¿Por qué se hizo la Revolución mexicana?, según Emiliano Zapata
En un manifiesto el general
Zapata explica por qué se levantaron en armas indígenas y campesinos del sur
para obtener la tierra y la libertad.
“Sobre la unión de todos los
revolucionarios, militares o civiles (siempre que unos y otros sean honrados),
sobre el cordial acercamiento de todas las voluntades, sobre el mutuo y libre
acuerdo de todas las inteligencias, debemos basar el triunfo de nuestros
ideales y la reconstrucción de la patria mexicana”.Estrechamente unidos por el
ideal común y por la necesidad de conservar incólumes los principios,
amenazados de muerte por la tiranía de Carranza, no menos que por las
acechanzas e intrigas de la reacción; creemos que el primero y más alto de
nuestros deberes es corresponder a la confianza que el pueblo mexicano ha
depositado en nosotros, al encomendar a nuestras armas la defensa de sus
libertades y el logro efectivo de sus reivindicaciones. Ha llegado, por lo
mismo, el momento de formular ante él nuestra profesión de fe, clara y precisa,
y de hacer franca manifestación de nuestros anhelos y de nuestros propósitos.
¿A dónde va la revolución? ¿Qué se proponen los hijos del pueblo
levantados en armas?
La revolución se propone: redimir
a la raza indígena, devolviéndoles sus tierras, y por lo mismo, su libertad;
conseguir que el trabajador de los campos, el actual esclavo de las haciendas,
se convierta en hombre libre y dueño de su destino, por medio de la pequeña
propiedad; mejorar la condición económica, intelectual y moral del obrero de
las ciudades, protegiéndolo contra la opresión del capitalista; abolir la
dictadura y conquistar amplias y efectivas libertades políticas para el pueblo
mexicano.Tal es en esencia el programa de la revolución pero para desarrollarlo,
para fijar puntos de detalle, para obtener la solución adecuada a cada problema
y para no olvidar las condiciones especiales de ciertas comarcas o las
peculiares necesidades de determinados grupos de habitantes, es preciso contar
con el acuerdo de todos los revolucionarios del país y conocer la opinión de cada
uno de ellos.En cada región del país se hacen sentir necesidades especiales y
para cada una de ellas hay y debe haber soluciones adaptables a las condiciones
propias del medio. Por eso no intentamos el absurdo de imponer un criterio fijo
y uniforme, sino que al pretender la mejoría de condición para el indio y para
el proletario –aspiración suprema de la revolución–, queremos que los jefes que
representen los diversos Estados o comarcas de la República, se hagan
intérpretes de los deseos, de las necesidades y de las aspiraciones de la
colectividad respectiva, y de esta suerte, mediante una mutua y fraternal
comunicación de ideas, se elabore el programa de la revolución, en el que estén
condensados los anhelos de todos, previstas y satisfechas las necesidades
locales y sentado sólidamente el cimiento para la reconstrucción de nuestra
nacionalidad.A la inversa de Carranza, que ha impuesto su arbitrariedad y su
personalidad mezquina sobre la conciencia revolucionaria, nosotros pretendemos
que ésta sea la que haga valer, la que impere, la que regule y domine los
destinos de la patria ante la cual desaparezcan las pequeñas ambiciones y los
bastardos intereses.Y para evitar que una nueva facción exclusivista o nuevos
personajes absorbentes ejerzan preponderancia o influencia excesiva sobre el
resto de la revolución, hemos acordado adoptar el siguiente procedimiento, de
aplicación fácil y sencilla: al ocupar las fuerzas revolucionarias la capital de
la República se celebrará una junta a la que concurrirán los jefes
revolucionarios de todo el país, sin distinción de facciones o banderías. En
esa junta se cambiarán impresiones, harán valer su opinión todos los
revolucionarios, y cada cual manifestará cuáles son sus especiales
aspiraciones, y cuáles las necesidades propias en la región en que opere.En esa
junta, por lo tanto, se dejará oír la voz nacional, la voz del pueblo
representado de pronto por sus hijos levantados en armas; en tanto que establecido
el gobierno provisional revolucionario, puede el Congreso de la Unión, como
órgano auténtico y genuino de la voluntad general, resolver concienzudamente
los problemas nacionales.
