Todas las voces y músicas de la Patria Grande

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domingo, 29 de septiembre de 2019

Operativo Cóndor

El Operativo Cóndor fue una acción armada llevada a cabo el 28 y 29 de septiembre de 1966 por un grupo de argentinos que desvió un avión civil de Aerolíneas Argentinas y obligó a su comandante a aterrizar en las islas Malvinas, habitadas por el Reino Unido pero reclamadas históricamente por la Argentina.

El 28 de septiembre de 1966, un comando armado de 18 estudiantes, obreros, sindicalistas y periodistas, en su mayoría militantes peronistas y nacionalistas, secuestró un avión Douglas DC-4 LV-AGG de Aerolíneas Argentinas, que había partido desde Buenos Aires a la 00:34 y tenía por destino a Río Gallegos, y lo desvió, aterrizando en las islas Malvinas unas horas más tarde. Los jóvenes se llamaban a sí mismos «cóndores»; casi todos eran peronistas. La edad promedio del grupo era de 22 años.

El Operativo Cóndor ―como fue bautizada la acción armada― fue comandado por Dardo Cabo, de 25 años de edad, periodista, metalúrgico y activo militante peronista nacionalista, hijo del sindicalista Armando Cabo.

Los miembros del Operativo Cóndor fueron:

María Cristina Verrier, dramaturga y periodista (27 años), hija de César Verrier (juez de la Suprema Corte de Justicia y funcionario del gobierno del expresidente Arturo Frondizi)
Fernando Aguirre, empleado de (20)
Ricardo Ahe, empleado de (20)
Pedro Bernardini, obrero metalúrgico (28)
Juan Bovo, obrero metalúrgico (21)
Luis Caprara, estudiante de ingeniería (20)
Andrés Castillo, empleado de la Caja de Ahorro (23)
Víctor Chazarreta, obrero metalúrgico (32)
Alejandro Giovenco Romero (21)
Norberto Karasiewicz, obrero matalúrgico (20)
Fernando Lisardo, empleado (20)
Edelmiro Jesús Ramón Navarro, empleado (27)
Aldo Ramírez, estudiante (18)
Juan Carlos Rodríguez, empleado (31)
Edgardo Salcedo, estudiante (24)
Ramón Sánchez, obrero (20)
Pedro Tursi, empleado (29)
El comandante de la aeronave era Ernesto Fernández García, y entre los pasajeros figuraba el gobernador del por entonces Territorio Nacional de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, contraalmirante José María Guzmán. También viajaba en el avión el periodista y empresario Héctor Ricardo García, dueño del diario porteño Crónica.

Hacia las 6 de la mañana, cuando el avión, con 35 pasajeros a bordo, sobrevolaba la ciudad de Puerto Santa Cruz, los integrantes del grupo tomaron las armas que llevaban ocultas en los equipajes y consiguieron el control del avión: Dardo Cabo y Alejandro Giovenco se dirigieron a la cabina, donde exigieron al piloto que torciera al rumbo 105, hacia Malvinas. Este alegó falta de combustible y desconocimiento de la ruta de navegación correspondiente, pero finalmente obedeció las órdenes. Para no atemorizar a los pasajeros, se les informó que la aeronave regresaba a Comodoro Rivadavia.

Aterrizaje

La novedad sobre la operación en el diario Clarín (Buenos Aires).
El piloto logró encontrar la ubicación de las islas gracias a las diferencias en el patrón de la cobertura nubosa que frecuentemente las cubre. Entre algunos claros divisaron tierra firme y tras algunas rondas de reconocimiento que les permitieron localizar la población de Puerto Stanley,1 aterrizaron a las 08:42 en la pista de carreras de caballos de 800 m de largo, después de haber sobrevolado durante 40 minutos el lugar para gastar combustible, detrás de la casa del gobernador inglés Cosmo Haskard (ausente ese día), sobre una pista para carreras hípicas. Abrieron las puertas, se tiraron con sogas, desplegaron delante del avión en forma de abanico e izaron siete banderas argentinas.2Debido a la dirección del viento el avión debió aterrizar alejándose del poblado, por lo que el grupo descartó la variante A ―tomar la casa del gobernador― ya que se carecía del elemento sorpresa. Los jóvenes descendieron, nombraron al lugar como Puerto Rivero, en homenaje al gaucho entrerriano Antonio Rivero que en 1833 resistió la invasión británica al archipiélago, y desplegaron siete banderas argentinas en las inmediaciones: cinco en los alambrados, otra en el avión, y la restante en una especie de poste de hierro cercano hincado en el suelo que sirvió así de mástil.

