“Hoy los cristianos hemos
comprendido que esta exigencia del amor no sólo tiene una dimensión personal
sino también, una dimensión estructural. Tengo que amar no sólo a nivel de
individuos sino a nivel de pueblo. Y fue a nivel de pueblo que el peronismo, a
través de su paso por el gobierno, realizó el mandato evangélico del amor real
y verdadero a los humildes”, Padre Carlos Mugica.
Carlos Mugica fue asesinado el 11
de mayo de 1974 después de celebrar misa en la iglesia de San Francisco Solano
–situada en la calle Zelada 4771, en el barrio de Villa Luro– cuando se
disponía a subir a su humilde Renault 4-L. Un personaje –en el que algunos
testigos creyeron reconocer al comisario Rodolfo Eduardo Almirón, el jefe de la
"Triple A" lopezrreguista– bajó de un auto y le pegó cinco tiros en
el abdomen y en el pulmón. El tiro de gracia se lo dio en la espalda. Una
manera infame de acabar con la vida de un hombre digno, que siempre respetó
antes que nada su mandato interior, ese que nacía de su pueblo y que se
prolongaba luego en su propia voz.
Mataron al padre Mugica porque
sabían que su muerte provocaría una conmoción, y apostaban al caos sobre la
inmensa mayoría de los argentinos.
La lista no toleraba excepciones.
Incluso fueron asesinadas mujeres y secuestrados niños.
Pero algo faltaba:
NUNCA SE HABÍA
ASESINADO A UN SACERDOTE.
Carlos era un sacerdote. Y por
eso lo mataron.
Se insiste, no fue un asesinato
ideológico. Eran momentos en los que tanto la víctima como los sectores a
quienes se pretendía endosar el asesinato fueron igualmente destinatarios de
una violencia que los trasciendía y que estaba más allá de los intereses
mayoritarios y nacionales.
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