El 6 de julio de 1976 en horas de la mañana el director del
penal de Villa Las Rosas, Braulio Pérez, recibió una citación del entonces jefe
de la Guarnición
militar Salta, Coronel Carlos Alberto Mulhall. En despacho del militar, Mulhall
le informó que esa tarde se iba a proceder a un simple traslado, sin
proporcionarle los nombres ni el número de los presos.
Fue así como a las 19.45 de ese día se presentó ante Pérez
el capitán Espeche portando una orden escrita y la lista de los detenidos.Enseguida se ordena no registrar en los libros de la cárcel
la salida de los presos. También se ordena retirar de los lugares de acceso a
todo el personal subalterno, permitiéndose que sólo los guardiacárceles
afectados a los muros permanezcan en sus puestos.
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El grupo del Ejército estuvo compuesto íntegramente por
oficiales, sin insignias ni distintivos. Todos se nombran entre sí a través de
sus nombres de guerra. Antes de la llegada de los oficiales se apagan todas las
luces del penal excepto las del lugar donde estaban los presos a trasladar.
Hasta allí llega un grupo de guardiacárceles que entrega los once (11) presos a
los militares que esperaban afuera, a oscuras, con linternas en sus manos. De
acuerdo con las órdenes las personas desalojadas del penal debían sólo llevar
lo puesto.
Mientras esto ocurría en Villa las Rosas, aproximadamente a
las 20 horas de ese 6 de julio en la altura entre Güemes y Salta, entre Cobos y
el cruce, se encontraba apostada una patrulla que realizaba controles
vehiculares. Al ser detenidos un Torino conducido por Héctor Mendilaharzu y una
camioneta F-100 a
cargo de Martín Julio González, quien viajaba con un hermano, los miembros del
grupo los sacan de los vehículos diciéndoles que son del ERP y que necesitaban
los coches para un operativo de rescate, procediendo a amordazarlos y a
maniatarlos, obligándolos a permanecer dentro de un monte por espacio de dos
horas.
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Toda la documentación de la comisaría de Güemes desapareció
con anterioridad al 8 de julio. Por otra parte se habló de un feroz
enfrentamiento porque elementos guerrilleros emboscaron a la patrulla que
conducía a los presos pero no se constató que ningún miembro del ejército haya
sido lastimado, ni tampoco se pudo comprobar daños en los vehículos militares.
Los certificados de defunción realizados en Salta están
firmados por un doctor Quintín Orué, un médico que nunca pudo ser identificado.
Varias de las víctimas, en el momento de morir, se encontraban acostadas, y habían
sido golpeadas. Los orificios de bala de los pocos cadáveres encontrados
demuestran que los disparos fueron efectuados de abajo hacia arriba.
"Días antes el Director del Penal de Salta, Brulio
Pérez en una vista que les hizo, a las detenidas políticas les dijo que los
militares venían "quinteando". Al preguntarle qué significaba eso,
dijo textualmente: "Uno, dos, tres, cuatro, cinco...al paredón...".
(Testimonio de Graciela Lopez, sobreviviente a la Masacre de Palomitas)
Los asesinados fueron
Celia Raquel Leonard de Ávila,
Evangelina Botta de Nicolai,
María Amaru Luque de Usinger,
María del Carmen Alonso de Fernández,
Georgina Graciela Droz,
Benjamín Leonardo Ávila,
Pablo Ouetes Saravia,
José Ricardo Povolo,
Roberto Luis Oglietti,
Rodolfo Pedro Ussinger, y
Alberto Simón Zavarnsky.
A Raquel Celia Leonard de Avila le sustrajeron el bebe de
sus brazos, y le fue entregado a su hermana Nora, que también se encontraba en
la prisión.
Meses después los detenidos que quedaban en el Penal Villa
Las Rosas fueron trasladados a distintas unidades, y las mujeres a la Cárcel de Villa Devoto.
Fuente: www.pparg.org
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