"Debemos soportar infinidad de historias falsas"
La abuela de Facundo Burgos, el niño que el miércoles pasado
fue fusilado por la espalda por la policía tucumana, publicó una carta en la
que describe el crimen de su nieto de doce años como un nuevo caso de gatillo
fácil. Denuncia las versiones falsas difundidas por los medios, las violencias
padecidas en el hospital y en la comisaría, y exige justicia. “Ahora, el barrio
está lleno de patrullas”, advirtió.
El colectivo La Garganta Poderosa difundió hoy una carta de
Mercedes del Valle Ferreira, la abuela de Facundo Burgos, el niño de doce años
asesinado en San Miguel de Tucumán de un balazo en la nuca luego de que la
policía local intentara detenerlo junto a su amigo Juan por “circular de forma
sospechosa”. En ese texto Del Valle Ferreira desenmascara a los medios que
repiten sin más la versión policial de que los chicos habían iniciado “un enfrentamiento”.
La abuela de Facundo
también denuncia el trato recibido en el Hospital Padilla, donde “nos
recibieron con mentiras los voceros arreglados con las Fuerzas”. La primera
explicación de los hechos que la familia recibió en el hospital fue que el niño
había sufrido un “accidente vial”. Pero, minutos después, “la tomografía nos
anunció que había fallecido por el tiro de un arma de 9 milímetros.”
Un nene de 11 años fue asesinado en Tucumán por “circular de
forma sospechosa” | Más policías inspirados en Chocobar
Por Adrian Figueroa Diaz
La noche del miércoles Facundo y Juan volvían en moto a su
casa de ver picadas y se cruzaron con una persecución policial. Facundo recibió
un balazo en la nuca y su amigo, que conducía el vehículo fue herido en una
pierna y en la cabeza. Después del hecho, los uniformados involucrados en el
episodio quedaron detenidos pero fueron liberados pocas horas después. Facundo
fue trasladado al hospital, donde murió a las 4.30 de la madrugada debido al
proyectil que le dejó un orificio de entrada y otro de salida. En la carta su
abuela lo describe como un niño que soñaba con ser como Messi y con comprarle
una casa a su familia, que acababa de terminar la primaria con buenas notas y
esa noche había dejado la mochila preparada para empezar al día siguiente la
secundaria.
Mataron a mi negrito
Por Mercedes del
Valle Ferreira
"Ya no me quedan lágrimas. Nos destrozaron la vida. El
Negro era un niño maravilloso, lleno de amistades, que no tenía problemas con
nadie. Y anteayer a la madrugada, a pocas horas de su primer día en la
secundaria, lo mataron, me lo mataron. Tenía 12 años: 12 años, tenía,
¿entienden? Un niño, hermanito de otras dos niñitas, de repente pasó a estar en
el hospital Ángel Padilla, tirado en un rincón, con la cabeza destrozada… Era
una criaturita, mi criaturita.
¿Cómo se hace? ¿Cómo hacemos? ¿Quién se lleva este dolor?
Para colmo, debemos soportar infinidad de historias falsas, circulando por
internet o televisión, porque no, nada hubiera justificado lo que hicieron,
pero mi nieto no robaba, ni manejaba un revólver, como inventa la Policía.
Había terminado la primaria en la escuela Miguel Lillo con muy buenas notas y
estaba por arrancar su nuevo ciclo en la ENET Nº5. Ya tenía todos los útiles,
la mochila preparada y su ropa lista. Es más, acabábamos de comprar unos
zapatos que no le gustaban para nada, pero los necesitaba para arrancar el
colegio. Vivía conmigo y con sus tíos, en mi casa, en el barrio Juan XXIII,
conocido como Villa Bombilla, en Tucumán.
El miércoles a la noche, Facu salió en moto con Juan, un
amigo dos años más grande, para ir a ver las picadas en el Parque 9 de Julio,
como es común acá entre los changos… Al regresar, pasada la medianoche, unos
uniformados les dispararon a quemarropa, así, ¡a quemarropa! No existió ningún
enfrentamiento. Y en cuanto nos enteramos, salimos corriendo al hospital, donde
nos recibieron con mentiras los voceros arreglados con las Fuerzas. “Sufrió un
accidente vial”, nos dijeron. Y minutos después, la tomografía nos anunció que
había fallecido por el tiro de un arma de 9 milímetros.
La versión oficial vino acompañada por un cordón policial,
porque “íbamos a generar problemas”. Y entonces inmediatamente fuimos a la
Comisaría 1ª, donde nos dijeron que los agentes ya estaban detenidos. Éramos
dos mujeres y ellos un montón de hombres, apuntándonos con itakas. Nos ocultaron
información y nos sacaron zamarreándonos de los brazos. Ahora, el barrio está
lleno de patrullas y, mientras dejo caer estas palabras como lágrimas, comienza
una razia en la otra cuadra, bajo la mira de un helicóptero policial que
sobrevuela la zona.
El 7 de mayo, Facu iba a cumplir 13. Y sí, soñaba ser como
Messi, para poder comprarle una casa a su mamá, que vive en Santa Fe. Allá, él
había jugado al fútbol en Unión de Sunchales y tenía pensado volver en unos
meses. ¡No podrá! Me parece verlo ahora, jurándonos que algún día nos iba a
comprar “una mansión, para poder vivir mejor”. Lo pienso y todavía no entiendo.
¿Cómo que no volveré a ver a mi nieto? ¿Cómo que no volverá a correr hasta mis
brazos, gritándome "Pachona, Pachona"? ¿Cómo que lo mataron, si nunca
nadie dijo nada malo de mi negrito? No puedo explicar lo que siento aquí, en el
pecho. ¡No saben cuántos amigos tenía! No saben cuántos niños había en su
entierro.
¡Su entierro!
Ahora sólo nos queda luchar, yendo a Tribunales todos los
días, caminando en los pies de todos ustedes, todas las veces que haga falta,
porque nosotros no tenemos plata, pero tenemos dignidad. No entendemos y nunca
podremos entender por qué hicieron lo que hicieron, pero no van a detenernos
hasta que no se haga justicia, para que mi nietito pueda descansar en paz. Yo
sigo llorando. No puedo parar. Siento un dolor inmenso, que ya no puedo calmar
con sus abrazos...
Te juro, mi negrito,
que no voy a bajar los brazos"
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