Ñande Ru Tenonde, dios supremo de la creación se creó a sí
mismo en medio del caos y las tinieblas primigenias. Iluminado por su propio
corazón, ya que el sol no existía, se irguió desde los pies y convirtió sus
brazos y manos en ramas que agitaba el viento.
Una corona de flores rodeó su cabeza mientras revoloteaba el
colibrí, el pájaro primero.
Después creó la palabra (ayvu) -lo que confiere a los
guaraníes su condición de elegidos y destinados a la inmortalidad-, entendida
como la expresión de la humanidad como colectividad solidaria, no como ser
individual.
De sus palabras surgieron luego los dioses, padres de los
hombres: Jakaira, Karai, Tupa y Ñamandu.
Luego desplegó la tierra y la bóveda celeste a la que
sostuvo con cuatro palmeras pindó azul, al Este, Al Oeste, al Norte y al Sur, y
agregó otra en el centro.
Una vez concluida esta parte, surge el mundo subterráneo, el
terráqueo y el acuático, así como el día y la noche.
Más tarde entregó a cada dios creado de su palabra una
facultad sobre las cosas: dio a Tupa el agua y lo fresco, a Karai el fuego y el
calor, a Jakaira la niebla y el humo, a Ñamandu el coraje.
Al fin y al ver que ya estaban dadas las condiciones
materiales creó a los seres humanos con parte de la niebla y ordenó a Karai que
les pusiera algo de fuego en el corazón y a Tupa que les cediera un poco de
frescura.
Luego, les dio a los hombres sus leyes para que las
aprendieran y las cumplieran.
Cumplida su tarea, se retiró a descansar.
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