Los jefes que asistan a la junta,
expresarán los puntos o principios que cada cual quiera ver convertidos en
leyes o elevados al rango de preceptos constitucionales, una vez constituido el
gobierno emanado de la revolución. Allí también, por acuerdo de todos (y no por
la voluntad de un solo hombre o de un solo grupo, como ha pretendido el
carrancismo), se formará el gobierno provisional, compuesto de hombres
conscientes y honrados que satisfagan las aspiraciones revolucionarias, y al
frente de los cuales deberá funcionar como jefe de Estado, un civil, designado
y apoyado sinceramente por todos los elementos militares.Reforma agraria,
reivindicaciones obreras, purificación y mejoramiento de la administración de
justicia, constitución de las libertades municipales, implantación del
parlamentarismo como sistema salvador del gobierno, abolición del caudillaje en
todas sus formas, perfeccionamiento de los diversos ramos de la legislación
para que responda a las necesidades de la época y a las exigencias crecientes
del proletariado de la ciudad y del campo; todo esto seriamente meditado, y
discutido amplia y libremente por todos, formará la médula y el alma del
programa revolucionario, la base y el punto de partida para la reconstrucción
nacional.A esta obra de patriotismo y de concordia, de fraternidad y de
progreso, sólo los ambiciosos podrán eximirse de colaborar, sólo podrán negarse
los que pretendan imponer su voluntad sobre la de los demás, los que quieran
valerse de la revolución para satisfacer miras personales, o para realizar
propósitos de medro, de lucro o de venganza.Pero los que vemos por encima de
nuestras pasiones el bien de la causa, y más alto que cualquiera ambición el
interés supremo de la República, comprendemos muy bien que ya es tiempo de
unirnos y de entendernos. Ha llegado la hora de que surja la paz de la victoria,
la paz que sigue al triunfo; ya hace falta que vuelva la tranquilidad a los
hogares, se cultiven los campos, se trabajen las minas, abran sus puertas los
talleres, nazca el crédito nacional y francamente se encarrilen las actividades
del país por las vías del progreso.
Estorba Carranza el ambicioso, y
hay que derribarlo. Perjudican los antiguos rencores, las torpes desconfianzas,
las pasiones vulgares, y hay que suprimirlas, hay que borrarlas.Sobre la unión
de todos los revolucionarios, militares o civiles (siempre que unos y otros
sean honrados), sobre el cordial acercamiento de todas las voluntades, sobre el
mutuo y libre acuerdo de todas las inteligencias, debemos basar el triunfo de
nuestros ideales y la reconstrucción de la patria mexicana.Al emprender esta
obra unificadora, no podemos ni debemos olvidar a los compañeros descarriados,
a los que, víctimas del engaño de Carranza, permanecen aún a su lado,
defendiendo tendencias que no son las suyas y sosteniendo a una personalidad
que los vende y los traiciona.
Invitamos, pues, a la concordia y
a la unión a todos los luchadores de buena fe, que desengañados ya de Carranza
y convencidos de su falsía, estén dispuestos a volver al campo de la lucha y a
unirse a los que combatimos porque sean una verdad las promesas de redención
hechas al pueblo y que es preciso cumplir, aunque sea a costa de nuestra vida.
Y para que haya un documento en
que conste nuestro solemne compromiso de cumplir y hacer cumplir las bases
anteriores, estampamos al pie del presente nuestras firmas, con las que
empeñamos nuestra dignidad de hombres y nuestro honor de revolucionarios.
Reforma, Libertad, Justicia y Ley
Tlaltizapán, Morelos, 23 de abril de 1918
El General en Jefe del Ejército
Libertador, Emiliano Zapata
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