamental de una fuerza que ha ganado unas elecciones que han deslumbrado a muchos.

En cuanto a la represión –que se ha cobrado ya dos vidas– no debería sorprender. El macrismo no compró sin proyecto los más de dos mil millones gastados en armas. Un gendarme y un marine norteamericano no se ven demasiado distintos. El gendarme nacional tiene una figura tan temible como el marine que combate en Irak. La potencia del aparato represivo y la decisión de utilizarla es algo nuevo en la democracia, algo que los globos de la alegría no permitían adivinar, ni siquiera sospechar.


Lo demás no es nuevo. No hay que caer en la tentación de ver en el macrismo lo nuevo, lo actual o la política del siglo XXI. Precisando, lo nuevo no viene con el almanaque. Algunos se están apresurando en enterrar al siglo XX. Falso, nada termina tan rápidamente en la historia. Una verdadera superación del siglo XX implicaría retener muchas modalidades suyas para que la categoría “siglo XXI” no carezca de contenido. Hay una tendencia al seguidismo: seamos posmodernos del nuevo siglo, la vanguardia son los globos, el color amarillo, la alegría, el baile presidencial y esta policía tan desbordante de juguetes mortales. Así, se pueden llamar viejos pensamientos políticos y culturales como los de la izquierda, el nacionalismo o la izquierda popular.

Perón, en el ‘45, acumuló poder por la incapacidad de las fuerzas políticas ante el nuevo sujeto histórico: los migrantes internos. Hay una huelga en el sindicato de la carne. Nadie la respalda. Ni siquiera los comunistas. Que, por medio del dirigente José Peter, piden a los obreros que recién hagan huelga después del triunfo de la Unión Soviética contra el nazismo. Hasta entonces la carne será necesaria para los heroicos soldados. Perón, desde la Secretaría de Trabajo, dinamiza la huelga: adelante, muchachos, si hay que parar se para. Y así se gana el sindicato de la carne.

Temer, en Brasil, no quiere deslizarse a la demagogia y el populismo. Prefiere ser antipopular: si nadie lo quiere no tendrá que dictar medidas populares. Un razonamiento notable. El Príncipe deberá ser temido y no amado. La ley de Macri contra los jubilados requiere esta conceptualización pero de modo inverso. Tantos votos sacó Macri que se puede permitir medidas antipopulares.

La violencia es la antítesis de la movilización popular. Sin duda las recientes habrán sido infiltradas por agentes policiales expertos en reprimir motines, pero hay grupos políticos que siguen creyendo en la famosa partera de la historia. Les hacen un daño a los genuinos manifestantes. Le dan material abundante a los medios que grabarán el “desorden” para pasarlo en las redes infinitas y en la televisión.


El macrismo tiene una red mediática poderosa, y ése es su gran respaldo. Hay una cotidiana colonización de las subjetividades. Contra eso, el sujeto democrático debe contener la respiración, pensar la política y luchar por la autonomía de su conciencia. Hay que ir en busca de la autenticidad existencial, no vivir bajo el “señorío de los otros” y ser un sujeto libre que con otros debe crear un espacio –por escueto que sea–– de libertad. Ya irá creciendo.

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