La historia del ex militar que no se sintió parte del grupo
de genocidas,que denuncio la doctrina de seguridad nacional y marcho con madres
de Plaza de Mayo en plena dictadura
- Más allá de que en 2006 papá recuperó aquello que López
Rega impidió, su marca personal fue el Coronel Cesio.
Marca, imagen, identidad. Ser publicista, vivir en La Lucila
y haber egresado del Colegio Champagnat, puede definir a una persona. Pero
Emilio tuvo un maestro en al arte de romper normas: su padre Juan Jaime Cesio,
perseguido por José López Rega y luego por la Junta Militar que gobernó el país
entre 1976 y 1983.
Porque El Coronel nacido en Alto Alberdi, Córdoba, era un
hombre que formó su pensamiento militar en un ejército industrialista,
desarrollista; cercano a esa Argentina grande con que San Martín soñó. Que no
se sintió parte del grupo de genocidas que mancharon el uniforme con la sangre
de sus compatriotas. Que denunció antes de que la historia transcurriese, las
bases ideológicas del latrocinio nacional.
El mismo que marchó con las Madres de Plaza de Mayo en plena
dictadura cívico militar. Que estuvo preso. Que fue miembro del Partido
Intransigente. Que escribió el libro “La cocina del cuartel” y fue uno de los
fundadores del Centro de militares para la democracia argentina (CEMIDA).
Ahora, Emilio, su hijo menor, tiene dudas. La mastica como
la tostada de pan integral y queso crema untable que no tarda en comer. ¿El
Coronel, su padre, es un prócer o un hombre extravagante?
La respuesta flota en su mente como el último pedazo de
madera hinchada en el río. Pero a veces las cosas no son tan complejas. Porque
sobre un hombre, además de sus enemigos, también hablan sus acciones. Más allá
de la institución donde se formó. Del clima de época.
NO TODO ES LO MISMO. Emilio estudió en el Colegio
Champagnat, de donde algunos años más tarde, egresó Marcos Peña, jefe de
Gabinete del actual gobierno. Pero Cesio hijo y Peña suenan discordantes entre
sí; en el modo en que se expresan, en la vinculación con el Otro.
Por su parte, Juan Jaime fue compañero de Raúl Alfonsín en
el Liceo Militar y en el Colegio Militar compartió promoción con Albano Eduardo
Harguindeguy y con Leopoldo Galtieri. Separados en tiempo y espacio, hijo y
padre atravesaron la socialización educativa junto a hombres influyentes en la
vida política del país. En 1795, Friedrich Schiller, en “Cartas sobre la
educación estética del hombre”, refiere en su novena carta: “El artista es sin
duda hijo de su tiempo, pero ¡ay de él que sea también discípulo o su
favorito!”. La cita del poeta, dramaturgo y filósofo alemán, no es antojadiza.
El mandato de Cesio padre, la moral imperante, se basó en no acatar los
mandamientos de una época. Su esposa siempre lo definió como una persona que
tenía una especial predilección por desafiar las convenciones.
- Ese rasgo –reconoce Emilio- lo hacía contradictorio,
polémico. Lo que lo define es la búsqueda de una identidad de saber para qué
luchaba en la vida. Un ser idealista, utópico. Más enamorado de las preguntas
que de las respuestas.
El Coronel decía que lo suyo era “un poco por principios,
otro tanto por vanidad”. Muy coqueto. Tanguero. Exigente. Reflexivo, encontró
en el tío de su esposa a su gran maestro. Fue Emilio Estiú, profesor de
filosofía de la Universidad de La Plata y de El Litoral.
- Con él empezó a leer filosofía. Pero antes había hecho la
Escuela Superior de Guerra. Aprendió de estrategia, táctica, política y
filosofía. Era muy apasionado. También tenía como referencia filosófica a Carl
Yung.
Entre 1969 y 1971, fue agregado militar en Francia, donde le
otorgaron la Orden Nacional del Mérito. Allí, sospecha Emilio, comenzó una
búsqueda distinta. Y cuando regresó a la Argentina, observó con otros ojos la
situación política local.
En 1973, fue secretario general del Ejército y acompañó al
comandante general Jorge Raúl Carcagno, quien denunció en la décima Conferencia
de los Ejércitos Americanos, la llamada “Doctrina de la Seguridad Nacional”
impuesta por los Estados Unidos.
