Argentina volvió a perder una final, como un año atrás en el
Mundial de Brasil a manos de Alemania, pero esta noche en Copa América y ante
un Chile que nunca la había ganado, después de empatar 0 a 0 en los 90 minutos
regulares y el alargue, para caer por 4-1 en definición desde el punto del
penal.
Copa América 2015La idea de juego de Gerardo Martino quedó
expuesta durante el primer tiempo solamente en el parado inicial, que se
prolongó, con escasísimos momentos de intermitencia, durante los 45 minutos en
que la movilidad de los tres de arriba no existió y Javier Pastore se dejó
devorar por la marca al no encontrar espacios detrás de los volantes chilenos.
Lionel Messi bien abierto por derecha y Angel Di María por
izquierda, siempre sucumbieron ante la presión de la doble marca que ejercían
por los costados los dirigidos por el argentino Jorge Sampaoli, por lo que
Sergio Agüero no tuvo “ni una” de las que le pide Martino a la hora de ejercer
su rol de “nueve”.
Dentro de esos parámetros, Chile fue por momentos superior,
sobre todo porque ejerció una transición rápida en el medio para posicionarse
rápido en ataque, aunque una vez allí no encontró respuesta en Alexis Sánchez
ni en Eduardo Vargas, muy separados entre sí.
De esta manera, las dos postura futbolísticas de los hijos
futbolísticos de Marcelo Bielsa no lograron prevalecer una por sobre la otra y
la opacidad fue el tono del juego.
Los dos entregaban todo en la recuperación, pero era en lo
único en lo que se parecían, sobre todo cuando esta era alta. Pero después, ni
la verticalidad chilena ni la posesión argentina podían hacerse fuertes como
para mandar en el desarrollo.
Y para colmo de Argentina, superada la media hora se fue
lesionado Di María con una contractura en la parte posterior del muslo derecho
luego de un slalom desde el área argentina que terminó de la peor manera para
él en tres cuartos de campo.
Pero Martino no modificó nada en la contingencia, ya que
mandó a Ezequiel Lavezzi para establecerse bien abierto por izquierda y
mantener así la propuesta del 4-2-1-3 que es ya su marca registrada.
La situación no varió en el período final, donde las ráfagas
de dominio de uno y otro fueron tan breves como el fútbol que aportaban a tanta
expectativa depositada en dos equipos cuyas propuestas empiezan y terminan
siempre en el arco de enfrente.
Ni las dos intervenciones de Claudio Bravo y la misma
cantidad de Sergio Romero durante el primer tiempo siquiera se repitieron en el
segundo, donde los dos vieron como sus hombres clave lucían apagados y sin la
gravitación que sus equipos necesitaban.
No aparecía Messi, tampoco Pastore, ni mucho menos Aguero.
Por eso el “Tata” decidió el relevo de estos dos últimos para que ingresaran
Gonzalo Higuain y Ever Banega, prescindiendo otra vez de la presencia de Carlos
Tevez.
Lo mismo le sucedía a Chile con Arturo Vidal, Alexis Sánchez
y David Pizarro, al punto que este último también fue desplazado para dejarle
lugar al mendocino Matías Fernández.
El partido se volvió entonces de “gol gana”, porque las
oportunidades de convertir nunca aparecieron en ese segundo tiempo típico de
una final tensionante, pero atípico para dos equipos que juegan bien al fútbol.
Claro que dentro de ese juego de ases Argentina tenía en el
mazo al ganador, ese que puede aparecer en el momento menos pensado para
quedarse con todo el pozo, y eso sucedió cuando el partido se moría en el
alargue.
Se encendió Messi con la jugada que esperaban todos los
argentinos, dejó dos rivales por el camino y habilitó hacia la izquierda a
Lavezzi, quien tocó al medio para la entrada vacía de Higuaín, pero el “Pipita”
falló en el último toque bajo el arco, como si uj sino trágico lo persiguiera
desde el Mundial de Brasil, y se acabó el partido.
Ver a toda la defensa argentina y Javier Mascherano tirados
de bruces sobre el césped por esa oportunidad perdida fue la viva imagen del
desconsuelo. Es que ni tuvo tiempo Chile de sacar desde el arco. Si hubiera
entrado era gol y título, sin más vueltas. Pero no sucedió y hubo alargue
nomás.
Y como para prolongar la agonía de un encuentro
inquebrantable salvo error u omisión, cuando tampoco le quedaba nada al primer
tiempo de la prolongación se equivocó Javier Mascherano “por primera vez en
años” y Alexis Sánchez tuvo la gran oportunidad, pero por apurado la
desperdició rematando alto.
El cuarto de hora final fue el sello del pasaporte a los
penales, pero contra lo imaginado, allí si los dos demostraron las convicciones
de sus propuestas, y canalizaron el miedo a perder buscando ganar.
Por eso hubo aproximaciones, es cierto que no mucho más que
eso, pero al menos fue más que lo acontecido durante casi toda la hora
anterior, aunque por supuesto no fue suficiente para evitar que se consumara la
definición en la agonía de los penales.
Y así fue para Argentina, un padecimiento que lo dejó otra
vez con las manos vacías, como en Brasil, como antes en la Copa América de
Argentina, o más atrás aún en Sudáfrica. Dos finales perdidas en un año duelen
mucho, y más si el rival nunca fue superior.
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