Este 1 de enero de 2016 se
cumplen 22 años de la insurrección indígena en Chiapas. Si bien el conflicto
armado sólo duró 12 días, las causas que lo originaron siguen aún vigentes.
CIUDAD DE MÉXICO, 29 de
diciembre.- El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) emergió desde
la profundidad de la pobreza indígena del estado de Chiapas hace 20 años. El 1
de enero de 1994, el grupo armado declaró la guerra en contra del gobierno y el
Ejército federales, decisión tomada por los jefes políticos y militares
zapatistas 50 semanas atrás.
Después de 12 días de sangrientos
combates y el cese al fuego unilateral decretado por el gobierno de México,
anunciado el 12 de enero de 1994, el levantamiento armado ha pasado en estos
veintidós años por una serie de
encuentros y desencuentros y por diversas iniciativas políticas del grupo
armado.
Estas iniciativas comenzaron con
la liberación del ex gobernador Absalón Castellanos, el 16 de febrero de 1994,
que fue tomado como prisionero de guerra el día del levantamiento; se realizó
el diálogo en la catedral de San Cristóbal de las Casas, entre el 21 de febrero
y el 3 de marzo de 1994; la consulta de los acuerdos de la catedral (marzo-mayo
1994) y la creación de la Comisión Nacional de Intermediación (Conai), el 8 de
julio de 1994.
Luego vino la Convención Nacional
Democrática, primera iniciativa rebelde para transitar por la vía política en
el Aguascalientes de Guadalupe Tepeyac (agosto de 1994); el rompimiento de un
cerco militar para proclamar la autonomía en 38 municipios (19 de diciembre de
1994), que fue el primer paso para conseguir la autonomía que actualmente opera
a través de las Juntas de Buen Gobierno.La persecución policiaca de los
principales líderes zapatistas (9 de febrero de 1995) a través de la Fuerza de
Tarea Arco Iris, desplegada por el Ejército federal en los territorios llamados
de influencia zapatistas fue otro momento importante del proceso; ese hecho
desencadenó la promulgación de la Ley de Concordia y Pacificación y la creación
de la Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa) del 11 de marzo de 1995 en
el Congreso de la Unión.
Pasó el acuerdo entre el gobierno
federal y el EZLN para la negociación conocida como Mesa de San Miguel (5-9 de
abril de 1995); la discusión de la agenda, los llamados Acuerdos de San Andrés
y la firma de una mesa, sobre derechos y cultura indígena, ocurrida el 16 de
febrero de 1996; la promesa zapatista a la Cocopa (noviembre de 1996) para
firmar un protocolo de paz en marzo de 1997 y el rechazo del gobierno federal.
La matanza de Acteal (22 de
diciembre de 1997); la creación del Frente Zapatista de Liberación Nacional
(enero de 1998), que buscaba ser el brazo político del grupo armado; la
iniciativa de reformas constitucionales en materia indígena (febrero de
2001); la marcha zapatista desde Chiapas
a la Ciudad de México, entre el 25 de febrero y el 5 de abril de 2001, que
incluyó la presencia de los rebeldes en el Congreso de la Unión; la suspensión
de contacto del EZLN con el gobierno federal y los partidos políticos (19 de
julio de 2003); creación de las Juntas de Buen Gobierno (agosto de 2003), la
forma zapatista de autogobernarse, y en noviembre de 2005, la disolución del
Frente Zapatista de Liberación Nacional.
El icono de la insurrección“Enero de 1994 recordó la existencia del
México del sótano que acumula tradiciones y miseria. Miles de indígenas armados
de verdad y fuego, de vergüenza y dignidad, sacudieron al país del dulce sueño
de la modernidad. ‘¡Ya basta!’ grita su voz, basta de sueños, basta de
pesadillas...”, escribió en noviembre de 1994 el subcomandante insurgente
Marcos.Desde el inicio del levantamiento, Marcos, el jefe militar del EZLN, se
convirtió en el vocero del movimiento. También ha sido su símbolo. Su estilo
para redactar comunicados, su humor negro e ironía ganó muchos adeptos y le dio
la vuelta al mundo. El 9 de febrero de 1995, el entonces presidente Ernesto
Zedillo identificó al líder zapatista como Rafael Sebastián Guillén Vicente. De
lo cual, fiel a su costumbre, Marcos se burló.
La situación de marginación
económica, política y social en la que han subsistido los pueblos indios en
Chiapas fue el factor clave para el levantamiento armado. La decisión de ir a
la guerra se dio ponderando la divergente correlación de fuerzas entre los
zapatistas y las fuerzas federales.