“Un enemigo –definió Carcagno- que ataca al hombre mismo en su
esencia. No a una determinada civilización o contexto social regido por pautas
a las que podemos o no adherirnos (…) aquel que asigna a sólo una minoría
arbitrariamente elegida, la lucidez para advertir los problemas y aportar las
debidas soluciones (…) aquel que basado en el ideario neo nihilista (…) va en
pos de la destrucción por la destrucción misma. Aquel que procura el caos del
que emergerá espontáneamente, cual ave fénix, una feliz sociedad sin
contradicciones (…) Para el ejército argentino este es un enemigo perfectamente
delineado y no podría ser de otra forma. Porque es un enemigo de la humanidad”.
Carcagno no se refería a la “infiltración marxista” en las
mentes argentinas. Sino al neoliberalismo norteamericano. Duró apenas siete
meses en su cargo. Cesio corrió la misma suerte. Porque apenas Perón asume la
presidencia, José López Rega lo retiró del Ejército.
PADRE DESOCUPADO. Emilio nació en 1972. Un año más tarde su
padre fue apartado del Ejército. Entonces tuvieron más tiempo para compartir. A
los 6 años, El Coronel lo llevaba cine Grand Splendid a mirar publicidades. La
comunicación de masas era foco de interés. Pensaba que las trasnacionales eran
el enemigo a vencer. Leía a Marshall Mc Luhan y citaba el concepto de Aldea
Global para referirse al cambio de época. Que Emilio sea publicista, es el
deseo proyectado de un hombre que no acató mandamientos. Que sostenía, en plena
dictadura, que ser militar era otra cosa. Que había que trabajar para la
Patria.
- Era oficial de Comunicaciones. Trabajó en el tendido de
cables de la telefónica nacional hasta Ushuaia. Dormía en carpas. se sentía
heredero de la escuela de los militares que industrializaban. Como Mosconi,
como Savio.
En el relato de Emilio, hay una anécdota que marca la
frialdad de la cúpula militar que masacró a miles de argentinos y argentinas.
Una tarde, la segunda mujer de Massera se cruzó a su mamá y le contó que en una
cena de los genocidas con sus esposas, alguien preguntó: “Che ¿qué hacemos con
Cesio?”. Y que Jorge Rafael Videla había ordenado “operar”. Pero que en ese
momento, la mujer del general Roberto Viola, intervino. “Paren, conozco a
Tatana (esposa de Cesio), a los chicos. Compartimos regimiento, ¿cómo los van a
dejar sin padre?”. Todos siguieron comiendo como si nada hubiese ocurrido. El
comentario de la mujer de un genocida le había alargado la vida a Juan Jaime.
Pero en 1982, se publicó una entrevista donde Cesio se
refirió a Videla como un asesino. Luego marchó con las Madres de Plaza de Mayo.
Demasiada agua desbordó el vaso.
- Le hicieron un sumario militar. Como abogado defensor tuvo
al general Leal. Lo metieron preso 96 días en una casa del Regimiento de
Magdalena. Íbamos con mi cuñado Eduardo en auto y tardábamos como cinco horas.
Sólo lo dejaban ir a misa los domingos. Décadas más tarde, ahí estuvo Videla.
Hasta le quitaron hasta el uniforme. Y en democracia las cosas no cambiaron.
Pero su gran amigo Raúl Alfonsín lo nombró gerente de seguridad YPF.
Fiel a su esencia, El Coronel descubrió naftas adulteradas.
Denuncio las mafias, tocó intereses. Volvió a quedarse sin trabajo cuando
encontró las listas negras que había en YPF y las quemó en la Plaza de Mayo.
Otra vez fuera del sistema.
- Los sábados nos tomábamos el tren para ir a Banfield a la
casa de su amigo Oscar Allende. Yo me quedaba con Elena, la mujer. Tuve una
relación cercana con mi viejo.
GENERAL. En diciembre de 2005, Osvaldo Bayer le dedicó una
contratapa en Página 12. “Sí, -escribió Bayer- es cierto. Aunque nadie lo crea.
El coronel argentino Juan Jaime Cesio fue descalificado por falta gravísima al
honor con accesoria de pérdida del uso del grado, título y uniforme, por la
dictadura militar de la desaparición de personas. La medida la tomó el general
Bignone, sí, aquel que cerró el período de la infamia”.
Cesio siempre había sostenido que era un error ligar el
uniforme militar a la dictadura, al genocidio, al robo de bebés. Que esos
“señores feudales” habían entrado al poder a ocupar y conquistar. Pero que los
militares eran del pueblo, como los docentes. Que había miles de militares que
trabajaban para el pueblo. En inundaciones, en la Antártida, en emergencias
sanitarias. Pero que por culpa de ese núcleo, el estigma los alcanzaba a todos.
Sobre Videla decía que era un “inútil elegido porque era prolijo. Ordenado pero
con pocas luces”. Pero que en ese momento, había una necesidad corporativa de
elegir un jefe que reuniese esas características.
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