Por José Pablo Feinmann
Imagen: Bernardino Avila |
El gobierno Macri expresa –desde la derecha– esa
construcción que Gramsci llamó bloque histórico, que se asume también como
bloque hegemónico. El empresariado, las fuerzas de represión, la clase media,
sectores de la clase baja, los medios de comunicación, la clase alta en su
totalidad y la justicia en su forma político corporativa componen el bloque
hegemónico del macrismo. “¿Y si funciona?”se preguntó Le Monde Diplomatique en
su último número. Es la pregunta de la rendición del progresismo cultural medio
ante la hegemonía instalada. Cuya fuerza lleva a sectores habituados a ubicarse
en la centroizquierda a dejarse seducir por el bloque gobernante. Si la
pregunta sobre si esto funciona se formula es porque ya se cree que esto es lo
único que puede funcionar. Que se está dispuesto a dejarlo funcionar, que sus actos pasen, sus leyes, su estilo. O
sentarse en la vereda y observar el ejercicio gubernamental de una fuerza que
ha ganado unas elecciones que han deslumbrado a muchos.
En cuanto a la represión –que se ha cobrado ya dos vidas– no
debería sorprender. El macrismo no compró sin proyecto los más de dos mil
millones gastados en armas. Un gendarme y un marine norteamericano no se ven
demasiado distintos. El gendarme nacional tiene una figura tan temible como el
marine que combate en Irak. La potencia del aparato represivo y la decisión de
utilizarla es algo nuevo en la democracia, algo que los globos de la alegría no
permitían adivinar, ni siquiera sospechar.
Lo demás no es nuevo. No hay que caer en la tentación de ver
en el macrismo lo nuevo, lo actual o la política del siglo XXI. Precisando, lo
nuevo no viene con el almanaque. Algunos se están apresurando en enterrar al
siglo XX. Falso, nada termina tan rápidamente en la historia. Una verdadera
superación del siglo XX implicaría retener muchas modalidades suyas para que la
categoría “siglo XXI” no carezca de contenido. Hay una tendencia al seguidismo:
seamos posmodernos del nuevo siglo, la vanguardia son los globos, el color
amarillo, la alegría, el baile presidencial y esta policía tan desbordante de
juguetes mortales. Así, se pueden llamar viejos pensamientos políticos y
culturales como los de la izquierda, el nacionalismo o la izquierda popular.
Perón, en el ‘45, acumuló poder por la incapacidad de las
fuerzas políticas ante el nuevo sujeto histórico: los migrantes internos. Hay
una huelga en el sindicato de la carne. Nadie la respalda. Ni siquiera los
comunistas. Que, por medio del dirigente José Peter, piden a los obreros que
recién hagan huelga después del triunfo de la Unión Soviética contra el
nazismo. Hasta entonces la carne será necesaria para los heroicos soldados.
Perón, desde la Secretaría de Trabajo, dinamiza la huelga: adelante, muchachos,
si hay que parar se para. Y así se gana el sindicato de la carne.
Temer, en Brasil, no quiere deslizarse a la demagogia y el
populismo. Prefiere ser antipopular: si nadie lo quiere no tendrá que dictar
medidas populares. Un razonamiento notable. El Príncipe deberá ser temido y no
amado. La ley de Macri contra los jubilados requiere esta conceptualización
pero de modo inverso. Tantos votos sacó Macri que se puede permitir medidas
antipopulares.
La violencia es la antítesis de la movilización popular. Sin
duda las recientes habrán sido infiltradas por agentes policiales expertos en
reprimir motines, pero hay grupos políticos que siguen creyendo en la famosa
partera de la historia. Les hacen un daño a los genuinos manifestantes. Le dan
material abundante a los medios que grabarán el “desorden” para pasarlo en las
redes infinitas y en la televisión.
El macrismo tiene una red mediática poderosa, y ése es su
gran respaldo. Hay una cotidiana colonización de las subjetividades. Contra
eso, el sujeto democrático debe contener la respiración, pensar la política y
luchar por la autonomía de su conciencia. Hay que ir en busca de la
autenticidad existencial, no vivir bajo el “señorío de los otros” y ser un
sujeto libre que con otros debe crear un espacio –por escueto que sea–– de
libertad. Ya irá creciendo.
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