A 42 años de la caída
de Saigón
El 30 de abril de 1975, el último helicóptero Chinook
retirándose de Saigón quedó en la historia como la imagen icónica del fin de la
guerra de Vietnam y de la mayor derrota militar de Estados Unidos.
La imagen del último helicóptero Chinook elevándose desde la
terraza de la Embajada de Estados Unidos, con un grupo de ciudadanos de ese
país retirándose para siempre de la asediada Saigón, quedó como el símbolo del
fin de la guerra de Vietnam. Hoy se cumplen 40 años del conflicto bélico que
conmovió al mundo y asestó a Washington su mayor derrota militar y ética. Con
los milicianos del Vietcong a las puertas de la otrora Perla de Asia,
preparados para tomarla, una multitud de survietnamitas impotentes quedó
abandonada a su suerte alrededor de la sede diplomática, pese a las promesas de
evacuación de los estadounidenses a los nativos que querían huir a Occidente.
El 30 de abril de 1975, la marea humana había logrado previamente forzar la
entrada del edificio y llegar hasta la pista de aterrizaje, donde racimos de
hombres, mujeres y niños protagonizaron escenas de violenta desesperación.
Muchos de ellos funcionarios civiles de los gobiernos que
durante años apoyó y sostuvo la Casa Blanca, en su intento de escapar, trataron
de aferrarse a las ruedas y patines de los helicópteros: muchas manos y brazos
fueron quebrados por los culatazos de los marines para desprenderlos. No pocos
murieron en el intento. El reloj marcaba las 8 de la mañana. Era la hora del
derrumbe: alrededor de medio millón de soldados estadounidenses fueron a
Vietnam, de los cuales más de 58 mil nunca regresaron vivos a su país. Se
estima que los heridos, mutilados y afectados psicológicamente superan los 300
mil.
Dos millones de vietnamitas murieron en la guerra, muchos
alcanzados por toneladas de explosivos, el napalm o víctimas del “agente
naranja”, letal sustancia tóxica, arrojados por los temibles superbombarderos
B-52 durante no menos de un decenio, y a la que la banda de rock formada en
Athens, Georgia, le dedicó una canción. Los guerrilleros del Vietcong tenían
como líderes a dos veteranos de la guerra de Indochina: el fallecido ex
presidente de Vietnam del Norte, Ho Chi Minh, y Von Nguyen Giap, el más
importante estratega militar.
Habían derrotado a los franceses en la definitoria batalla
de Dien Bien Phu, en 1954, que dividió a la península en dos zonas: la del Sur,
con Saigón como capital y que quedó bajo la égida de Estados Unidos, y la del
Norte, con Hanoi como principal enclave, apoyada por la ex Unión Soviética y
China. Los últimos días, antes de la caída de la ciudad, buena parte del
territorio del sur ya estaba en manos del Frente de Liberación Nacional (FLN).
En Saigón, en cuyos alrededores se habían amontonado más de un millón de
desplazados, se respiraba un aire de derrota. El sábado 25 de abril el dólar,
por entonces la moneda local, se cotizaba a 3500 piastras. Al día siguiente, a
4000. El martes entre 4500 y 5000. El miércoles se conseguía a 5000, pero a las
18 de ese día no bajaba de 7000.
Los cohetes disparados por el Vietcong sobre la ciudad, el
cierre de establecimientos (incluso varios de los tugurios donde reinaban el
juego, la prostitución y el tráfico de drogas), los cortes de luz y la escasez
de alimentos deterioraban la situación hora a hora. En ese marco, el presidente
de Vietnam del Sur, Nguyen Van Thieu, ordenó el repliegue hacia la capital de
varias divisiones ubicadas en las Altas Mesetas, alrededor de 250 mil
efectivos, en un intento vano de protegerla. Un error estratégico que pagaría
con creces. A los millones de desplazados del interior, que taponaban las rutas
aún abiertas pero con una barrera de alambre de púas a los costados, sin agua,
sin comida, muchos de ellos heridos o enfermos, se sumaron los soldados en
retirada a bordo de todo tipo de vehículos, lo que transformó la situación en
caótica, ya que prácticamente nadie podía moverse del lugar. Como en un juego
de dominó donde las fichas se desploman una tras otra, las ciudades de Xuan
Long, Trang Ban, Han Tang, la poderosa base de Bien Hoa, entre otras, fueron
cayendo en poder de los guerrilleros. Los soldados survietnamitas arrojaban sus
armas y emprendían la huida.
Después le tocó el turno a Da Nang, otrora la base orgullo
del ejército estadounidense. El presidente de Estados Unidos, Gerald Ford, emitió
una orden secreta a su embajador en Saigón, Graham Martin: iniciar la Opción
IV, es decir, la salida definitiva de los últimos ciudadanos estadounidenses y
aliados locales aún en Saigón. Para ser ejecutada, la orden tenía una clave: la
American Radio Service debía difundir la frase código “la temperatura es de 105
grados Fahrenheit”, acompañada por la voz de Bing Crosby cantando “Queremos una
Navidad blanca”. Fue emitida el miércoles 29 a las 22.15.
Los últimos infantes de marina, previo a hacer explotar e
inutilizar las instalaciones de la embajada, subieron al Chinook junto con
personal superior de la CIA. Thieu y otros muchos funcionarios ya habían huido.
No había gobierno. Era el final. A las 12.05 apareció un jeep por la céntrica
calle Catinat enarbolando una gran bandera del Vietcong, con sus colores rojo y
azul y una estrella amarilla en el centro.
“Soldados casi adolescentes, con cascos hechos con fibras
vegetales, camisolas de color verde y sandalias fabricadas con caucho de
neumáticos, y armados con fusiles chinos de asalto AK47, entraron al Palacio
Presidencial, cuyas rejas previamente un tanque había tirado abajo”, relató el
corresponsal de guerra y escritor francés Jean Lartéguy. “En el balcón
–refirió– se izó la bandera del Vietcong. Eran las 12.15 del sábado 30 de
abril”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario