Cree que no hay que demonizar las redes, pero advierte de la
relación superficial que suponen los 'me gusta'
Aconseja apagar la tele a la hora de la cena para estrechar
vínculos familiares
LEONOR
GARCÍA
18 Marzo,
2018
Susana Ortigoso dice cosas que parecen simples y lógicas,
pero que pocos profesionales exponen con su claridad. Y pone el dedo en la
llaga en cada afirmación. Esta psicóloga clínica del equipo de Salud Mental de
Puerta Blanca advierte que en esta época de las nuevas tecnologías hay muchas
personas "juntamente aisladas", propone algo tan sencillo como apagar
la tele a la hora de la cena para estrechar los vínculos familiares y aconseja
poner más oído que fármacos a los niños.
La psicóloga
en la entrada del Hospital Clínico. / FOTOGRAFÍAS: JAVIER ALBIÑANA
-¿Cómo vamos las personas supuestamente sanas de salud
mental?
-Cada vez sufrimos más, pero de lo que sufrimos no es ni de
desequilibrios de neurotransmisores, ni de cuestiones genéticas, ni de
trastornos orgánicos; sufrimos más por cómo vivimos las cosas que nos pasan y
que nos han pasado. Sufrimos más porque vivimos una época en la que cada vez
más desconectamos de las emociones.
-¿Y por qué?
-Vivimos en una sociedad muy poco alojadora en la que la
gente está teniendo que sobreadaptarse. No tenemos tiempo, cada vez estamos más
incomunicados; pero las personas seguimos necesitando el calor de otros.
-¿Incomunicados con el móvil, el whatsapp, Facebook?
-En una reunión, en un restaurante, en una cafetería; están
juntos, pero cada uno está con su móvil. Yo cuando trabajo con las familias en
consulta, aconsejo que a la hora de la cena no haya tele puesta. Está
comprobado en estudios que se han hecho que cuando las familias comparten la
cena y allí se cuentan sus cosas, manejan muchísimo mejor los conflictos que
las personas que están aisladas juntas. O juntamente aisladas.
-¿Cuál es entonces su consejo?
-Conectar. Algo tan básico como los 20 minutos de la cena
que se apague la tele. Es verdad que los padres tienen menos tiempo para los
hijos. Porque los que tienen trabajo están luchando por mantenerlo o por rendir
mucho en su trabajo. Y los que no lo tienen, angustiados buscando trabajo. Pero
los niños de hoy en día son la generación que más sola está. Tienen muchas
cosas materiales, los que pueden tenerlas; pero están muy solos. Porque tienen
padres muy exigidos o muy angustiados. Hay estudios que afirman que de media
pasamos cuatro horas delante de la tele. Por lo tanto, no es cuestión sólo de
falta de tiempo. Yo recibo padres muy desbordados, por la crisis, la
incertidumbre, las angustias... Pero si los niños algo necesitan es la
conexión.
-Lo ve en su consulta...
-Vi a unos padres que por su trabajo llegaban a las once de
la noche y que al niño no podían acostarlo antes de las doce y pico. Yo les
decía que era la única hora que tenía para verlos... El niño intenta estar
despierto porque está criándose con los abuelos y lo que necesita es conexión
con sus padres.
-¿Qué hacer entonces?
-Hay que cuidar el vínculo. Venimos con una dotación
genética, con un bagaje orgánico; pero nos hacemos en el vínculo con otros. Y
eso está bastante en déficit hoy en día. Hace falta recuperar vínculos. Yo
antes leía muchísimo, ahora hago una lectura más rápida, más breve. Estamos
inundados de información. Hace falta ayuda para gestionar esa inundación de
estímulos, de información...
-Tenemos muchos amigos virtuales en las redes, pero pocos
reales. ¿Las redes ayudan o no?
-Vivimos en la cultura de la imagen. Existimos en la medida
que nos ven y nos ponen me gusta. Pero es una relación superficial. No hay que
demonizar las redes sociales. Mi página de Facebook me conecta con mucha gente
y me permite acceder a muchísima información de infancia, adolescencia... Como
toda herramienta, las redes tienen cosas magníficas; pero como otras cosas en
la vida hay que saber utilizarlas. En este momento estamos teniendo
dificultades para gestionar esas cosas y los vínculos se están resintiendo. De
hecho, la gente cada vez está más sola. En la consulta te hablan mucho de la
soledad, incluso viviendo en familia.
-¿Qué recomendación da?
-Apagar la tele y dejar las redes sociales un rato y
conectar [entre la familia] a la hora de cena. Y luego ver algo en la tele
juntos. Yo no recomendaría tener una tele en cada cuarto. Hay que aprender a
convivir y eso supone que un día vemos algo que te gusta a ti y otro algo que
me gusta a mí, no cada uno en su cuarto. Hay que compartir y recuperar la
conexión. Y recuperar la conexión es preguntarle qué tal les ha ido en el
colegio, pero no qué deberes tienes, sino cómo se ha encontrado el niño. Porque
no se ve el sufrimiento de los niños. Se entiende que los niños de hoy tienen
muchísimas cosas y que si hacen algo es porque son manipuladores... Cuesta
mucho ver que un niño sufre. Y los niños de hoy en día están sufriendo mucho.
-¿Por qué?
-Porque están más solos. Y porque hay una idea de que el
niño es una máquina que lo puede aguantar todo. Un ejemplo, un niño que sufre
una agresión de un compañerito. Al día siguiente va al colegio y los adultos
planteando que no está rindiendo bien. Y yo a los padres le digo que si le
hubiera pasado a la profesora, quizás estaría de baja. El niño no tiene baja
estudiantil, tiene que seguir yendo al colegio y tiene que seguir rindiendo
como si nada hubiera pasado. Los adultos tenemos una visión idealizada de que
en la infancia no se sufre. Nos hemos olvidado de nuestra propia infancia en la
que hemos sufrido muchísimo.
-Yo no...
-Bueno, pero por cosas que ahora no lo parecen. La muerte de
un perrito en la infancia es un duelo. Ahora tenemos la idea de que todos
tenemos que ser máquinas y hay que rendir. Y esa visión se traslada a los
niños. Los padres de hoy en día están muy angustiados con el fracaso escolar.
Se piensa que un niño que va mal en el colegio queda expulsado del sistema y se
genera muchísima angustia. En mi infancia no recuerdo eso. Había personas con
menos estudios, pero aprendían oficios. Es preferible un carpintero al que le
gusta lo que hace que un médico que está ahí por un designio familiar.
-He oído la frase de que hay que escuchar más y medicalizar
[cuando se medica sin ser necesario] menos. ¿Me la explica?
-Dentro de la dinámica social se nos transmite que todos los
malestares psíquicos o emocionales tienen una base orgánica; sea
descompensación de neurotransmisores o que hay déficit cerebral... Cosas que
comprobadas, comprobadas, no hay. Si hay anemia, en cambio, sale en la
analítica. Pero aquel mensaje ha calado. Y cala porque a todos nos resulta más
fácil pensar que de lo que sufrimos se puede resolver con algo rápido como una
medicación, en lugar de pensar qué nos está pasando, qué dice esa angustia de
mi historia, qué cambios tengo que hacer.
-Es más fácil tomar una pastilla que hacer cambios
profundos...
-No se trata de demonizar los fármacos. En algunos casos
están indicados. Por ejemplo, cuando una persona está muy angustiada. El
problema con la medicalización, no con la medicación, sino con la
medicalización de los niños es que se están dando fármacos por el malestar que
causan en los adultos, no por el malestar del niño. Cuando un niño tiene una
angustia y tiene sufrimiento claro que habrá que ayudar con fármacos. El
problema es que los adultos de hoy en día tenemos más dificultades para tolerar
niños que estamos ayudando a construir. Vivimos en una sociedad hiperactiva y,
lógicamente, los niños son hijos de esta época. Lo dice Beatriz Janín, criamos
niños que después no soportamos. Uniéndolo a que los adultos estamos con muchísimas
cosas y eso es un cóctel explosivo. Al final, en muchos casos, cuando la mirada
de los adultos cambia, a ese niño no hace falta medicarlo.
-¿Usted dice entonces dar menos fármacos y poner más oído?
-No lo digo yo, lo dicen los protocolos. Salvo en casos
excepcionalmente graves y porque el niño está sufriendo, no hay que medicar. El
problema que nos encontramos es que muchos niños llegan ya con la medicación
puesta desde atención primaria o desde un centro privado. Pero un niño que no
preste atención no significa que tenga un diagnóstico de TDH. A veces los niños
sufren mucho, algo les está pasando, algo que hay que abordar y entender, pero
que no es un trastorno de base orgánica. Y un niño angustiado no puede atender.
Un niño el sufrimiento y la angustia los muestra estando muy inquieto.
