A Antonio Vicente, brasileño de 83 años, le dijeron que era
un loco cuando hace más de cuarenta años soñaba con frenar el avance de la
agricultura. Hoy vive en su bosque recuperado de 30 hectáreas, en las afueras
de San Pablo. Su particular gesta.
Lo de Antonio Vicente es contracultural. Hizo lo que nadie
hacía. Y por eso lo consideraron un loco. Es la historia del loco que compró un
pedazo de tierra y empezó a plantar árboles. A 200 kilómetros de San Pablo,
Brasil, creó su propia selva porque su ecuación de la vida tenía una incógnita:
él estaba comiendo los frutos que alguien había plantado. "Cuando empecé a
plantar, la gente me decía: 'No vas a poder comer las semillas, porque la
planta tarda 20 años en dar frutos. Yo les decía: 'Voy a plantar estas
semillas, porque alguien plantó las que estoy comiendo ahora'. Así que las
plantaré para que otros las coman". Así interpretó Antonio Vicente, el
filántropo brasileño creador de 50 mil árboles.
Casi 8.000 hectáreas
de selva fueron destruidos entre agosto de 2015 y 2016 de julio en el Amazonas,
según fuentes oficiales
Hoy tiene 83 años. Cuando tenía catorce se mudó a la ciudad
y trabajó de herrero. En 1973 aprovechó que el gobierno militar de su país
ofrecía créditos blandos para invertir en tecnología agrícola en una intención
de reactivar la agricultura. Invirtió todo su capital en comprar treinta
hectáreas de una región de montañas bajas, próximo a San Francisco Xavier, una
localidad de cinco mil habitantes. Pero él no deseaba impulsar la actividad
agropecuaria. Su misión era más noble: quería recuperar el bosque.
Plantó 50 mil árboles a 200 kilómetros de San Pablo y hoy
vive en su propia selva (Tommaso Protti/The Guardian)
Plantó 50 mil árboles a 200 kilómetros de San Pablo y hoy
vive en su propia selva (Tommaso Protti/The Guardian)
Antonio Vicente fue criado en una frondosa familia de
campesinos que padecían la proliferación de los campos. La flora, la fauna y
los bosques nativos perdían la batalla de la capitalización contra la
naturaleza. De nuevo hizo una lectura acertada: "Cuando yo era niño, los
campesinos cortaban los árboles para crear pastizales y por el carbón. El agua
se secó y ya no regresó. Yo pensé: 'el agua es valiosa, nadie fabrica agua y la
población no deja de crecer. ¿Qué va a pasar? Nos vamos a quedar sin
agua'", reflexionó en diálogo con la BBC. La expansión de la agricultura
destruyó los recursos hídricos y regó de suelos erosionados la zona: no había vegetación
que absorbiera y retuviera agua.
Hizo del bosque su casa: vivió bajo un árbol, rodeado de
zorros y ratas, se bañaba en el río y dormía sobre un colchón de hojas.
"Pero nunca tuve hambre. Comía sándwiches de banana de desayuno, almuerzo
y cena", agregó. Se dedicaba a plantar, en un lluvioso ecosistema
tropical, su paraíso de árboles. Estaba construyendo futuro. Casi 50 años
después, el escenario es diferente.
El área recuperó su vegetación, sus cursos de agua y su
fauna (Tommaso Protti/The Guardian)
El área recuperó su vegetación, sus cursos de agua y su
fauna (Tommaso Protti/The Guardian)
En su casa, Vicente tiene vivo el recuerdo del antes, del
origen. "En 1973 no había nada. Era todo un pastizal. Mi casa es más
hermosa que lo que ves aquí -le marcó al periodista de la BBC-, pero hoy no
podrías tomar fotos desde ese ángulo porque la tapan los árboles, que son tan
grandes". Su selva además de árboles recuperó el agua: cerca de 20 fuentes
actuales superan al pequeño curso de agua que sobrevivió al siglo pasado. Y
celebra el regreso de los animales: "Hay tucanes, todo tipo de aves, un
gran roedor llamado apaca, ardillas, lagartijas, zarigüeyas, e incluso están
regresando los jabalíes".
La historia de Antonio Vicente es apenas un oásis en una
región paulista que perdió 183 mil hectáreas deforestadas de bosque atlántico
en procura de la agricultura agresiva. La Fundación Bosque Atlántico SOS y el
Instituto Nacional de Brasil para la Investigación Espacial -INPE- convirtió en
porcentajes esta estadística: del 69% del estado de San Pablo que estaba
representado por el bosque atlántico se redujo al 14 por ciento. "Si todo
el mundo siguiera el ejemplo de Vicente, nuestra tarea sería mucho más
fácil", apuntó Rodrigo Medeiros a The Guardian, vicepresidente de
Conservación Internacional Brasil, una de las organizaciones que forman parte
de La Alianza para la Restauración de la Amazonia. Es la historia del loco que
vive con su familia de árboles, para que alguien coma las semillas que plantó.
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