16 febrero,
2018
*Leandro
Morgenfeld
Tras casi una década de guerras de independencia en
Hispanoamérica, y luego de haberse mantenido prescindente, el gobierno de
Estados Unidos decidió que había llegado la hora de horadar la vieja hegemonía
europea en el continente. El 2 de diciembre de 1823, el presidente James Monroe
planteó en el Congreso la doctrina que llevaría su nombre y cuyo lema era
America for the Americans. Traducido, en su uso habitual, significaba que
América era para los norteamericanos. O sea que no permitirían avances de
potencias extra-continentales en lo que ellos denominan el Hemisferio
Occidental. En su famoso mensaje, Monroe declaró que considerarían cualquier
intento europeo de extender su sistema político al continente americano como
peligroso para la paz y la seguridad de Washington. La doctrina Monroe era una
de las manifestaciones del nuevo expansionismo que Estados Unidos desplegaría
en América en las décadas siguientes, construyendo un área de influencia
propia, bajo su estricto control. Durante casi 200 años, fue reactualizada y
reinterpretada en diversas ocasiones.
“La doctrina Monroe ha terminado” sostuvo el Secretario de
Estado de Barack Obama, John Kerry, el 18 de noviembre de 2013, ante
embajadores del continente en la sede de la OEA. Y Agregó: “La relación que
buscamos… no es una declaración de Estados Unidos de cuándo y cómo intervendrá
en los asuntos de estados americanos, es sobre todos los estados viéndonos como
iguales, compartiendo responsabilidad y cooperando en asuntos de seguridad”.
Ese discurso se inscribía en la estrategia que ensayó Obama en la Cumbre de las
Américas de Trinidad y Tobago (2009) –“buscamos una relación entre iguales con
los países de la región” – y procuraba también morigerar los efectos negativos
que tuvieron las declaraciones de Kerry del 17 de abril de 2013, ante el Comité
de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes, cuando se refirió
ofensivamente a la región como el patio trasero estadounidense, y el espionaje
masivo de su gobierno contra líderes regionales como Evo Morales y Dilma
Rousseff. Frente a una América Latina que avanzaba -aunque con dificultades- en
la construcción de una integración alternativa, impulsando nuevas instituciones
como la UNASUR y la CELAC. Frente a la creciente presencia de diversos actores
extra hemisféricos, Washington intentaba reposicionarse en una región
históricamente estratégica para su proyección imperial.
Más allá de su desdén hacia los hispanos y las agresivas
declaraciones contra Cuba y Venezuela, hasta ahora Donald Trump no había
precisado su política hacia América Latina y el Caribe. Con su discurso en
Texas, antes de su primera gira por la región, el Secretario de Estados Rex
Tillerson propuso una reafirmación de la Doctrina Monroe. En forma cínica, se
refirió a las actitudes imperiales de China y Rusia, retomó la anacrónica
retórica paternalista –que supone que Estados Unidos debe ensañarnos a
construir sistemas políticos democráticos- y procuró comprometer a los
gobiernos derechistas en su ataque contra los países bolivarianos.
El anacrónico discurso de Tillerson, con un claro sesgo
injerencista, puede tener acogida en los gobiernos derechistas, que tienen
afinidad ideológica con ese discurso más propio de la guerra fría y que
permanentemente esgrimen el modelo político y económico estadounidense como el
que hay que imitar, pero no entre los pueblos, que rechazan la prédica y
prácticas xenófobas y anti-hispanas del nuevo presidente estadounidense.
En los próximos meses, Trump tendrá su debut en la región.
Deberá asistir a la Cumbre de las Américas (Lima, 13 y 14 de abril) y a la
Cumbre Presidencial del G20 (Buenos Aires, 30 de noviembre y 1 de diciembre).
Más allá del alineamiento de los gobiernos de Kuczynski y Macri, seguramente
enfrentará en esas capitales masivas protestas populares y confirmará porqué
genera tanto rechazo en Nuestra América.
(*) Doctor en Historia. Docente de la Universidad de Buenos
Aires. Investigador del CONICET. Co-Coordinador del GT CLACSO “Estudios sobre
Estados Unidos”. Autor de Vecinos en conflicto. Argentina y Estados Unidos en
las conferencias panamericanas (2011), de Relaciones peligrosas. Argentina y
Estados Unidos (2012) y del sitio www.vecinosenconflicto.com.
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