En una de las cientos de
asambleas que durante 1993 realizaron los pueblos zapatistas en absoluta clandestinidad
para saber si habría o no guerra, una de las actas de la época dice: “No estamos de acuerdo que nuestro país se
venda al extranjero; como quiera morir de hambre pasa... pero lo que no pasa es
que en este país mande otro que no sea un mexicano. Por lo tanto tenemos que
empezar a pelear...”A principios de 1993, en las comunidades de la Selva
Lacandona, Los Altos y el Norte de Chiapas había efervescencia social. La gente
estaba inquieta por la inminencia de un estallido armado.
Los jefes más radicales del
Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General del EZLN estaban
en favor de que los ataques comenzaran durante la primera semana de febrero
siguiente.
El gobierno desdeñó el movimiento“A mí me aventaron la papa
caliente”, recordó Marcos en algunos de los textos que escribió para recordar
cómo fue el mecanismo para votar el levantamiento del 1 de enero de hace 22
años.
“Tú tienes que obedecer, y tienes
que buscar cuándo conviene más, o cuándo no nos puede ir tan mal...”, le ordenó
la dirigencia indígena a Marcos.
“A mí me dijeron: ‘ya vamos a
empezar, ya no vamos esperar más. Te vienes con nosotros o te quedas’. Me
dieron a escoger, y escogí”, recordó.
Desde aquellas fechas, Marcos
tuvo la tarea de analizar cuál era el momento más propicio para la irrupción
del EZLN en la vida pública de México; cuál el tiempo más adecuado para el
movimiento guerrillero, que para entonces los sistemas de inteligencia del país
ya tenían en su radar, aunque lo habían minimizado.
Hubo reportes de que el presidente
Carlos Salinas de Gortari lo sabía. Que Luis Donaldo Colosio, secretario de
Desarrollo Social y a la postre candidato presidencial del PRI, también conocía
los planes. De hecho, el inicio de la gira presidencial iba a ser en Guadalupe
Tepeyac, sede de la comandancia del EZLN, sitio donde fue retenido el ex
gobernador Absalón Castellanos Domínguez.
Uno de las objetivos que se
plantearon los jefes zapatistas para el levantamiento era que las autoridades
no tuvieran ningún elemento que pudiera desacreditar a los rebeldes o que
desvirtuara su lucha vinculándolos con narcotraficantes o terroristas. Aun así
se llegó a decir que el EZLN era un grupo extremista bien entrenado, con armas
rusas, británicas y estadunidenses.
La idea era que la acción subversiva fuera impecable y con eco en las
ciudades y no en el campo, “porque entonces hubiera estado condenada al fracaso
y al olvido”, consideró Marcos.
Luego de diez años de preparación
política y militar en la profundidad de la Selva —el EZLN se fundó en 1984— y
la refriega entre efectivos del Ejército federal y zapatistas en la Sierra de
Corralchén en mayo de 1993, reconstruida por el periodista Elio Henríquez, de
La Jornada, aceleraban aún más los preparativos para la irrupción pública.
A principios de noviembre de 1993
estaban listos. “Teníamos todo detallado desde un mes antes. Ya sabía cada
fuerza dónde le tocaba llegar y qué hacer...”, recordó Marcos, aunque aún no
sabía con certeza la fecha exacta de su “¡Ya Basta!”.
De la misma manera subrepticia,
en las montañas del sureste mexicano se gestó, organizó y creció el EZLN; por
aquel tiempo comenzaron a circular distintos escritos guerrilleros, como El
Despertador Mexicano —órgano informativo rebelde, en donde se hacían del
conocimiento público las Leyes Revolucionarias—, y el pliego de la Primera
Declaración de La Selva Lacandona, que contiene sus 11 primeras demandas y la
proclama de guerra en contra del gobierno y Ejército federales.
Sobre este hecho, Marcos alguna vez contó:“Pensábamos hacerlo el 28
de diciembre. Yo dije que cuando los federales hablaran, o cualquiera hablara y
dijera ‘se está moviendo gente armada’, pues nadie les iba a creer, pues es el
Día de los Inocentes, y el 29 les íbamos a caer”.
La orden para el inicio de la
rebelión indígena en las comunidades tzotziles, tzeltales, choles y tojolabales
se tuvo en el momento preciso.
“Vamos a comenzar a las cero
horas del 31 de diciembre, con los cohetes del año nuevo...”, fue el mensaje
que se fue propalando ejido por ejido, comunidad tras comunidad y de pueblo en
pueblo.
