El pasado viernes 1 de diciembre,
la vida de un laburante no fue título de ninguna noticia. Se llama
#MatíasMorales, es oriundo de El Carmen, provincia de Jujuy, tiene 19 años y es
papá de una beba de un año. Su estado es gravísimo, y permanece internado en el
sanatorio Zavala, con ayuda de un respirador.
Pero esa vida no vale nada para
los grandes medios de comunicación: ni una línea fue publicada en los diarios,
ni un minuto en televisión o radio. Empleado del sector verdulería de Coto de
la sucursal 203 frente al Jardín Botánico, cayó por el hueco de un montacarga
que ya había sido marcado como deficiente por los trabajadores de la empresa
con anterioridad. Coto reabrió sus puertas horas después, como si nada hubiese
pasado. Después, la sustanciosa pauta publicitaria terminó por acallar
cualquier tipo de reclamo, o difusión mediática.
Una vez más, la avaricia
capitalista se lleva la vida de un joven compañero. Lejos de un accidente o de
una “tragedia” (si pudo evitarse, no es accidente) la vida de Matías es consecuencia
de una lógica económica que sigue sustentada en el esfuerzo anónimo de miles de
laburantes que, todos los días, se suben a un tren o a un colectivo para viajar
hasta sus trabajos, donde son utilizados como engranajes descartables por un
sistema que ni siquiera preserva las condiciones mínimas de trabajo para los
laburantes que explota a un nivel inhumano.
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