A más de 3.000 metros sobre el
nivel del mar, en un solar rodeado de edificios de La Paz (Bolivia), miembros
del pueblo indígena aimara, llegados del lago Titicaca, ultiman la construcción
de una balsa hecha exclusivamente de juncos. La misión de la embarcación será
cruzar el océano Pacífico, de Sudamérica a Australia, en un intento de
demostrar que sus ancestros fueron capaces de completar ese periplo.
Se trata de una balsa de 18
metros de eslora, similar a la que durante siglos emplearon los aimaras y otros
sudamericanos para adentrarse mar adentro en tiempos precolombinos. Buck
explica que la tripulación internacional que subirá a bordo usará recipientes para
el agua fabricados en bambú y que se alimentará a base de plantas comestibles
como la quinua, patatas y del pescado que puedan capturar durante la travesía.
La primera escala de la
expedición está prevista que sea en la remota isla de Mangareva, en la
Polinesia Francesa, después de unos 60 días surcando el Pacífico. "Es uno
de los lugares más cercanos a Sudamérica, es una navegación a favor del viento
y es probable que sea el lugar en el que ellos [los indígenas] hubieran
desembarcado", argumenta Buck. "Hay una leyenda que cuenta que un rey
inca llegó a esa isla y regresó a Sudamérica seis meses después", añade.
Tras Mangareva la embarcación de
juncos pondrá a rumbo a Tahití, Fiyi y, finalmente, Sídney (Australia),
completando un recorrido de 10.000 millas náuticas.
Las expediciones de Phil Buck
están inspiradas en el viaje del explorador y escritor noruego Thor Heyerdahl,
quien en 1947 cruzó el Pacífico en la balsa de juncos Kon-Tiki. A principios de
este año fue botado el Kon-Tiki 2 para emular aquella aventura, pero el barco
acabó hundiéndose debido al mal tiempo y la tripulación se vio forzada a llamar
a la Armada de Chile para ser rescatada. El español Kitín Muñoz también se
inspiró en Heyerdahl y hasta en cuatro ocasiones se lanzó al mar dispuesto a
demostrar que los antiguos nativos pudieron cruzar océanos con sus totoras o
balsas de juncos. Sólo una vez, en 1999, logró su cometido; tardó 88 días para
completar los 8.000 kilómetros que separan Chile de la Polinesia francesa. Y
llegó con sólo un 50% de la embarcación original con la que zarpó junto a su
tripulación.
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