El pañuelo de las Madres en el
Vaticano
Un grupo de mujeres con sus
pañuelos blancos estará hoy en primera fila en una misa que oficiará Francisco.
–¿En qué podemos ayudar? –preguntó Renato desde Italia.
–Podrían organizar una ronda en
la Plaza de San Pedro para el Día de la Madre –propuso Hebe de Bonafini.
Su interlocutor quedó demudado.
Quería colaborar con los homenajes por los cuarenta años de las Madres pero no
estaba acostumbrado a esa audacia. La titular de la Asociación Madres de Plaza
de Mayo se puso a averiguar. Tenía un interlocutor de privilegio: el Papa.
“Le escribí a Francisco, le conté lo que
pensábamos y le pregunté cómo se podía hacer. Le expliqué lo mal que lo estamos
pasando acá, la persecución que sufrimos. Y le dije: ‘Vos sabés que hay cosas
que no se deben pero se pueden’”, explica esta mujer que a los 88 años sigue
dispuesta a desafiar.
Para reforzar el intercambio, le
grabó también un mensaje en video. Obtuvo lo que buscaba: hacer presente en el
Vaticano la lucha de las Madres con la anuencia del Papa.
El miércoles pasado, un emisario
de Francisco llamó a la Casa de las Madres. Habría un cambio de planes. Hoy se
realizará en la Basílica de San Pedro la canonización del “beato Mateus Moreira
y sus compañeros mártires”, quienes fueron asesinados en 1645 por soldados
calvinistas holandeses en la región del nordeste brasileño. El despliegue de la
ceremonia implicaba otras reglas de seguridad. Acordaron entonces que un
sacerdote irá a buscar, a las 9:45, al grupo de mujeres con pañuelos blancos
para hacerlas entrar a la misa de canonización presidida por el Papa y que se
sienten en la primera fila.
“Las Madres rompemos lo que está
establecido no porque seamos locas sino porque se puede”, repite Hebe sentada
al escritorio donde todos los días trabaja y pone en marcha lo que se les
ocurre. “Les diseñé también unos cartelitos con la consigna ¡No pasarán! Y
dibujos de los pañuelos de las Madres. Iban a llevar una bandera pero como no
se hace en la plaza, se los van a colgar al cuello”, explica.
–¿Qué significa para ustedes esa
presencia en el Vaticano? –le pregunta Página/12
–Es un acto importante para las
Madres, para que la gente vea que seguimos peleando y que esta gente vea cómo
nos tratan. Nos ve el mundo.
Es la inserción en el mundo que
los organismos de derechos humanos desarrollaron a lo largo de años de lucha.
Una inserción en el mundo que los protegió de los atropellos durante la
dictadura y les da resguardo ante el hostigamiento de la políticas del gobierno
de Cambiemos.
“Lo que dicen y hacen ahora con
Santiago Maldonado es lo que hicieron con nuestros hijos. Era terrible,
alevoso. Hubo madres que llegaron a ir a México después del terremoto del ‘85
porque les decían que sus hijos estaban ahí”, recuerda enhebrando los eslabones
de una continuidad que estremece.
Muy atrás en la memoria quedó el
día en que en el 2008 las Madres tomaron la Catedral porque el gobierno porteño
no le pagaba a los trabajadores de una cooperativa. Jorge Bergoglio era el
cardenal primado de la Argentina, nunca había recibido a las Madres ni a las
Abuelas, y muy pocos especulaban con que podría llegar a Papa.
“Pensamos: como (Gabriela)
Michetti (vicejefa de Gobierno en ese momento) era amiga de Bergoglio si
tomamos la Catedral la plata va a aparecer”, razonó Hebe.
-¿Hasta qué hora se van a quedar?
-les había dicho aquella vez Bergoglio
-Hasta que les paguen -respondió
Hebe
-Sabe señora que es el Día de la
Catedral y a las 7 de la tarde viene mucha gente
-No sabía, pero se ve que Dios me
guió -le retrucó la mujer. A las 6 les pagaron a todos.
Ese había sido el único diálogo
cara a cara entre el cardenal y Hebe hasta que ya convertido en Papa la recibió
durante dos horas en la residencia de Santa Marta en mayo del año pasado.
–¿Cómo pasó de ocuparle la
Catedral a llegar a este diálogo con el Papa?
Francisco “Paco” Oliveira, el párroco de la Isla Maciel fver aparte).ue a quien llamó primero Hebe para contarle que se
le había ocurrido hacer una ronda en la Plaza San Pedro. “Me han preguntado
cosas difíciles pero la verdad… no sé cómo se manejan”, le dijo el cura desconcertado.
Ella cortó camino y apeló directo al Papa. Renato, miembro de una de las
organizaciones italianas que apoyan a las Madres, se avino a las gestiones que
encabezó Hebe.
En el juego de equilibrios del
Vaticano, quienes conocen a Bergoglio señalan que su relación con la titular de
la Asociación Madres de Plaza de Mayo se enmarca en su necesidad de saldar su
propia historia como pastor católico.
Pasaron cuarenta años desde que
en 1977 tomaron la decisión de organizarse. Cuarenta años de la primera ronda,
de la primera asamblea, de la primera peregrinación a Luján en la que usaron
los pañuelos para identificarse, de la primera solicitada que desencadenaría el
secuestro y desaparición de tres madres: Azucena Villaflor, Esther Careaga y
María Eugenia Blanco.
“En estos momentos recuerdo todo,
mis hijos, los secuestros – primero se llevaron al mayor, después de meses al
más chico y después a mi nuera–, la clandestinidad. El esfuerzo de tanta gente,
la responsabilidad de enseñar lo que fueron, por qué luchaban, el compromiso de
defender y hacer lo que ellos querían para el pueblo”, repite Hebe de Bonafini
dispuesta a seguir dando batalla y construir algunas alianzas que hace pocos
años, en otro contexto, eran impensables. Espera que este Día de la Madre, la lucha
inclaudicable de esas mujeres que se pusieron de pie frente al terror aparezca
en el Vaticano.
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