Los nacionalistas agitando banderas durante una marcha por
Varsovia, el 11 de noviembre, durante las celebraciones del Día de la
Independencia. Credit Leszek Szymanski / European Pressphoto Agency
BRUSELAS — La ola populista que este año amenazó con
empoderarse en Europa Occidental y despertó preocupaciones existenciales en
Bruselas parece haberse desacelerado, sino es que desaparecido.
Nigel Farage, el populista que ayudó a definir el voto del
Reino Unido para salir de la Unión Europea, ahora prácticamente es un marginado
presentador de un programa en vivo. Marine Le Pen, quien aterrorizó a las
instituciones francesas como candidata presidencial del Frente Nacional, fue
sensatamente derrotada. Geert Wilders, quien quedó en segundo lugar en las
elecciones en los Países Bajos en marzo, fue desplazado por una coalición de
cuatro partidos.
Sin embargo, la historia es diferente en Europa del Este,
que se ha convertido en un escaparate del populismo en sus distintas
variedades, ampliando la fisura en el bloque.
Hay cuatro naciones en el este de la Unión Europea que ponen
nerviosos a los miembros más antiguos: Polonia, Hungría, República Checa y
Eslovaquia, todas dirigidas por populistas de una u otra cepa.
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Un desayuno abundante puede combatir la obesidad
El populismo no es fácil de definir, el origen de su éxito
es variado y sus adeptos no representan una ideología única, aunque todos
critiquen la migración descontrolada, en especial de musulmanes. Sin embargo,
su éxito está fragmentando la política tradicional y haciendo que sea más
difícil lograr gobiernos de coalición.
Ciertamente ese es el caso en Europa Central. El partido
populista de extrema derecha Alternativa para Alemania le ha complicado la vida
a Angela Merkel, quien aún lucha para formar una coalición después de las
elecciones de septiembre en las que el partido quedó en tercer lugar. Se espera
que en Austria, Sebastian Kurz, de solo 31 años, se convierta en canciller
después de una campaña populista que se apropió del mensaje contra la
inmigración de Libertad, un partido de extrema derecha.
En septiembre, Alternativa para Alemania, un partido
organizado en una plataforma antiinmigración, ganó casi el 13 por ciento de los
votos y, así, entró al parlamento alemán por primera vez. Credit Odd Andersen /
Agence France-Presse - Getty Images
La situación en Alemania y Austria es un recordatorio de que
el populismo sigue siendo una fuerza con la que hay que lidiar, aunque, por ahora,
su avance en gran parte de Europa Occidental se haya contenido.
El hecho de que hoy en día haya populistas gobernando Europa
del Este y Central amenaza con legitimar los movimientos que alguna vez
estuvieron en la periferia de la política.
En la República Checa, Andrej Babis, un oligarca que incitó
una ola de enojo hacia la corrupción y la complacencia de la política
convencional, ganó rotundamente las elecciones en octubre.
“Las situaciones nacionales son diferentes pero la tendencia
general es la misma”, dijo Milan Nic, del Consejo Alemán de Relaciones
Exteriores. “Está en todas partes, pero el Este está más expuesto o más
debilitado porque la democracia comenzó o se restauró hace solo veinticinco
años”.
Jiri Pehe, un académico checo que trabajó de cerca con el
expresidente checo Vaclav Havel, dijo que la elección de Babis “es por supuesto
parte de una tendencia, pero al mismo tiempo hay variaciones sobre el mismo
tema”.
Las cuatro naciones, conocidas como los países del Grupo
Visegrád, son dirigidas por populistas que son muy distintos entre ellos, dijo.
El primer ministro de Hungría, Viktor Orban, “es un
nacionalista de derecha”; el dirigente polaco Jaroslaw Kaczynski “es un
ideólogo” obsesionado con Rusia y la muerte de su hermano gemelo; el primer
ministro de Eslovaquia, Robert Fico, “es un populista de izquierda”, y Babis es
más cercano en espíritu, según Pehe, a figuras como el presidente de Estados
Unidos, Donald Trump, y el ex primer ministro de Italia, Silvio Berlusconi.
Babis ha prometido eliminar la corrupción del país y dirigirlo como si fuera
una empresa.
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El movimiento político de Andrej Babis venció a los partidos
tradicionales de la República Checa en las elecciones legislativas del mes
pasado. Credit Martin Divisek / European Pressphoto Agency
La sugerencia de que Babis es de extrema derecha es una
exageración, dicen los analistas. No se considera —como con Orban y Kaczynski—
que esté tratando de crear un Estado autoritario de un solo partido. “Igual que
el Estado comunista, solo que dirigido por ellos”, dijo Norman Davies, un
distinguido historiador de la región que ahora enseña en el Pembroke College,
en Cambridge.
Lo que une a los populistas, dijo Pehe, es que “toman la ola
del nerviosismo —respecto de la globalización, la migración y los nuevos
fenómenos— y apelan a quienes buscan protección”.
La ansiedad relacionada con la identidad nacional es
particularmente fuerte en los países que antes eran comunistas y estaban
sometidos por la Unión Soviética, los cuales recuperaron hace poco su
soberanía.
Están ansiosos de seguir siendo parte de la Unión Europea
como una protección en contra de Rusia y como una fuente generosa de ayuda y
empleos regionales para cualquiera que desee viajar por el bloque.
Sin embargo, al mismo tiempo, el principio de una gobernanza
compartida les causa ansiedad y no les gusta seguir las órdenes de Bruselas.
En especial en la República Checa —que nunca aceptó la
separación de 1993 con Eslovaquia— la identidad es fluida, con un sistema
político que básicamente está en implosión después de la presidencia de Havel,
sugiere Pehe.
En Austria, Sebastian Kurz dirigió una campaña populista y
antiinmigración que desplazó a uno de los partidos tradicionales del país. Se
espera que Kurz sea el próximo canciller. Credit Leonhard Foeger / Reuters
Como ciudadanos de un país pequeño atrapado entre imperios,
los checos siempre han tenido un “escepticismo innato” hacia la autoridad, dijo
Tomas Valasek, director de Carnegie Europe, una institución de investigación
con sede en Bruselas.
Babis no tiene ni una ideología ni una política claras, dijo
Valasek. “Decidió postularse porque sentía que la sociedad checa estaba
fragmentada y era ineficaz, y que podía manejarse”, dijo.
Es probable que sea maleable, dijo Valasek, y citó a Fico,
de Eslovaquia, quien comenzó estando fuertemente en contra de Europa y ahora es
un gran defensor del bloque aunque se opone, como todos los dirigentes de la
región, a aceptar la cuota de migrantes musulmanes ordenada por la Comisión
Europea.
Valasek también considera que las opiniones en contra de la
inmigración y la Unión Europea están propagándose hacia el oeste, aunque no
están ganando a las mayorías.
“Estos votantes no están completamente equivocados”, dijo.
“Los alemanes y los austriacos también tienen un sentido innato de añoranza por
el orden y odio hacia el caos”.
Davies considera que el común denominador es “un
resentimiento masivo sobre una u otra cosa”, pero eso puede variar de un país a
otro.
“Un segmento importante de la población en cada uno de estos
países siente que le robaron algo, que lo dirigieron mal y lo engañaron”, dijo.
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