Un gendarme le confirmó a su esposa por Whatsapp que hubo un
detenido en el río
Entre las 18 carpetas que recibió la fiscal Silvina Ávila
con la información obtenida de los celulares de los gendarmes que participaron
en el operativo de Pu Lof donde desapareció Santiago Maldonado, un dato
revelado hoy encendió las alertas: un gendarme le confirmó a su esposa por
WhatsApp que hubo un detenido a la vera del río. La información fue revelada
por el periodista Ricardo Ragendorfer en Tiempo Argentino.
La conversación tuvo lugar el 11 de agosto y dice lo
siguiente:
Esposa del Gendarme:
Te pregunto están haciendo allanamiento en Esquel. Sabés
algo
Por el tal Santiago
Que se perdió después de la manifestación mapuche
Esa donde vos estuviste.
Gendarme:
Si es en Leleque, cerca del maitén (sic) y el Bolsón, pero
Gendarmería lo detuvo pero lo liberaron y de ahí no se sabe más nada.
Esposa del Gendarme:
Guauuu
Qué quilombo.
Dentro de las transcripciones recibidas figura una llamada
de un oficial a un gendarme que fue grabada en el celular del oficial:
Oficial:
Che, te quiero preguntar… entre nosotros, ¿qué pasó en la
orilla?
Gendarme:
Mire, ya dije todo. Está en el acta. No voy a hablar más.
Entre los mensajes que complican a Gendarmería se encontró
un mensaje de texto enviado a un gendarme por alguien agendado como “Amor” con
un consejo:
Tené cuidado. Vos no escuchaste ni dijiste que Robledo le
dio un piedrazo al individuo. Vos estabas lejos. Por eso estaban preguntando
quien estuvo al momento que Neri estaba almorzando.
“Neri” es el gendarme Neri Armando Robledo. Si bien el
mensaje y la aplicación fueron borrados del celular, los expertos de la PFA
lograron recuperar el contenido, aunque la fecha quedó “a determinar” entre el
7 y el 14 de agosto.
De acuerdo a los datos publicados, los tres móviles desde
donde se obtuvieron estos intercambios, pertenecen al grupo de 7 gendarmes que
el Ministerio de Seguridad investiga, y que esta semana desfilaron con
uniformes de la PFA por el Juzgado de Otranto, donde sus declaraciones
contradicen la versión oficial.
Todos los gendarmes coincidieron en declarar que hubo un
grupo que rastrilló la vera del río buscando manifestantes.
El Comandante Juan Pablo Escola jura y perjura que la tropa
jamás estuvo a menos de 40 metros del río, a excepción de un grupo fuera de
control.
El Sargento Daniel Orrego confirmó que los gendarmes
actuaron siempre bajo órdenes de Escola: “No hubo insubordinados”.
El Cabo Darío Zoilán afirmó que un gendarme gritó: “¡Tenemos
a uno!”
Los gendarmes que desfilaron por el juzgado de Otranto
coincidieron en asegurar que todo lo que ocurrió en el operativo fue ordenado
por el Comandante Escola, quien recibía órdenes directas del Comandante Mayor
Balari, quien a su vez ejecutaba las órdenes recibidas del Jefe de Gabinete de
Seguridad, Dr. Pablo Noceti. Todos ellos allí presentes.
Noceti hasta las manos.
Según Tiempo fue el comandante de El Bolsón quien, minutos
antes de las 11.00 –según la fuente consultada– se comunicó con el teléfono del
funcionario Pablo Noceti. Durante el 31 de julio hubo varios contactos entre
ellos y al menos dos al clarear ese martes. Pero este, de acuerdo al horario,
ocurrió cuando Noceti venía desde Bariloche por la ruta 40 hacia el territorio
mapuche y Méndez abdicaba al mando de la tropa para instalarse en una
camioneta, antes de ir –tal como luego dijo– a “un baño” cuya ubicación no
especificó. Después se detectó una llamada entrante al aparato de Escola; en el
otro lado de la línea estaba Noceti. Habría muchos más llamados suyos al
subjefe de Esquel –ahora al mando del operativo– a partir de las 14.00, en
ocasión de su paso por donde permanecía detenida la vocera mapuche, Soraya
Malcoño.
En los días siguientes las comunicaciones entre el hombre de
Patricia Bullrich y los cabecillas zonales de Gendarmería fueron frecuentes.
Una de estas hasta es mencionada en un parte de inteligencia
emitido el 3 de agosto por dicha fuerza –de acuerdo a lo revelado por Gustavo
Sylvestre en C5N–, cuyo contenido es asombroso: “Se recepcionó llamado
telefónico del ministro (sic) de Seguridad, Pablo Noceti, quien libraría oficio
judicial al efecto de hacer pericias a los vehículos utilizados en el operativo
informado por Es/Esquel mediante MTO HIA 3432/17 – Archivo Puma 134”.
De modo que Noceti alertó la realización de tal diligencia
con siete días de anticipación. Y con datos que podrían haber sido obtenidos
por boca del mismísimo juez Guido Otranto.
Ahora se entiende la razón que tuvo el magistrado en negarse
a cruzar el teléfono de Noceti con los aparatos de los gendarmes: pavor a que
esa medida pudiera detectar embarazosas llamadas entre el polémico funcionario
y su propia línea. Una promiscuidad que se extiende hacia la fiscal Silvina
Ávila, cuya secretaria letrada, Rafaella Riccono, es nada menos que la esposa
de Otranto.
Las pericias telefónicas de la Federal llegaron al despacho
de la doctora Ávila el jueves 14 de septiembre. Pero antes habían recorrido un
largo camino. Concluidas el miércoles de la semana anterior, sus hacedores las
enviaron al despacho del jefe de esa fuerza, comisario Néstor Roncaglia. Y al
otro día éste las elevó al Ministerio de Seguridad. Así, bajo una dramática
urgencia, nació la hipótesis de la “patrulla perdida”. De manera que durante la
calma chicha del domingo 9 los enviados de la ministra, Gerardo Milman y
Gonzalo Cané, se dejaron caer en Esquel para entregarle al juez las
disparatadas entrevistas realizadas por el tal Daniel Barberis; o sea, el
sustento de tal impostura.
No obstante, en los pasillos oficiales aún persiste un
motivo de zozobra: el resultado aún pendiente de los discos rígidos con datos
de inteligencia que fueron secuestrados en las computadoras de los escuadrones
de Esquel y El Bolsón. ¿Acaso podría haber allí datos previos sobre Santiago
Maldonado? Se dice que tal posibilidad convertiría a la señora Bullrich en un
cadáver político.
Todo maniobra tribunalicia supone una denodada lucha contra
el azar. Pero ya se sabe que esa es una lucha desigual. En este caso, los
resultados se van tornando calamitosos.
Las declaraciones del grueso de los uniformados dejaron en
claro que durante el 1º de agosto una horda de gendarmes efectuó un
“rastrillaje” en una orilla del río en busca de “manifestantes”. Una fatalidad
narrativa en franca contradicción con la versión de Escola, quien juraba que su
tropa jamás estuvo a menos de 40 metros de allí. Con la excepción –claro– del
grupo uniformado fuera de control. Y quien decapitó esa tesitura fue el
sargento Daniel Orrego, y con sólo tres palabras: “No hubo insubordinados”.
Otros gendarmes aseguraron que todo lo que sucedió en el
operativo fue ordenado por Escola. Y ahora, para colmo, el cabo Darío Zoilán
afirmó haber escuchado como uno de sus camaradas de armas gritaba “¡Tenemos a
uno!” Otras tres palabras fatales; esta vez, para un pacto de silencio. «
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