“La toma de San Cristóbal fue un poema”En la víspera del 1 de enero
de 1994, recta final del sexenio de Carlos Salinas de Gortari y fecha de
entrada en vigor del Tratado de Libre
Comercio de América del Norte, prácticamente en todo el país había un
ambiente tranquilo, aunque en varias partes de Chiapas se ultimaban los
detalles para el levantamiento.Aquellos momentos de tensión, presión y profunda
tristeza fueron documentados por el subcomandante Marcos así:
“Otra noche, otra lluvia. 30 de
diciembre de 1993. Las últimas tropas inician su marcha para tomar posición. Un
camión se atasca en el lodazal. Los combatientes empujan para sacarlo. El Viejo
Antonio se me acerca con un cigarro apagado en la boca. Se lo enciendo y
enciendo la pipa con la cazuela boca abajo, técnica que inventé a fuerza de
lluvias. ‘¿Cuándo?’, pregunta El Viejo Antonio. ‘Mañana’, respondo y agrego:
‘Si llegamos a tiempo...’ ‘Hace frío...’, dice él y se cierra la vieja
chamarra.“Mmmh, respondo. Forja otro cigarro mientras me dice: ‘Necesita algo
de luz y calor esta noche’. Le sonrió mientras le muestro el pasamontañas
negro. Lo toma en sus manos, lo examina, me lo devuelve ‘¿Y el tizón?’,
pregunta, ‘Se hizo fuego esa noche... no quedó nada’, le digo apenado.
“Así es de por sí, dice El Viejo
Antonio con la voz quebrada. ‘Morir para vivir’, dice y me da un abrazo. Se
pasa la manga por los ojos y murmura ‘Llueve mucho, ya me mojé hasta los ojos’.
El camión se desatascó y me llaman, volteo a despedirme de El Viejo Antonio. Ya
no estaba...”
Con la fecha, y la hora decretada
por los jefes zapatistas, los cohetes del fin de año, la llegada del nuevo y la
guerra llegaron a Chiapas hace 20 años. De manera casi simultánea las fuerzas
zapatistas se apoderaron de siete poblaciones chiapanecas, San Cristóbal de las
Casas —la tercera ciudad en importancia
de Chiapas—, entre ellas. Con orgullo por las acciones militares desplegadas en
el amanecer primermundista del TLCAN, que dijo Marcos alguna vez aprendieron en
“manualitos” castrenses de la Secretaría de la Defensa Nacional y otro del
ejército estadunidense, el líder zapatista contó sobre la toma del Valle de
Jovel, operación en la que participó de manera directa: “La toma de San
Cristóbal fue un poema”.
El mismo camino del fraile-Desde San Cristóbal de las Casas,
considerada como tierra de conquistadores europeos, la madrugada de aquel
primero de enero de 1994, los indígenas mexicanos elevaron al mundo sus
demandas de trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación, independencia,
libertad, democracia, justicia y paz.
“No salimos a la guerra el uno de
enero para matar o para que nos mataran; salimos para hacernos escuchar”, dijo
más de una vez el subcomandante Marcos, en los primeros años del conflicto.
También dijo el insurgente
zapatista que militarmente la acción del 1 de enero de 1994, cuando además de
San Cristóbal, cayeron en poder rebelde las cabeceras municipales de Ocosingo,
Altamirano, Las Margaritas, Huixtán, Oxchuc y Chanal, “fue una acción
propagandística. Y fue un completo éxito. Lo que sea de cada quien fue una
maravilla, una maravilla militar”, aseguró, desdeñando así la declaración del
general Miguel Ángel Godínez, encargado de la zona militar de Rancho Nuevo,
quien dijo sobre la acción guerrillera que fue una “acción propagandística
fracasada”.
Las primeras horas del nuevo año
en la ciudad coleta transcurrieron entre el desasosiego y la curiosidad. La
gente que caminó por las calles de San Cristóbal no salía del asombro de que
aquellos hombres y mujeres, con pasamontañas, paliacates, y muchos de ellos,
sin estas prendas sobre sus rostros, fueran indígenas levantados en armas. Más
bien creían que se trataba de soldados, judiciales, bandidos o bolos
(borrachos) que escandalizaban en las fiestas del Año Nuevo.
“¿Y éstos indios quiénes son, qué
quieren?”, balbuceaba en la fría madrugada invernal un incrédulo lugareño sobre
aquella furibunda muchedumbre de indígenas que muy disciplinada marchó por las
mismas calles que hace centurias fray Bartolomé de las Casas recorrió
defendiendo indios.En medio de aquel escepticismo que produjo la entrada armada
y pacífica de los zapatistas a San Cristóbal, en la plaza Vicente Espinoza, la
principal del pueblo, lugareños y turistas, principalmente extranjeros, prestos
con cámaras de video y de foto fija, fueron los primeros testigos del “¡Ya
Basta!” zapatista, que quedó inscrito en la Primera Declaración de la Selva
Lacandona.
