EL LADO HUMANO DE LA
CRISIS DEL FERROCARRIL
10/2/2018
Marcelo García y su familia le dedicaron su vida a la
estación de trenes de Sierra de la Ventana. Esta semana les dijeron que en un
mes se cierra.
Agencia
Sierra de la Ventana / laregión@lanueva.com
Llora como un chico.
Marcelo García no da más de la angustia. Cualquiera podría
pensar que es porque esta semana le comunicaron que la Provincia liquida
Ferrobaires, y que en algo más de un mes dejará de ser el jefe de la estación
Sierra de la Ventana.
No es por eso. Lo que
realmente le estruja el alma es la certeza de que se firmó el certificado de
defunción de su amado tren, al cual le dedicaron la vida sus padres, él y su
hermano Rubén.
Las lágrimas le brotan solas. Trata de frenarlas con los
dedos, haciendo alguna pausa en el relato, pero igual le corren por las
curtidas mejillas. La voz se le quiebra.
“No hay vuelta atrás
-dice-. La estación ya tiene su fin decretado; pasará a formar un listado de
estaciones desactivadas, cerradas como viene ocurriendo desde la década del '90
hasta ahora. Lo que jamás pensé es que yo sería el último en cerrarla”.
El cierre oficial
será el 15 de marzo próximo. Desde ese día quedarán a la buena de Dios no sólo
la estación de Sierra, sino otras importantes del ramal en esta región, como
las de Coronel Pringles, Laprida, Saldungaray, Cabildo y, hacia el sur, todas
las de la línea Pedro Luro-Stroeder-Patagones.
Así se lo dijeron
esta semana a Marcelo y a otros ferroviarios de la zona. Fue en una reunión
sorpresa organizada en Bahía Blanca por la Superintendencia de Transporte.
“Se calcula que 1.300 empleados quedarán sin trabajo, que
son los que dependen de Ferrobaires. Son 1.300 familias en la calle”, lamenta.
Su mamá entra a la sala y lo mira. Es una mujer delgada, de
87 años de edad, pero con una fortaleza enorme. En sus ojos, sin embargo, se
nota el dolor por partida doble: por el desguace del tren y por la angustia de
sus hijos.
Los García llegaron a Sierra de la Ventana en 1977. El
padre, Marcelo Bernardo, había sido nombrado jefe de la estación y no dudó en
mudarse allí con su mujer, Adela Salazar, y sus hijos Rubén Darío y Marcelo
Fabián.
Los cuatro -incluso Adela- se abocaron como familia a hacer
grande y pujante a la estación, dedicando muchas más horas que las
reglamentarias a tener todo impecable. Dicen algunos vecinos que aquellos
fueron los mejores años del tren en Sierra, y que una prueba de eso es el
premio que en 1981 le entregó Ferrocarriles Roca a los García por tener “la
mejor estación de la línea”.
En 1988 tras el fallecimiento del jefe de la familia, fue
sucedido en la estación por Rubén Darío. Así estuvieron 5 años, hasta que se
reabrió la estación de Saldungaray y Marcelo fue destinado allí en calidad de
jefe. Diez años después, en 2003, se dispuso un enroque, y los hermanos
intercambiaron las jefaturas de las estaciones.
“De mi paso por
Saldungaray me quedó la alegría de haber reinventado la estación, poner en
valor instrumentos originales y armar un mini museo”, recuerda Marcelo con
orgullo.
“En Sierra -agrega- también puse en valor de todos los
instrumentos originales, que están a la vista de quienes nos visitan”. Fueron
horas extra no registradas; tiempo y dinero propio dedicados a su amada
estación. Por eso Marcelo no se resigna.
“La estación fue declarada Sitio Histórico Cultural -dice-.
Hay que protegerla. Que no se convierta en un relato vacío, sino en algo
tangible que se pueda ver y conocer por generaciones”.
De la comunidad de Sierra -enfatiza- sólo ha recibido en los
últimos días “afecto, apoyo y agradecimiento”.
“Todos tenemos que
luchar para reactivar el tren de pasajeros. Sierra no puede perder un servicio
esencial como este, que permite viajar a personas de toda condición social y
que une a los puebles", cierra.
Objetivo: Que no se pierdan los puestos de trabajo
Reclamo. Dirigentes políticos y de distintas instituciones
se fueron sumando, en los últimos días, para pedir que las estaciones sigan
vivas y no se pierdan puestos laborales.
Proyecto. El bloque FPV-PJ de Tornquist presentó un proyecto
para que las estaciones de Saldungaray y Sierra funcionen como bocas de
expendio de Trenes Argentinos. Ayer el intendente Sergio Bordoni confirmó que
trasladó esa misma idea al director de Ferrocarriles Argentinos, Marcelo
Orfila, pero sólo para la estación de Sierra. Además, solicitó la cesión de las
estaciones al municipio en comodato.
Compromiso. Claudio Masson, referente de la Agrupación
Popular 25 de Febrero -una de las tantas entidades que se sumó a la lucha para
que no desaparezca el tren- relató una anécdota que muestra el compromiso de
Marcelo con el ferrocarril.
Descarrilamiento. “El 2 de septiembre de 2017, un tren que
transportaba soda cáustica descarriló a la altura de la estación y dañó el
viejo piso de la zona de espera. Sin esperar la orden de nadie, por vocación y
con dinero de su bolsillo, Marcelo arregló el piso de la estación con sumo
cuidado y esmero”, relató.
Excel. Masson también señaló que Marcelo transformó la
estación en una atracción cultural y social. Enfatizó que "actitudes de
este tipo no aparecen en una hoja de cálculo” en las computadoras de los
funcionarios de La Plata y Capital Federal.
La estación de trenes de Patagones alguna vez fue motivo de
orgullo. Hoy se cae a pedazos y solo transmite tristeza.
Las estaciones de
tren en la región, abandonadas y listas para el saqueo
Varias de las
estaciones de trenes de la región están en situación de abandono desde hace
años, por lo que la disolución de Ferrobaires no hizo más que formalizar un
final que ya era una realidad. Dos ejemplos concretos son las de Pringles y de
Patagones, que alguna vez figuraron entre las más importantes de la línea y hoy
están libradas al derrumbe y el saqueo.
"Mi oficina está un poco mejor, pero en la sala de
espera se cayó el techo y el resto esta muy roto", contó a La Nueva.
Daniel Ullúa, único empleado en Patagones.
Esta semana le comunicaron el cierre. Como está en edad de
jubilarse, inició los trámites. "Igual estoy triste -dice-. Nos dieron
tres meses para irnos”.
En Pringles la situación es aún peor: sólo hay un guardia de
seguridad. La estación recibe de vez en cuando la visita de Claudio Leprón, de
Saladillo, una suerte de interventor. El último jefe, Rubén Conti, se jubiló
hace años.
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