Por Marcelo Justo
Desde Londres
Imagen: Leandro Teysseire |
En medio de tanta noticia oscura
que llega de Argentina, en medio de Roberto Navarro y la deuda y los despidos,
en medio de la gigantesca ausencia de Santiago Maldonado, aparece en este
Londres prematuramente frío la toma de escuelas y un YouTube con la
intervención de Ofelia Fernández, presidenta del centro de estudiantes del
Carlos Pellegrini, que al principio me rebela por el grado de idiotez o
autoritarismo o ambas cosas que revelan tanto la conductora como los panelistas
frente a la actitud siempre educada, impecablemente informada y argumentada de
la estudiante, algo que parece faltar en casi todos los debates adultos
televisivos.
Es una razón más para bajonearse
que se suma a las nubes frías del cielo londinense y a la sensación de que los
dinosaurios de Charly García gozan de cada vez mejor salud en Argentina, como
prueba ese sargento disfrazado de periodista (o al revés) que, escandalizado
por la insubordinación adolescente, intenta encubrir su supina ignorancia del
tema llamándola “nena”, a lo que ella, con esa enorme dignidad que admiro de
los debates televisivos o parlamentarios británicos, le dice muy calma, que no
la llame nena y sigue exponiendo con pasmosa claridad sus razones (confieso que
yo hubiera agregado, “mire, yo no lo llamo a usted vejete amargo, así que no me
llame nena”, pero se ve que a mí me falta esa altura de los debates ingleses)
Afortunadamente, en medio del
bajón que suele producir la TV nacional, una luz despejó un poco el gris
medioambiente que se había metido en mi estudio y mi computadora porque se me
ocurrió que el debate era también una razón para tener un siempre relativo
optimismo, condicionado a la evolución de los hechos. La cuna de la democracia,
los griegos, colocaban a la polis y la participación de los ciudadanos libres
(esclavos y mujeres abstenerse), en el centro de la vida social. Ofelia
Fernández sería un ejemplo para los griegos, salvo por el temita del género,
porque hay que admitir que los griegos habrán estado en el origen de la mitad
de las cosas que practicamos hoy –desde la democracia hasta la filosofía y los
juegos olímpicos– pero en ese temita eran un poco tradicionales y,
probablemente nos traspasaron algunas taras, vaya a saber, aquello floreció
hace unos 26 siglos, años más, años menos, y, sin embargo, como se sabe, las
taras, una vez que surgen y se consolidan, son muy difíciles de erradicar.
En todo caso, una pena para ella
que le haya tocado ese panel tan pobre e indigno, pero bueno es lo que hay, y
eso que hay no es tan poco, pensé ya más reanimado, mientras revisaba videos de
estudiantes y encontraba en medio de la búsqueda a Ivan Schargrodsky en el
programa de Victor Hugo (uno ve mucho You Tube con elecciones a la vista, nubes
tan cargadas de invierno y Brexit). En el programa, Schargrodsky comentaba su
emoción al visitar escuelas tomadas con el Cadete y escuchar a los estudiantes
y asombrarse con su compromiso y claridad argumentativa. “A esa edad yo era un
tarambana”, dijo Schargrodsky, algo que
Victor Hugo calificó entre risas de imposible (coincido). En resumen, que en
medio de tanta oscuridad, con tanto cielo metafórico y real sombrío, Ofelia y
los otros estudiantes resultan un aliento, leve, ligero, pero aliento al fin,
para esta maltrecha democracia argentina, así que desde muy lejos, desde este
Londres bello y grisáceo, Carta Magna de por medio, gracias, muchas gracias.
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