Numerosos civiles malvinenses (kelpers) se acercaron a ver qué ocurría. Algunos fueron tomados como rehenes, entre ellos el jefe de policía y el jefe de los marines británicos. Entre los restantes el comando distribuyó una proclama escrita en inglés; el texto informaba que los jóvenes no eran agresores sino argentinos que consideraban a las islas como parte de su propio país. Al poco tiempo el avión fue rodeado por la Fuerza de Defensa de las Islas Malvinas, a las que se unió casi un centenar de civiles kelpers.

Los jóvenes realizaron un comunicado utilizando la radio del avión, cuyas palabras tuvieron amplia repercusión en la Argentina.

«Operación Cóndor cumplida. Pasajeros, tripulantes y equipo sin novedad. Posición Puerto Rivero (islas Malvinas), autoridades inglesas nos consideran detenidos. Jefe de Policía e Infantería tomados como rehenes por nosotros hasta tanto gobernador inglés anule detención y reconozca que estamos en territorio argentino.»

El radioaficionado Anthony Hardy reprodujo la noticia, y su señal fue captada en Trelew, Punta Arenas y Río Gallegos, retransmitiéndose a Buenos Aires. Por la tarde, los civiles e infantes de marina británicos trabajaban en la instalación de reflectores, altoparlantes con música marcial, y nidos de ametralladora en las inmediaciones del avión. En los siete jeep ubicados delante y detrás del avión se habían apostado policías, infantes y civiles armados; en lo alto de un cerro vecino se habían desplegado tres carpas de campaña con refuerzos militares.

Por pedido expreso del líder del comando argentino, el padre Rodolfo Roel (de origen holandés), sacerdote católico de la isla, ofició una misa en castellano en el interior del fuselaje. Gracias a las gestiones del párroco, los tripulantes y pasajeros pudieron ser alojados en casas de familia de los isleños.

A las 04:30 del día siguiente, el gobernador británico, Cosmo Haskard, emitió un comunicado en el que exigía la rendición incondicional del grupo. Afirmaba que los soldados y policías tenían órdenes de disparar. El comando argentino se negó a entregarse. A las 15:00 hubo otra gestión con ese mismo propósito, esta vez a cargo del padre Roel, que también tuvo resultado negativo.

Desenlace
Horas después se arribó a un pacto: los argentinos dejarían las armas en el avión, como nave argentina, y serían acogidos por la Iglesia católica, quedando a cargo del padre Roel. No hubo rendición, los cóndores marcharon a la iglesia con sus banderas argentinas consigo.

A su regreso al continente, Cabo sintetizó así lo pactado:

«Fui a Malvinas a reafirmar la soberanía nacional y quiero aclarar que en ningún momento me he entregado a las autoridades inglesas, sino que acepté el hospedaje de la Iglesia católica ofrecido a través del arzobispo de las islas Malvinas; que me consideré detenido por la autoridad argentina que allí reconocí en el comandante de Aerolíneas, entregándole al gobernador de Tierra del Fuego e Islas Malvinas, señor almirante Guzmán, las banderas argentinas que flamearon en tierra malvineña durante treinta y seis horas.»

