Por Gisella Evangelisti*
Ya conocemos lo que pasó hasta
ahora. En el partido demócrata alguien se estará golpeando el pecho por haber
favorecido a Hillary como candidata, en vez que el sorprendente Bernie Sanders,
que estaba logrando congregar muchos seguidores, aunque nadie puede afirmar con
certeza que hubiera ganado. Hillary obtuvo bien 2.800.000 votos más que Trump,
a pesar de no entusiasmar las multitudes, por su cercania al sistema financiero
y su sonrisa algo estirada. Sin embargo, por la anticuada ley electoral
estadounidense, que da más importancia al voto indirecto de 538 delegados de
los estados, que al voto popular, resultó elegido Donald Trump.
Así, la temida
pesadilla de la vigilia se está volviendo real, con la selección de un gabinete
de horror, donde se reunen personajes enriquecidos con la especulación
financiera (como Steven Mnuchin, intencionado a eliminar los ya mínimos limites
puestos a la especulación por la administración Obama) y el petróleo, otros
negadores del cambio climático, y profesionales que quieren machacar a muerte
la ya enfermiza escuela pública o el sistema sanitario con que Obama amplió la
cobertura a más de 10 millones de personas. Personajes nefastos bajo la guía de
un presidente narcisista, (que se autoalaba por “llevar la luz en este mundo
oscuro”), megalómano e imprevisible, que puede cambiar opinión en cuestión de
horas o actuar por impulsos, como un niño: esto el panorama de la naciente Era
Trump.
“My God. No puede ser. “¿Qué puedo
hacer yo, un insignificante mosquito en el inmenso cosmos?” Se pregunta Jeff
saliendo de la Biblioteca. Por lo pronto, buscar en las calles aledañas un
cartón grande, donde escribir su mensaje al mundo.
Entonces ya comenzó la resistencia
de la gente, piensa, la que los profesores llaman “la sociedad civil”. No fue
solo una reaccion momentanea esa noche de las elecciones, cuando la gente bajó
a la calle de muchas ciudades del país, dolida e indignada, para manifestar su
desagrado contra la elección de un candidato vencido por el voto popular. Pero
es ahora que comienza el baile
Fuera de las iglesias en la
Massachussets Avenue ha visto unos carteles: “La vida de los gays es sagrada”.
“La vida de los blacks, los afroamericanos, es importante”. Ah, respira con
alivio. Entonces ya comenzó la resistencia de la gente, piensa, la que los
profesores llaman “la sociedad civil”. No fue solo una reaccion momentanea esa
noche de las elecciones, cuando la gente bajó a la calle de muchas ciudades del
país, dolida e indignada, para manifestar su desagrado contra la elección de un
candidato vencido por el voto popular. Pero es ahora que comienza el baile.
Ahora que iglesias, organizaciones como “Black live matters”, indios,
universidades, alcaldes, ambientalistas etcétera, están craneando para tratar
de contrarrestar el previsto asalto a los derechos sociales, ambientales y
civiles que se dará en la era Trump. Ah, aquí está un buen cartón. Jeff escribe
su mensaje con grandes letras y cuelga el cartón al lado del bar de siempre,
esperando la reacción de los peatones.
La tarde es fría, sacudida por
momentos por un viento improviso que viene del Ártico. Pasa un grupo de chicos
y chicas enfundadas en gorros y chalinas, de los que van siempre tan rápidos
que no se los puede alcanzar. De esos jóvenes geniales, que nunca tienen tiempo
para intercambiar unas frases con él. Pero esta vez una chica se para unos
instantes a leer el cartel, ríe y dice algo a sus amigos, que han seguido el
camino. Y de repente ahora los cuatro se voltean, vienen hacia él, les dan la
mano. “Nosotros somos Karl, Sophie, Sarah, Brent. ¿Y tú?” “ Yo soy Jeff,
pacifista hasta los tuétanos, después de haber vivido la guerra”.
“Mucho gusto, muchos gusto. En el
cartón has escrito: “No se enojen conmigo, gente. Yo no voté Trump, quería
Bernie. ¿Hacemos algo juntos?”. Ok, hagamos algo juntos, nos gusta tu pinta de
pirata en desarme. Te conocemos desde meses. ¿Comenzamos con comer una pizza? Y
mientras tanto hablamos de como vamos a arreglar el mundo”.
“Pero dejé mi billetera en la
cajafuerte de mi hotel cinco estrellas”, se disculpa riendo Jeff.
“¡No importa, vamos!”
Frente a unos apetitosos platos de
pizza con salami y champiñones las ideas se aclaran, y fluyen más sueltas.
“Primero, nada de quejas o
victimismo”, avisa Karl, el físico de partículas. “Más de la mitad del
electorado no hemos votado a este vendedor de humo, y reaccionaremos. ¿Han oído
la declaración oficial de California?
“Ya, el goberandor Jerry Brown ha
avisado que California se opondrá sistemáticamente a todo lo que dictará Trump,
como Texas hizo con Obama. Sea en tema de migración (por ejemplo Los Angeles ha
destinado 10 millones de dólares para defender los inmigrantes sin papeles de
la deportación), que en la política ambiental, donde se coloca en la vanguardia
desde los '60. No olvidemos que California, es la sexta potencia económica
mundial, adelantando Francia, y podría querer independizarse de Estados Unidos...
