La Columna de Amy Goodman Amy Goodman y Denis Moynihan
Como tantos millones de inmigrantes, Arturo Hernandez Garcia
llegó a Estados Unidos en busca de forjar una vida mejor para su familia. Es
uno de los más de once millones de inmigrantes indocumentados sin los cuales la
economía estadounidense se paralizaría. Sin embargo, estos trabajadores se ven
obligados a vivir entre las sombras, bajo peligro de arresto, detención y
deportación. En 2015, Arturo vivió nueve meses refugiado en una iglesia de la
Primera Sociedad Unitaria de Denver. En aquel entonces, el Servicio de
Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por su sigla en inglés) le notificó que
no se lo consideraba “prioridad para expulsión” de Estados Unidos y que se iba
a ejercer "discreción procesal", permitiéndole seguir con su vida.
Todo eso terminó el miércoles pasado. Mientras cargaba materiales para su
trabajo como colocador de azulejos, Arturo fue arrestado por el ICE y puesto
bajo detención. Los agentes del ICE le dijeron a uno de sus defensores que la
carta que había recibido del gobierno de Obama no contaba, ya que no había más
"prioridades". Todas las personas indocumentadas serán perseguidas
por igual, aparentemente.
Jeanette Vizguerra se encuentra actualmente refugiada en la
misma iglesia donde Arturo halló protección en 2015. Ella acudió a la iglesia
poco después de la asunción de Donald Trump, y permanece allí adentro. Jeanette
está en Estados Unidos desde hace más de 20 años, donde ha trabajado como
conserje, además de desempeñarse como dirigente sindical. Su decisión de
refugiarse se produjo cuando el flamante gobierno de Trump comenzó a amenazar
con recortar los fondos federales de las "ciudades refugio".
Esta trabajadora, madre de cuatro hijos, habla
elocuentemente y sin reservas sobre la situación de los indocumentados en
Estados Unidos y confronta abiertamente con las declaraciones intolerantes de
Donald Trump en contra de ellos. Jeanette muestra con orgullo sus declaraciones
de impuestos del año 2016 y desafía al presidente Trump a hacer lo propio. Jeanette
se sorprendió al enterarse la semana pasada de que había sido nombrada por la
revista Time como una de las cien personas más influyentes de 2017. Como no
podía viajar a la gala de premios en la ciudad de Nueva York, fue homenajeada
el martes por la noche en el interior de la iglesia de Denver. A la mañana
siguiente, Arturo Hernandez Garcia fue detenido por el ICE.
Si bien la amenaza de deportación le impidió a Jeanette
hablar en la ceremonia de Nueva York, el músico John Legend estuvo allí y
ofreció su opinión de Donald Trump: “Es abiertamente incompetente, no es
curioso, no es bueno para legislar y para nada de lo que requiere su puesto. No
tiene profundidad en ningún tema. Y también está usando su cargo de presidente
para hacer dinero para sí mismo con sus negocios, por lo que es un corrupto. No
puedo decir nada bueno de este hombre. Creo que es una de las peores personas
con las que me he topado en la vida pública”.
Las palabras fuertes de figuras públicas como Legend atraen
la atención de los medios y pueden volverse virales. Sin embargo, la
resistencia a las políticas del gobierno de Trump solo tendrá peso con el
respaldo de la organización popular. El movimiento por los derechos de los
inmigrantes, organizado por algunas de las personas más vulnerables de nuestra
sociedad, saldrá a las calles el 1º de mayo.
El 1º de mayo es históricamente un día de resistencia. Si el
pasado sirve de pronóstico, millones de personas en Estados Unidos van a
marchar en defensa de los derechos de los inmigrantes, y en oposición a las
políticas contra inmigrantes y refugiados del presidente Donald Trump, cada vez
más severas. El 1º de mayo, los inmigrantes, sus familias y quienes los apoyan
se van a organizar, van a marchar y resistir.
Donald Trump lanzó su campaña presidencial hace casi dos
años con un ataque verbal contra los mexicanos: “Traen drogas. Traen
delincuencia. Son violadores”. Trump se comprometió a construir un muro a lo
largo de la frontera sur entre Estados Unidos y México. Revirtió la decisión
del presidente Barack Obama de dejar de usar cárceles privadas con fines de
lucro para la detención de inmigrantes y ahora ha comenzado a deportar a los
beneficiarios del programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia
–jóvenes inmigrantes indocumentados que ingresaron a Estados Unidos de
pequeños–, quienes habían entregado sus nombres y direcciones al gobierno
federal de Obama con el fin de obtener un cierto grado de protección bajo este
programa conocido como DACA.
Visitamos a Arturo Hernandez cuando estaba refugiado, en
febrero de 2015. Este hombre de voz suave nos dijo: “Vinimos aquí, a Estados
Unidos, para trabajar y por el futuro de la familia. No somos criminales. No es
verdad lo que la gente y el gobierno dicen en televisión. Vine, como dije, solo
a trabajar y conseguir un mejor futuro para mis hijos. Y estoy contribuyendo al
país. Trabajamos y pagamos impuestos. Todo lo que hago, lo hago por mi
familia”.
La prohibición contra el ingreso de inmigrantes de Donald
Trump fue suspendida por varios jueces, tal como su intento de retirarles
fondos a las llamadas “ciudades refugio”. Trump dispara tuits furiosos contra
todo aquel que se oponga a sus políticas. Quienes luchan por un refugio seguro
en Estados Unidos, por un lugar para vivir, estudiar y trabajar dignamente,
libres del temor a ser capturados en la calle por el ICE, oponen resistencia a
sus tuits y se congregan en las calles. Constituyen una fuerza más poderosa. Se
organizan para luchar por un cambio social.
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