Soledad Quiroga.
La fila de personas tiene 300 metros. Esperan en la Plaza de
Mayo por la llegada de la columna de 2000 productores de la Unión de
Trabajadores de la Tierra, que vienen marchando desde Congreso. Unos aguardan
con changuitos y bolsas; los otros desembarcan en la Plaza con 20 mil kilos de
verdura. En un clima de conflictividad social creciente, también se agudiza el
ingenio para visibilizar las protestas. Como semanas atrás se dio en el caso de
los productores de frutas de Río Negro y de los tamberos, ahora le llegó el
turno al verdurazo, de la mano de los pequeños productores de hojas verdes.
“¡Apio! ¿Dónde hay apio?”
“No conseguí cebollita de verdeo”. “Fijate, ahí detrás del
camión están repartiendo”.
“Despacio, che. Hay para todos. No se lastimen”.
Jorge llegó desde Villa Ballester, tiene 33 años y las manos
repletas de verdura. “No me alcanza para comprar. Es la verdad. Me llevo
verdeo, acelga, lechuga, perejil y algo de remolacha. Me enteré por los medios
y me vine. No tengo ni idea por qué protestan, vine acá para ayudar un poco mi
bolsillo. Con todo esto vamos a hacer torrejitas, tarta, una sopita, algo vamos
a hacer”, explica. Como Jorge, hay unas 300 personas que se desesperan frente
al Cabildo por agarrar una plantita de lechuga o un atado de acelga de los que
reparten los productores arriba de los cajones.
La gente se fue acercando desde las 7 de la mañana, con los
típicos carritos de las compras, y se fue armando una cola que pasadas las 11
ya casi daba la vuelta a media plaza. “Yo trabajo en una oficina de limpieza.
Ya no nos alcanza para el mes. Está muy feo todo. Cualquier verdurita que me
pueda llevar sin pagar me viene bien”, explica Zunilda, que llegó desde Lugano.
Frente a la Pirámide de Mayo, un joven interrumpe su recorrida del free walking
tour para explicar en inglés a una decena de turistas de qué se trata esta fila
expectante y esta extraña escenografía frente a la Casa Rosada.
Antes de que lleguen los cuatro camiones repletos de
verduras, a unas diez cuadras de distancia, en el Mini Davos que se desarrolla
en el Centro Cultural Kirchner, el ministro de Agroindustria, Ricardo Buryaile,
pregunta: “¿por qué no van a vender a la feria?”. Más allá de la chicana
oficial, la Plaza de Mayo parece una feria, aunque la verdura no se vende. Se
regala. “Si vos pagás un kilo de lechuga 30 pesos en la verdulería y nosotros
vendemos la jaula de 12 kilos a 7 pesos, no tiene validez. Entonces la
regalamos. ¡Menos de un peso el kilo! Esto no es un reclamo, sino una toma de
conciencia. Antes de tirarla o que hagan más plata los intermediarios
preferimos regalarla”, explica Omar, un productor de Cañuelas.
Acá vale más una bolsa vacía que pueda servir para llevarse
algo que la propia verdura. Sin canasto, caja, cajón o changuito, los
productores no entregan mercadería para que no se eche a perder. “Señor, no me
regala una bolsita”, pregunta una nena que no pasa los diez años. Sobre el
asfalto, Patricia apila las bolsas de verdura. “Llevo apio, lechuga, acelga,
remolacha, cebollita de verdeo y perejil. Con esto vamos a andar bien, somos
diez en casa. Voy a hacer ensaladas, tarta, jugo de apio”, cuenta mientras se
va sonriente.
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