ARABIA SAUDÍ
FRANCISCO CARRIÓN
Murtaja Qureiris tenía 10 años
cuando habló con un megáfono en una concentración. Tres años después, fue detenido.
Ahora, con 18 recién cumplidos, se enfrenta a la pena capital.
Murtaja Qureiris, en el centro de la imagen, en una captura del vídeo de 2011 difundido ayer |
Corría 2011. Soplaba el viento a
favor de la primavera árabe. Murtaja Qureiris apenas tenía diez años cuando, en
una concentración de chiquillos con bicicletas, lanzó megáfono en mano una
súplica: "El pueblo reclama derechos humanos". Por aquel episodio fue
detenido tres años después y ahora, recién cumplida la mayoría de edad, se
enfrenta a la pena capital, con la petición del fiscal de que su cuerpo sea
sometido a la crucifixión pública y la desmembración.
"Murtaja es, sin duda, la
víctima más joven de un sistema judicial saudí que descaradamente incumple la
legislación internacional", reconoce a EL MUNDO Maya Foa, directora de la
ONG británica Reprieve. "Hay otros muchos jóvenes en el corredor de la
muerte saudí, con un riesgo inminente de ejecución por ejercitar su derecho a
la libertad de expresión. Los socios occidentales del reino deberían exigir
justicia para todos ellos", comenta.
Murtaja se ha convertido en el
enésimo icono del calvario que sufren quienes desafían a la monarquía saudí del
príncipe heredero Mohamed bin Salman. El joven procede de una provincia del
este de Arabia Saudí y creció en una familia de activistas de la minoría chií,
que denuncia décadas de marginación. Su hermano Ali murió en la represión
gubernamental de una de las marchas que han tomado la calle desde 2011, al
calor de las revueltas que sacudieron la región y que fueron sofocadas con la
complicidad occidental a través de una renovada oleada de autoritarismo.
El menor fue detenido en
septiembre de 2014 pero la fiscalía general saudí no presentó cargos en su
contra hasta tres años después. Entre las acusaciones, figuran participar en
protestas antigubernamentales, asistir al funeral de su hermano, estar en
posesión de armas de fuego, arrojar cócteles molotov contra una comisaría, y
enrolarse en una organización terrorista. Murtaja, trasladado a un centro de
detención juvenil, pasó su primer mes entre rejas en confinamiento solitario.
"HAY AL MENOS SEIS MENORES
EJECUTADOS EL PASADO ABRIL"Su defensa denuncia que fue forzado a ofrecer
una confesión con la promesa falsa de que sería puesto en libertad. Lejos de
recobrarla, en mayo de 2017 fue conducido a un centro penitenciario de adultos.
Las autoridades no le permitieron contactar con un abogado hasta la primera
vista de su juicio, celebrada el pasado agosto ante una corte especializada en
delitos de terrorismo. Según Amnistía Internacional, la petición del fiscal es
que sea condenado a pena capital -habitualmente por decapitación- y sometido a
la "crucifixión", un término empleado por los tribunales locales para
referirse a la exposición pública del cuerpo tras el degollamiento.
Su más que probable futuro en el
corredor de la muerte ha suscitado ahora la alarma internacional. "No hay
vulneraciones más graves de la legislación internacional que la ejecución de un
niño. Al pedir la pena capital para Murtaja, poco después de ejecutar a otras
personas que fueron arrestadas cuando eran adolescentes, el régimen saudí está
publicitando su impunidad ante el mundo", denuncia Foa.
Murtaja Qureiris, en el centro de
la imagen, en una captura del vídeo de 2011 difundido ayer
El "vía crucis" de
Murtaja, que aguarda a la próxima sesión de su juicio, no es un caso aislado en
el reino ultraconservador. "Hay al menos diez menores que fueron ejecutados
durante el reinado de Salman, entre ellos seis el pasado abril. Es una práctica
que se ha convertido en común en este Gobierno", advierte en declaraciones
a este diario Ali Adubisi, director de la Organización Europea Saudí de
Derechos Humanos.
"Junto a Murtaja, las vidas
de otros tres menores de edad, Dawud al Marhun, Ali al Nimr y Abdalá al Zaher
corren peligro por la brutalidad del Gobierno", agrega Adubisi. El caso
más conocido es precisamente el de Al Nimr, de 24 años y sobrino de Nimr al
Nimr, un reformista chií ejecutado a principios de 2016 por liderar las
protestas pacíficas que recorrieron la provincia saudí de Al Qatif exigiendo el
fin de la discriminación a la minoría chií del país y una reforma
constitucional.
A finales de abril Riad ejecutó a
37 presos en seis ciudades del reino. Las víctimas eran, en su mayoría,
miembros de la maltratada minoría chií y habían sido condenados por espionaje,
violencia, terrorismo y participación en manifestaciones. Entre los enviados al
cadalso, se encontraban tres súbditos que fueron arrestados cuando eran
menores. "La información que manejamos nos indica que otros menores son
candidatos a sumarse a la lista de condenados a muerte", admite Adubisi.
CONFESIONES EXTRAÍDAS BAJO
TORTURA
En todos los casos -subraya el
activista-, se cumplió el mismo patrón. "Los menores fueron ejecutados
después de confesiones extraídas bajo tortura y coerción. La mayoría fueron
acusados por protestar y reclamar derechos y han sido privados de cualquier derecho
legal. Algunos ni siquiera han tenido oportunidad de reunirse con un
letrado", detalla.
Las recientes ejecuciones han
concitado la condena internacional para un país que aún arrastra el descrédito
por el asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi en el consulado saudí en
Estambul. Según Human Rights Watch, 139 personas fueron ejecutadas en el reino
el pasado año. En lo que va de 2019, 110 personas han corrido la misma suerte.
Riad alega que la aplicación de la pena capital "solo puede ser impuesta
para los delitos más graves y tras someterse a los controles más
estrictos".
Un argumento que rechazan las
organizaciones de derechos humanos. "Las autoridades saudíes tienen un
escalofriante historial de uso de la pena de muerte como arma para aplastar la
disidencia política y castigar a los manifestantes antigubernamentales,
incluidos menores de la perseguida minoría chií del país", denuncia Lynn
Maalouf, directora de investigación de Amnistía Internacional en Oriente
Próximo. Un decapitación que ahora sobrevuela sobre el sombrío porvenir del
pequeño Murtaja.
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