Publicado 3 días atrás en 18 febrero, 2018 Por Gabriela
Massuh
o el mundo del revés
El 15 de diciembre pasado, durante una protesta, soldados
israelíes balearon en la cabeza a un adolescente palestino de quince años,
Mohammed Tamimi. La bala de acero, recubierta de goma, le produjo una herida de
gravedad. Horas después los uniformados ingresaron en el patio de la casa de
Ahed Tamimi, su prima de 16 años quien, cegada por el dolor y la indignación,
los empujó y abofeteó. El episodio fue registrado por la madre de Ahed y se
viralizó de inmediato.
Estas trifulcas contra niños palestinos exasperados son
cotidianas en el pequeño poblado de seiscientos habitantes Nabi Saleh, ubicado
en Cisjordania, apenas a veinte kilómetros al norte de Ramallah. Las protestas
se deben a la contínua presencia de soldados apostados para proteger la
expansión del asentamiento judío de Halamish que, desde su fundación en 1977,
se apropió de las áreas cultivables, del agua y de la tierra de los palestinos
de la región. El poblado ha sido declarado “zona militar cerrada” y, aunque sus
habitantes pueden salir a trabajar, están prácticamente a disposición de las
fuerzas militares. El artífice de esta medida es el ministro de Defensa Avigdor
Lieberman, uno de los halcones del gabinete de Benjamín Netanyahu. Además de
cerrar el pueblo, se han retirado los permisos de entrada en Israel y de
trabajo a una veintena de parientes del clan Tamimi.
¿Quiénes son los Tamimi?
El padre de la niña que se hizo famosa a través de
innumerables videos donde se la ve insultar furiosa a soldados israelíes es
Bassem Tamimi, quien, junto con su mujer Nariman, vive en Nabi Saleh con sus
cuatro hijos tal como lo han hecho sus padres y sus abuelos. Bassem Tamimi fue
encarcelado en 2011 por liderar una marcha en contra de la ocupación y arrojar
piedras a los uniformados. En la cárcel fue torturado, estuvo diez días en coma
hasta que en 2012 un juicio lo condenó a diez meses de prisión. Su hermana,
Bassama Tamimi, fue muerta por un intérprete israelí durante un juicio en 1993
durante un confuso episodio, aparentemente por tropezar y caerse de una
escalera. Su primo, Mustafa Tamimi, murió cuando un soldado le arrojó una
granada durante una manifestación. En noviembre de 2012 su cuñado, Rushdi
Tamimi, fue alcanzado por un proyectil israelí y murió de inmediato.
Durante las frecuentes redadas a los palestinos de Nabi
Saleh, los soldados israelíes suelen reprimir con esa brutalidad que, aquí en
casa, nuestra gendarmería está copiando a rajatabla. En Nabi Saleh las fuerzas
represoras de Israel han recurrido con empecinamiento a carros hidrantes, gas
pimienta, balas de goma y balas de plomo. De los 600 habitantes hay más de 150
que pasaron por la prisión, con y sin juicios. Con y sin torturas. Por
manifestarse, por tirar piedras.
Ahed Tamini, que acaba de cumplir 17 años hace pocos días en
una cárcel israelí, es una recia representante de esta familia que adhiere a
Gandhi y por eso prefiere expresar su indignación a lo sumo con piedras o
gritos, jamás con armas. Se hizo famosa a los 9 años cuando un video suyo
recorrió el mundo. Muy rubia, de ojos azules, se la veía alzar sus bracitos
contra un grupo de soldados apostados en la entrada de su casa. “Salgan de
aquí”, les gritaba. “Fuera de mi calle, ustedes no nos defienden de los colonos
que nos amenazan con sus grupos armados; ustedes están aquí para defenderlos a
ellos”, los insultaba. A partir de ese momento su familia, en especial su
madre, comenzó a filmarla. La vimos crecer, siempre iracunda, siempre envuelta
en su eterno pañuelo palestino, enarbolando sus puños delante de las narices de
los soldados. Esas imágenes recorrieron el universo de las redes hasta que el
gobierno israelí dijo basta: esta chica está insultando impunemente al ejército
de nuestro país, nos hace quedar mal ante el mundo. Israel pareció despertar de
su bizarro letargo de tolerancia con los insultos y decidió arremeter contra la
niña. La preocupación de Israel no es el gatillo fácil de su ejército, no es el
número de niños palestinos que en sus cárceles oscila entre 200 y 400. No
quiere darse por aludido de que hay ya una tercera generación de infantes que
crece en territorios ocupados, cada vez más reducidos, custodiados, convertidos
en un laberinto infranqueable de muros, vallas, alambres de púa y alarmas. No
importa porque la gran mayoría de los medios del mundo están de su lado y
obedecen a la misma premisa: todos los palestinos son terroristas y merecen la
cárcel. También una menor de edad. Lo que sí importa es la cachetada de Ahed
Tamini contra un soldado del sacrosanto Estado de Israel. Que esos mismos
soldados arremetan a diario de manera brutal contra las víctimas de una de las
peores ocupaciones del mundo moderno, eso no les mueve un pelo.