“Todo está bajo control”-Instalada la bandera zapatista en los más
alto del edificio del ayuntamiento sancristobalense —un lienzo de fondo negro
con la estrella roja de cinco puntas—, desde el balcón central del inmueble
ocupado por los rebeldes, el comandante Felipe, un tzotzil ensombrerado, y con
el rostro descubierto, leyó el documento zapatista, a la misma hora de la
madrugada neoliberal, que desde el fax del periódico Tiempo, propiedad del
matrimonio de Amado Avendaño y Concepción Villafuerte, era transmitida la
noticia al mundo entero sobre el surgimiento del EZLN.En la madrugada del
primer día de 1994, poco a poco las tropas zapatistas fueron ocupando las
oficinas clave, como la Procuraduría estatal, la Policía Federal de Caminos y
las del ayuntamiento de San Cristóbal.
Un mes después de aquella toma,
Marcos, en entrevista con Blanche Petrich y Elio Henríquez, la primera que el
líder zapatista concedió, narró un chusco suceso ocurrido precisamente en la
comandancia de la policía municipal de San Cristóbal de las Casas el día del
levantamiento.
Pese a lo ocurrido, en 1609 la
Corona Española se vio obligada a pactar con el líder de los cimarrones
(africanos fugitivos) que lo acompañaban, como única vía para poner fin a los
asaltos en los caminos y evitar así las fugas de esclavos de las haciendas de
la región.
Expuso que los términos del líder
rebelde fueron aceptados con la condición adicional de que sólo un clérigo
franciscano podría atender a los miembros del distrito, y que a la familia de
Yanga se le concedería el derecho de gobernar.“Tras una serie de
enfrentamientos y negociaciones con la corona española, el 10 de agosto de 1609
le fue otorgada la libertad a los esclavos africanos traídos a la fuerza que
habitaban esta zona”, destacó.
Puntualizó que los ex esclavos se
establecieron en un lugar conocido como Las Palmillas, al ir creciendo la
comunidad exigieron un terreno más grande, que les sería concedido por el
Virrey de la Nueva España Rodrigo Osorio Márquez de Cerralvo.
Esto ocurrió el 3 de octubre de
1631, donde se reconoció el primer pueblo libre del continente americano,
llamado El pueblo libre de San Lorenzo de los Negros.El alcalde subrayó que se
le conoce como el primer pueblo de América porque se trató del primer
movimiento con éxito que se suscitó en la América Colonial que consiguió su
libertad y que además fue avalado por las autoridades de esa época.“Vivieron
con derechos muy similares a los de españoles peninsulares; contaban con
propiedades, caballos, de hecho tenían su propia reina, leyes y gobernante:
Yanga era el jefe del pueblo”, agregó.Expresó que el 5 de noviembre de 1932, la
legislatura de esta entidad expidió el decreto en el cual se le denomina a la
comunidad de San Lorenzo de Cerralvo el nombre de Yanga, vocablo que en lengua
africana significa “príncipe”, esclavo negro hijo del rey de la Tribu
Yang-Bara.Actualmente esta localidad forma parte de los 212 municipios que
componen al estado de Veracruz, y se ubica en la zona central de la entidad.Morales
Villanos indicó que en la Plazuela del Yanga, en la cabecera municipal se
encuentra un monumento fabricado de bronce en su honor llamado “El Yanga”, que
mide alrededor de seis metros y pesa casi una tonelada.
La estatua, en la que se le
observa al fundador de la localidad empuñando un machete con la mano derecha y
con la izquierda sosteniendo una caña, se colocó en los años 70 del siglo
pasado por órdenes el gobernador Rafael Hernández Ochoa, a petición de un grupo
de ciudadanos yanguenses, dijo.En todo el territorio nacional es la única
estatua erigida en honor a un africano, por lo que cinco décadas después de la
independencia mexicana Yanga fue nombrado héroe de México gracias a la labor de
Vicente Riva Palacio, nieto del presidente mexicano afrodescendiente, Vicente
Guerrero.En ese sentido, mencionó que el 10 de agosto se realiza el festival de
Yanga o el Carnaval de la Negritud, el cual se empezó a celebrar en 1976, y en
el que los carros alegóricos, así como las comparsas tratan de emular la
victoria de los cimarrones africanos sobre los españoles.
El alcalde de Yanga señaló que la
localidad será la sede permanente del Festival Afrocaribeño, que tiene una
duración de cinco días y que este 2015 se festejarán los 406 años de la
fundación del pueblo.
Por otra parte, informó que en la
cabecera municipal se encuentran muy pocos afrodescendientes, pero el mayor
número donde se concentran es en Mataclara y El Mirador, lugares donde se
conservan un poco más las tradiciones y el color de la piel.
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