El 18 de octubre de 1845 una poderosa flota anglofrancesa,
en una clara actitud colonialista, hace efectivo el bloqueo del puerto de
Buenos Aires con el enorme perjuicio comercial que ello implicaba para la
entonces Confederación Argentina, encabezada por el gobernador bonaerense Juan
M. de Rosas. Esta medida ponía en evidencia el entrecruce de cuestiones
políticas y económicas en la zona del Plata. Sucedía que en la Banda Oriental
se enfrentaban los blancos, al mando de Manuel Oribe, apoyados por los
federales argentinos, contra los colorados, liderados por Fructuoso Rivera, que
se identificaban con los unitarios y recibían además apoyo del Imperio del
Brasil. Ante el requerimiento de Oribe, Rosas le presta ayuda militar a fin de
recuperar el gobierno que aquel había perdido frente a Rivera. De este modo
Oribe invade el Uruguay y sitia la ciudad de Montevideo, último reducto
colorado. A todo ello Rosas clausura la navegación de los ríos Paraná y Uruguay
a toda nave extranjera, una medida resistida por aquellos que pregonaban la
libertad de comercio, en especial potencias como Gran Bretaña y Francia. La
intención de la flota anglofrancesa entonces fue la de “pacificar” la Banda
Oriental –es decir dejarla bajo dominio colorado- y “liberar” los ríos
interiores –es decir comerciar sin restricciones con todos los puertos de la
cuenca del Plata, desde Montevideo hasta Asunción-.
Ante la inminencia del avance de la flota extranjera por el
río Paraná, Rosas encomendó la defensa al general Lucio N. Mansilla, quien en
la Vuelta de Obligado, un recodo donde se angosta esa vía fluvial en el actual
partido de San Pedro, instaló cuatro baterías en la margen derecha con 35
cañones de calibres 4 a 24 servidas por 160 artilleros. Además, hizo tender
tres gruesas cadenas de costa a costa sobre 24 lanchones, varios de ellos
cargados con explosivos, y dispuso en ambas costas unos dos mil milicianos, la
mayoría gauchos, entre ellos varias mujeres. La flota europea estaba integrada
por 22 barcos de guerra con 418 cañones de calibres 24 a 80 y 880 marinos, a lo
que debe sumársele 92 buques mercantes. La superioridad invasora era entonces
abrumadora.
El enfrentamiento se produjo el día 20 de noviembre de 1845
y de su intensidad habla el parte enviado al gobernador Rosas por Francisco
Crespo, ayudante de Mansilla, quién no pudo hacerlo debido a que fue herido en
la batalla: “Después de ocho horas de un encarnizado combate, valeroso de una y
otra parte, el dominante fuego del enemigo apagó los nuestros, desmontó una
parte de nuestros cañones, desmontó los merlones (defensas), y nuestros
artilleros quemaron los últimos cartuchos, quedando concluidas así todas
nuestras municiones. Entonces se arrojó el enemigo a un desembarco, protegido
por su poderosa artillería (…) Cubierto el enemigo con ese poder, estando
apagados ya nuestros fuegos, desmontada parte de nuestra artillería, sin
municiones, y puestos fuera de combate por muertos y heridos en su mayor parte
nuestros improvisados artilleros, logró el enemigo penetrar en el punto de las
baterías destruidas por sus fuegos”. La heroica defensa fue detallada en el
parte, de donde merece destacarse el párrafo referido a las mujeres: “También
han muerto con heroicidad varias virtuosas mujeres, que se mantuvieron en este
sangriento combate al lado de sus esposos, hijos o deudos, socorriendo a sus
heridos y ayudando a los combatientes en la defensa del honor argentino”.
La flota invasora logró así remontar el Paraná aunque debió
soportar el hostigamiento de las fuerzas patriotas a lo largo del trayecto,
como ocurrió en El Tonelero (actual partido de Ramallo), San Lorenzo y
Angostura del Quebracho (provincia de Santa Fe). Con relación a la empresa
comercial, la misma fracasó pues las mercaderías ofrecidas en los distintos
puertos provinciales no fueron adquiridas por los nativos. Así, la inutilidad
del bloqueo para forzar una claudicación del gobierno argentino y la falta de
rédito político y comercial de la incursión colonialista europea llevaron a
estos gobiernos a negociar con Rosas: los tratados Arana-Southern con Gran
Bretaña (1849) y Arana-Lepredour con Francia (1850) pusieron fin al bloqueo del
puerto de Buenos Aires y reconocieron la soberanía argentina de los ríos
interiores.
De este modo, el combate de la Vuelta de Obligado constituyó
una victoria pírrica para los anglofranceses y una derrota honrosa para los
argentinos, cuyo significado histórico no puede ser desconocido. El propio José
de San Martín, en su testamento, lega su sable corvo a Rosas como
reconocimiento de la defensa de la integridad territorial de lo que hoy es nuestro
país: “El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la Independencia de
la América del Sud, le será entregado al general de la República Argentina, don
Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción que como argentino he
tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra
las injustas pretensiones de los extranjeros que trataron de humillarla”.
Por ley Nº 20770 sancionada en 1974 se declaró el 20 de
noviembre como Día de la Soberanía Nacional; la actual presidenta de la Nación
Cristina F. de Kirchner por decreto 1584 del año 2010, lo declaró feriado
nacional.
* Doctor y profesor en historia de la Facultad de Periodismo
y Comunicación Social de la UNLP
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