A las 17:00, los argentinos y el sacerdote salieron del fuselaje. Con el pabellón en brazos entonaron el Himno Nacional argentino, vigilados a 200 metros por los puestos de los militares británicos. Media hora más tarde entregaron las armas al comandante del Douglas DC-4, como había sido prometido. Pasaron casi 48 horas en la capilla de Puerto argentino. Rompiendo el pacto que tenían con Roel,[cita requerida] los británicos realizaron una requisa en el salón parroquial, y los «cóndores» decidieron que lo único que defenderían serían las banderas argentinas, por lo que Cabo, Giovenco, Rodríguez y Navarro envolvieron su pecho con ellas, bajo sus ropas. Afortunadamente los británicos, al ver la decisión de estos, no pretendieron apoderarse de dichas banderas.[cita requerida]

A las 19:30 del 1 de octubre, todos fueron llevados hasta el barco argentino ARA Bahía Buen Suceso a bordo de una lancha carbonera británica. Dardo Cabo entregó las banderas argentinas al almirante José María Guzmán en una bolsa:

«Señor gobernador de nuestras islas Malvinas, le entrego como máxima autoridad aquí de nuestra patria, estas siete banderas. Una de ellas flameó durante 36 horas en estas Islas y bajo su amparo se cantó por primera vez el Himno nacional.»

El lunes 3 de octubre, a las 3 de la mañana, el ARA Bahía Buen Suceso atracó en el puerto de Ushuaia.

Consecuencias legales
El 22 de noviembre de 1966, los integrantes del grupo fueron procesados por el Juez Federal de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, Dr. Lima, por los delitos de «privación de la libertad personal calificada» y «tenencia de armas de guerra». El secuestro de aviones no estaba contemplado en la legislación de la época. Fueron patrocinados por el abogado de la Confederación General del Trabajo y la Unión Obrera Metalúrgica Fernando Torres, el fueguino José Salomón, y otros profesionales. El procesamiento se refirió a los hechos ocurridos al desviar la nave aérea y no a lo ocurrido en Malvinas, que la justicia entendió que no constituía delito. Fueron condenados el 26 de junio de 1967. El 13 de octubre, la Cámara Federal de Bahía Blanca confirmó la sentencia, aunque hizo algunas modificaciones menores; por ejemplo, ordenó la devolución de las banderas a Cabo, su dueño, sosteniendo que:

«Las banderas argentinas, por el hecho de haber tremolado sobre una porción irredenta de tierra de la Patria, no son ni pueden ser consideradas instrumento de delito.
Por ello corresponde su oportuna devolución a quien ha demostrado actuar como su propietario.»

La mayoría recuperó su libertad tras los nueve meses que llevó el proceso, con prisión preventiva, pero Dardo Cabo, Alejandro Giovenco y Juan Carlos Rodríguez debieron pasar tres años en prisión, debido a sus antecedentes judiciales.

Más de diez años después y durante la dictadura autodenominada Proceso de Reorganización Nacional, el 6 de enero de 1977, Dardo Cabo, quien se encontraba detenido en La Plata por otra causa, fue asesinado junto con otras personas en un simulacro de fuga fraguado durante un traslado de detenidos, en una zona descampada del Parque Pereyra Iraola ubicado entre las ciudades de La Plata y Buenos Aires.

Por su parte, Alejandro Giovenco, que se convirtió en uno de los «burócratas y pistoleros de extrema derecha que dirimían a balazos el contencioso ideológico con los bombos nuevos del peronismo»3 y dirigente de la CNU (Concentración Nacional Universitaria) —organización que luego colaborará con la dictadura cívico-militar y que se encontraba ligada con la Triple A— murió en plena Avenida Corrientes de Buenos Aires cuando le estalló una bomba que trasladaba en su portafolio, en 1974.

Consecuencias políticas
La acción conmocionó al gobierno de facto de Juan Carlos Onganía, que cumplía tres meses de mandato, especialmente porque en ese momento se encontraba de visita no oficial en el país el príncipe Felipe de Edimburgo, esposo de la reina Isabel II, como presidente de la Federación Ecuestre Internacional, con motivo del Campeonato Mundial de Hipismo que se estaba por realizar en la Argentina.

El gobierno emitió el 29 de septiembre de 1966 un comunicado donde afirmaba que:

La recuperación de las islas Malvinas no puede ser una excusa para facciosos.

Las ciudades de Buenos Aires, La Plata y Córdoba, entre otras, fueron escenarios de numerosas manifestaciones populares donde se festejaba la acción del grupo de jóvenes. El Reino Unido decidió incrementar su fuerza militar en las islas: expandió el destacamento de Royal Marines desde seis integrantes a unos cuarenta.4

El incidente provocó comentarios en la prensa nacional e internacional

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