Ahed debe ser castigada porque atentó contra las reglas de
la sumisión. Ella es la verdadera provocación, no el soldado que ingresa
ilegítimamente el umbral de su casa, el que coarta su paso dentro del hábitat
reducido, el que le indica qué camino tomar para ir a la escuela, el que mató a
sus familiares. Una bofetada es más importante que el oprobio. La niña rubia de
Nabi Saleh, sobre quien el ministro de educación israelí Naftali Bennet dijo
que “debería terminar su vida en la cárcel”, quiebra no solo las reglas sino
también varios mitos de la imagen simbólica de los palestinos. Una chica
vestida como cualquier púber de la escena occidental, que calza jeans,
zapatillas, lleva su ensortijado pelo rubio al viento y despotrica desde sus increíbles
ojos celestes, lesiona brutalmente la masculinidad israelí, algo nunca visto.
Una adolescente, sin chador, jamás vestida de negro, que podría integrar
cualquier equipo de hockey de los Estados Unidos, increpa solamente con sus
puños al sacrificado soldado israelí que vela por ella. Y así, de un plumazo,
Ahed echa por tierra la imagen demonizada y deshumanizada del palestino
terrorista, ese oscuro personaje que propagan los medios cuyo emblema, en el
mejor de los casos, es un grupo de madres y padres ululantes que llevan a
cuestas el féretro de sus hijos al cementerio. De pronto, el enemigo no es el
otro, es una otra que tiene la misma cara que su represor.
Sin embargo, la maquinaria mediática y su propaganda de
lavado de cerebros sigue su curso. Palestinian Girl in viral video arrested for making the occupation look
bad, sostuvo el diario Haaretz. El mismo medio propaga la noción de que
la chica rubia de pelo ensortijado usa ex profeso su apariencia nórdica para
conmover a todos los occidentales del mundo, convirtiendo así a Ahed Tamimi en
una especie de astuta Durán Barba de sí misma…
El 15 de diciembre pasado Ahed Tamimi integró una
manifestación contra la expansión de varios asentamientos israelíes cercanos a
la localidad de Nabi Saleh. Los doscientos integrantes de la protesta
provocaron una escalada de piedras contra los soldados quienes se organizaron
para sofocar los disturbios y entraron en la casa de los Tamimi porque, según
opinión del ejército, las piedras venían del interior de la vivienda.
Fue precisamente allí donde el primo de Ahed (Mohammed, de
15 años) recibió el disparo en la cara a corta distancia con una bala de acero
recubierta de goma, hiriéndolo gravemente. La adolescente, junto con su madre y
su prima Nour, increparon a dos soldados apostados fuera de la casa con golpes,
patadas y empujones mientras se registraba un video que de inmediato se
viralizó en todo el planeta. Cuatro días después, durante la noche del 19 de
diciembre de 2017, las fuerzas israelíes ingresaron en la vivienda de los
Tamimi, incautaron todos los materiales grabados y arrestaron a Ahed, a su
madre y a su prima Nour. El ministro de defensa Avigdor Lieberman festejó: “El
que se atreve al salvajismo diurno bien merece un arresto nocturno”.
Trece días después, siendo menor de edad, Tamimi fue acusada
por una corte militar israelí de agresión e incitación a la violencia. El
arresto de Ahed provocó un amplio debate en los Estados Unidos y Europa sobre
la actuación de los militares israelíes en la represión palestina.
El martes 13 de febrero comenzó el juicio contra Ahed a
puertas cerradas “para proteger la integridad de la menor”, como sentenció el
juez, con exclusión de prensa y diplomacia. Se la juzgará por doce cargos. “La
corte usa ahora el falso pretexto de proteger estos derechos para protegerse a
sí misma de las críticas que genera este caso”, sostuvo Gabi Lasky, abogada
defensora de Ahed Tamimi. Se dice que Lasky, quien fuera secretaria general del
movimiento pacifista Shalom Ajsav (Paz Ahora), intentará convertir el juicio de
Ahed en el paradigma de un gran juicio legal y político contra la ocupación
israelí en Palestina. “El control israelí de los territorios palestinos
constituye una ocupación ilegal”, sostuvo, poniendo en cuestión tanto la
jurisdicción como la legitimidad de una corte de justicia militar que juzga a
civiles y menores. “Cincuenta años después de la ocupación israelí del
territorio palestino, ya no se puede considerar como una situación temporal,
derivada de las necesidades militares”, sostiene Lasky, considerando injusto
que civiles palestinos sean juzgados por una corte militar israelí. “En ningún
otro país los niños son sistemáticamente juzgados por tribunales militares lo
que, por definición, está lejos de proporcionar las garantías necesarias que
aseguren el respeto a sus derechos”. Este aspecto resulta especialmente
relevante cuando Israel se jacta de ser la única democracia de corte occidental
en el cercano Oriente.
La próxima instancia del juicio, en la que se espera que las
acusadas sean declaradas culpables, tendrá lugar ante el mismo tribunal el
próximo 11 de marzo. Todo apunta a que las Tamimi recibirán una condena
ejemplificadora… a menos que haya una masiva protesta internacional. En el caso
de la Argentina, con sus actuales relaciones carnales con Israel, cabe temer
que ese apoyo será ciertamente nulo.
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