-Y con las listas de espera en la sanidad ¿hay tiempo
suficiente para escuchar a los niños?
-Por eso una de las reivindicaciones es que haya psicólogos
clínicos en atención primaria. En el equipo mío vamos de vez en cuando a
algunos centros de salud.
-¿Debería haber psicólogos en los centros de salud?
-De cara a evitar la medicalización que estamos viviendo
-que es importantísimo a nivel económico para la salud de las arcas públicas y
sobre todo para los pacientes- tiene que haber profesionales... Y los
psicólogos clínicos somos los indicados porque podemos ayudar mucho a entender
a la gente que está sufriendo, no por un trastorno orgánico que necesita
medicación, sino por cómo está viviendo las cosas que le están pasando en la
vida. En la época de la crisis han aumentado los problemas de depresión y
ansiedad. Eso no puede ser porque de repente los neurotransmisores se hayan
disparado. Es porque vivimos en una época que favorece que todos estos
sufrimientos pasen a primer plano. Que haya profesionales que ayuden a estos
pacientes y a los médicos de familia a abordar esos problemas en sus consultas
me parece importante.
-Pero en cinco minutos, el médico de familia lo tiene
difícil...
-Es muy complicado y recurrir a la medicación es tentador.
Los médicos no son conscientes del valor de otras cosas que ya están haciendo.
El mirar a un paciente a la cara, conectar con el paciente, el escucharle... No
se le da valor. Aunque hay pacientes que si no se van con una receta en la mano
no se han sentido atendidos. Para conectar con un paciente hay que tener algo
de tiempo, el ordenador tiene que quedar a un lado. Yo intento no escribir con
el paciente delante, tengo que quedarme después a escribir todo. Los pacientes
son personas y hay que mirarlos; tienen que sentirse escuchados y contenidos.
-¿Hay pocos psicólogos en el sistema público?
-Pocos, muy pocos. La media europea de psicólogos clínicos
es de 18 por 100.000 habitantes y en España es de 4,2. Hacen falta más
psicólogos. Sobre todo porque nos encargamos de la atención de los niños y
adolescentes y la demanda ha subido.
-¿Por qué sube?
-Hay niños que vienen con el sello de TDA con y sin
hiperactividad, cada vez hay niños con sospecha del espectro autista, muchos
niños con problemas emocionales por malos divorcios, con problemas de
conducta...
-¿Sigue el estigma de la enfermedad mental?
-Las personas con diagnóstico de trastorno mental grave
tienen un halo de que son más agresivas. Cosa que no es cierta. Las personas
que cometen crímenes no necesariamente están locas. Hay maldad y la maldad no
es un trastorno mental. A veces hay asociaciones [de pacientes con patología
mental] que tienen que conseguir pisos tutelados y tienen dificultades para
conseguirlos; cuando son ciudadanos de pleno derecho.
-Las generaciones de mayores de España pasaron la Guerra
Civil, la posguerra, la Guerra Mundial. Ahora vivimos en una sociedad con más
cosas resueltas y sin embargo, parece que tuviéramos más problemas y más
angustias...
-Ahora tienes la sensación de más necesidades. En aquella
época, a lo mejor con decir tenemos a la familia y un plato de comida ya tenían
suficiente. El pediatra Carlos González comenta que sus padres criaron a tres
hijos con un sueldo y que ahora las familias, trabajando los dos, no llegan a
fin de mes. En parte porque los sueldos son pequeños y en parte porque tenemos
la sensación de necesitar más cosas. Nos han creado muchas más necesidades y
también los sueldos no son muy allá. También estamos en la época de la
insatisfacción porque necesitamos más cosas que en el fondo no son tan
necesarias. Pero también es porque arrastramos unos años de crisis y hay gente
pasándolo mal.
-¿Cuál sería su consejo a los lectores para cerrar esta
entrevista?
-Conectar con los demás me parece importante. Y desconfiar
de los mensajes que hacen pensar que cuando se sufre, algún problema orgánico
existe. En algunos casos puede haber una base orgánica, ojo. Pero en la mayor
parte de las cosas que se están viendo en las consultas tanto de atención
primaria como de salud mental, las personas realmente están sufriendo, pero no
están enfermas. Por lo tanto se puede salir, lo que pasa es que hay que
entender qué está pasando. Hace falta poner palabras, hay que conectar con lo
que a uno le pasa, con lo que uno siente. Y eso vale también para los niños.
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