Tenía 22 años. No era militante mapuche, pero estaba en
Villa Mascardi para acompañar a algunos familiares en la comunidad desalojada.
Participaba en actividades solidarias y comunitarias, y hacía changas para
aportar a la casa. Otro joven, pobre, y del Alto, muerto violentamente en
Bariloche.
A la una y media de la mañana del recién comenzado domingo,
María Nahuel llegó a la humilde casa de la familia de Rafael, en el barrio
Nahuel Hue. Llevaba la peor noticia: el joven asesinado por la Prefectura
durante la represión en la comunidad en Villa Mascardi era Rafael Nahuel. Los
padres de Rafael y su hermano menor de sólo 12 años enmudecieron y se
abrazaron. A las dos de la mañana los recibió el Juez Gustavo Villanueva, pero
no los dejó ver el cuerpo.
Rafael no era militante mapuche. La rama paterna de su
familia, sí. Su tía, María Nahuel fue una de las detenidas durante el desalojo
del pasado jueves. Hasta la comunidad Lafken Winkul Mapu había ido Rafael para
acompañar a familiares y amigos. En una casilla de palos y nylon lo sorprendió
el avance represivo de la Prefectura. Lo mataron de un tiro.
“Vivía en una casa y una familia muy vulnerada, muchos
problemas”, coinciden en contextualizar todos los referentes de organizaciones
que compartieron actividades y proyectos con Rafael Nahuel.
Flaco, hermano del medio, laburador, Rafael participaba del
proyecto Semillero del Colectivo Al Margen, donde aprendía el oficio de
carpintería, luego del almuerzo y el fulbito diario. Este año había comenzado a
participar de esa actividad, y con la misma organización conoció el distante
Cerro Catedral, bajo el programa Esquí Social.
“Hacía changas con todo lo que había aprendido”, cuenta a En
estos días Alejandro Palmas, referente de Al Margen.Fue Alejandro el que a las
22,30 horas del sábado llevó a su vivienda en el Alto de Bariloche a la familia
de Rafael, luego de varias horas en la puerta del Hospital. Les compró unas
empanadas y los acompañó hasta que a la 1,30 María Nahuel llegó con la noticia.
“Es un pibe re de barrio, changueaba como podía para ayudar
a la familia”, recuerda Alejandro mezclando los tiempos presente y pasado. ¿Por
qué estaba en la comunidad? “Iba a ir un rato al campo, le dijo a la familia, a
acompañar a algunos familiares y amigos. No era militante mapuche, pero tenía
clara la lucha territorial que se estaba dando. Cada tanto participaba de
algunas ceremonias”, rememora Alejandro.
Hincha fanático de Boca, jugaba al fútbol en cuanto
potrerito había en los barrios del Alto. Mientras caminaba por esas calles de
tierra, levantaba todos los fierros que encontraba, para hacer algún chulengo o
parrilla. “Era muy buen soldador”, explica Fernando Fernández Herrero,
referente del San José Obrero, una fundación que trabaja en la integración de
los chicos de la zona.
En 2011 Rafael se acercó a la experiencia popular denominada
Alto Construcciones -que luego derivó en el San José Obrero-, un espacio para
el aprendizaje de oficio, la contención y la búsqueda de una salida laboral
para los jóvenes de los barrios más vulnerados de Bariloche. Con sólo 15 años,
Rafael participaba de un grupo de la capilla del Nahuelo Hue, y desde allí
llegó al proyecto Alto Construcciones. “Rápidamente aprendió el oficio de
herrero, le ponía muchas ganas al taller”. Tantas que, sin llegar a ser un
capacitador, se convirtió en un líder del grupo.
Fernández Herrero le dice Rafita. “Era muy flaquito Rafita”,
dice. “Era el típico pibe de familia muy golpeada que anda por la calle solo y
que se las arregla como puede. Muy buen pibe”, dice, y suma a Rafael a la larga
lista de jóvenes, pobres y del Alto que murieron en los últimos años. En
distintas circunstancias murieron, pero siempre son jóvenes, pobres y del Alto.
Rafa siempre andaba con su mejor amiigo, otro pibe de su
edad, otra historia del Alto de Bariloche.
Murió hace aproximadamente un año, como tantos jóvenes del
Alto.
Un año después a Rafael lo mató la Prefectura. Los pobres
siguen poniendo los muertos de la grieta social.
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