“¡Oh no!”, exclama Sarah, aspirante
a directora de cine. “Salud por Jerry Brown y California. Los necesitamos con
nosostros”. El grupo levanta el vaso de cerveza.
“También varias universidades han
avisado que no colaborarán con el nuevo gobierno”, agrega Sophie, estudiante de
robótica, “y defenderán la presencia de los estudiantes inmigrantes”.
“Y ¿el prudentísimo Obama? Por fin
está sacando las garras, y termina su mandato con un fuego de artificio de
medidas, como declarar santuario intocables por los petroleros unos tramos del
Ártico y del Átlantico (y será lento y difícil deshacer esta medida)”, opina
Brent. “Además está liberando varios presos que se pudrían en Guantanamo, ¡en
buenahora!
“Y ¿¡las Vegas, las Vegas!?”
Pregunta Sarah. “....La ciudad que creemos más frivola y loca de nuestro loco
país...ahora funciona al cien por cien con energías renovables, eólica,
geotérmica, solar. Y San Francisco, recicla basura al 80%, y usa el compost
orgánico para bonar los viñedos”.
“Y ¿qué decir de ese viejo zorro de
Bill Gates?, recuerda Karl. “¿Trump apuesta todo sobre petróleo? Y Bill Gates
invierte con otros socios un gran capital para ampliar las energias renovables.
En fin, las ciudades, las empresas, los consumidores, las organizaciones,
tenemos un gran contrapoder, y se trata solo de activarlo...”
“Para que sepan, aquí estamos
también las mujeres, enojadísimas contra ese orango y su ideología cavernaria”,
levanta la mano Sophie. “Hemos decretado una gran manifestación el 21 de enero
en Washington, el día siguiente de su entrada como presidente. Una buena
demostración de fuerzas si logramos llegar a un millón de participantes. ¿Una
locura, ah? Pero apuesto otra pizza que vamos a lograr si no un millón, una
multitud. Y ahorraré todos mis céntimos para viajar allá ese día”. Afirma
Sophie.
“¡Qué fuerte!”, admite Brent.
“Salud hermanas.amantes.amigas.compañeras de inventos, etcétera etcetera.
¡Estamos con vosotras! ¿Cómo sería del mundo sin ustedes?”
“Aburridísimo”. Risas y brindis. Un
momento de silencio, y Brent se dirige a Jeff.
“Y tu Jeff, ¿has visto lo que han
hecho tus colegas con los Sioux?”
Ah, los veteranos. ¡Claro! Recuerda
haber seguido con interés las imágenes de ese pueblo valiente acampado en el
frío, desafiando el Estado para bloquear el paso del oleoducto Dakota Access
Pipeline en la reserva de Standing Rock. Y haberse conmovido, a
escondidas, cuando 2000 veteranos de
guerra, que se unieron a su lucha, tomaron parte a la ceremonia del perdón,
pidiéndolo a los Sioux por todos los robos, abusos, genocidios practicados por
los estadounidenses contra los pueblos nativos. Pero lo más sorprendente fue
que también a ellos el jefe de los Sioux pidió simbólicamente perdón por la
batalla del 1876, en que sus antepasados hicieron muchas víctimas de “soldados
blu”.
“Ha sido un momento grandioso,
épico”, sigue Brent. “Y los veteranos, han descubierto que pueden dar su apoyo
a otras luchas ambientales a lo largo y ancho del país. ¡Hay muchísimo que
hacer!”.
“He oído que Bernie Sanders hará
unas giras por varios estados, para animar a la gente a oponerse a los cortes
previstos por la administración Trump a la sanidad y la educación pública...”
comenta Jeff.
“Entonces, si pasa por Boston, tú
puedes ayudarlo haciendo carteles. Sí, estos carteles originales, que sabes
inventar... Estoy segura que te apreciarán”.
“¿Quién, a mi?” Jeff no se lo puede
creer. Cuando se ha sentido por tanto tiempo solo un inútil trapo sucio.
“Sí, a tí. Tenemos que ser muchos,
contra la avalancha de idiotez que se viene. ¿Estás de acuerdo? Y todos
servimos”.
“Y ahora vamoooos, que se cierra el
metro”.
Saludos y abrazos. Rudos los de los
chicos, dos besos en las mejillas desde las chicas. El viento sigue con sus
ráfagas heladas, en Harvard Square. Pero para Jeff la noche ahora es menos
fría.
Cambridge-Boston, 23 de diciembre
de 2016
Acceda a la primera parte con un
clic en el siguiente enlace:
https://www.servindi.org/actualidad-cronica/03/01/2017/estados-unidos-comenzo-la-resistencia-la-era-trump
Gisella Evangelisti es escritora y
antropóloga italiana. Nació en Cerdeña, Italia, estudió letras en Pisa,
antropología en Lima y mediación de conflictos en Barcelona. Trabajó veinte
años en la Cooperación Internacional en el Perú, como representante de oenegés
italianas y consultora del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF,
en inglés) en países latinoamericanos. Es autora de la novela “Mariposas Rojas”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario