Amy Goodman
y Denis Moynihan
En su primera gira oficial como presidente, Donald Trump, el
pretendido líder del mundo libre, visitó a una monarquía absoluta, el Reino de
Arabia Saudita, un Estado petrolero conocido por la ausencia de instituciones
democráticas y las flagrantes violaciones de los derechos humanos.
El principal
acontecimiento en materia de política exterior que Trump anunció el fin de
semana en Riad fue un amplio acuerdo para la venta de armas a Arabia Saudita
por 110.000 millones de dólares. Muchas personas morirán como consecuencia de
este flujo de armamento. Sin embargo, el acuerdo aún no es una realidad. La
afinidad de Trump con autócratas, hombres poderosos y matones afronta
resistencia. Mientras el mundo procesa el horror del ataque suicida ocurrido
esta semana en Manchester, Inglaterra, en el que la mayoría de las víctimas
eran adolescentes que asistieron a un concierto, deberíamos prepararnos para
una ola similar de muertes inocentes, esta vez en Yemen, el blanco de los
incesantes bombardeos lanzados por Arabia Saudita, con el apoyo de Estados
Unidos.
Partamos de la premisa de que matar niños está mal, y punto.
Tanto en Manchester como en Saná, Yemen. Está mal matar niños como parte de un
acto de guerra, ya sea que la matanza sea perpetrada por un soldado
estadounidense, un avión Predator de Estados Unidos controlado en forma remota,
un piloto saudí de un F-35 proporcionado por Estados Unidos, o, para utilizar
el término actual, por un terrorista.
Cuando un atacante suicida hizo estallar una bomba en el
concierto de Ariana Grande en Manchester esta semana, las víctimas mortales
fueron casi en su totalidad sus fans: chicas jóvenes, pre-adolescentes, y sus
padres. Los medios de noticias etiquetaron el ataque acertadamente de
“salvaje”. Pero recordemos un acontecimiento ocurrido durante la primera semana
de gobierno de Trump. En aquel entonces, con característica soberbia, Trump y
sus funcionarios calificaron de “exitoso” a un ataque contra Yemen, a pesar de
que murió un miembro de la Armada y se perdió un helicóptero. Sin embargo,
inicialmente no se informó de la muerte de 30 civiles en el ataque, muchos de
ellos mujeres y niños, entre los que se encontraba la niña de 8 años de edad
Nawar Anwar al-Awlaki. Su nombre es conocido porque era la hija de Anwar
al-Awlaki, un clérigo musulmán que fue asesinado en 2011 en un ataque con un
avión no tripulado de Estados Unidos. El hermano mayor de Nawar, Abdulrahman
al-Awlaki, un joven de 16 años de edad nacido en Denver, murió en otro ataque
de un avión no tripulado dos semanas después de que su padre fuera asesinado.
Abdulrahman no sabía que habían asesinado a su padre y estaba intentando
ubicarlo cuando las fuerzas estadounidenses mataron a Abdulrahman.
El ataque fallido de enero tuvo lugar tras el desastroso
ataque de Arabia Saudita contra un funeral en Saná el 8 de octubre de 2016, en
el que más de 140 personas murieron, en su mayoría civiles. Tras el ataque, el
Presidente Barack Obama, que había autorizado una venta de armas a Arabia
Saudita por 115.000 millones de dólares, retiró las municiones de precisión de
la venta, dado que muy probablemente serían utilizadas contra civiles. Donald
Trump levantó la restricción a esas armas. El Rey de Arabia Saudita, un
dictador, ahora posee armamento de última generación para lanzar contra la
población de Yemen.
En respuesta al ataque en Manchester, Tariq Ali,
comentarista político, escritor, editor de la New Left Review y un activista
pacifista británico de gran trayectoria, declaró en el noticiero “Democracy
Now!”: “Estos ataques terroristas no solo ocurren en Europa. Ocurren cada día
en Irak, Siria, Afganistán, Pakistán, Yemen y Bahrein. Todos deploramos la
pérdida de vidas inocentes. Es así. Todos lo hacemos. Pero no podemos tener un
doble discurso según el cual sostenemos que si alguien muere en Europa, su vida
es más valiosa que las vidas de las personas que mueren en gran parte del mundo
musulmán. Y a menos que Occidente comprenda que este doble discurso provoca y
enoja cada día a más personas, esto seguirá sucediendo”.
Así como han cubierto las historias de las víctimas del
ataque de Manchester, los medios de comunicación deberían cubrir las
conmovedoras biografías y la historia de vida de cada joven fallecido en Yemen,
Siria, Irak y Afganistán. Tenemos que conocer los nombres, tenemos que escuchar
las historias de estas personas que también perdieron sus vidas.
El acuerdo armamentista de Trump con Arabia Saudita es un
error. Exacerbará la situación en una región que ya ha sido devastada por la
guerra y afectará a Yemen de manera muy severa. Debido a la terrible
destrucción del país, Yemen sufre una epidemia de cólera, hambruna y un colapso
casi absoluto de su infraestructura de saneamiento, agua y de asistencia médica
y hospitalaria. Se trata de una crisis humanitaria de gran magnitud.
Después de haber vendido este nuevo arsenal al rey de Arabia
Saudita, el Presidente Trump se dirigió a Israel y luego se reunió con el Papa.
Tras la reunión, Trump tuiteó: “Me voy del Vaticano con mayor determinación que
nunca de lograr la PAZ mundial”. Algunos quizá tengan la esperanza de que Trump
realmente haga lo que tuitea. Mientras tanto, millones de personas en todo el
mundo se están organizando para poner fin a las guerras y detener las ventas de
armas que las promueven.
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