Como ocurre todos los años, al conmemorarse un aniversario
de la fundación de la Base Marambio de la Antártida Argentina y de efectuarse
el relevo de la dotación anual, algunos periodistas viajan con la tarea de
informar a la opinión pública sobre estos hechos.
La situación climática trajo aparejado los problemas que
siempre ocurren en estos traslados, ya que no es un vuelo de placer, sino se
asemeja a un vuelo de aventura, que hace que no sea cómodo vivirlo.
Además de volar en el avión Hércules C-130 que es una
aeronave preparada para traslado de tropa y carga, que quien conoce esta
modalidad está acostumbrado y lo asume; tuvieron el inconveniente que por
razones climáticas se suspendió la actividad aérea en Marambio, quedando unos
días en forma imprevista sin poder regresar.
Estos periodistas, durante su permanencia en la Antártida,
en lugar de dar referencias sobre el motivo de su viaje, publicaron en sus
medios de comunicación vivencia personales de los Antárticos y contaron sobre
temas íntimos, alguno que no se ajustan a la realidad; que provocaron malestar.
Un antártico, el señor Expedicionario al Desierto Blanco,
Licenciado Juan Carlos Benavente, personal civil de la Fuerza Aérea, presentó
una “Carta Abierta de un Trabajador Antártico”, que publicamos, respetando sus
sentimientos.
Texto del Boletín Informativo Nº 052 producido por la Fuerza
Aérea Argentina, haciendo clic AQUÍ.
Una vez leída la carta, los invitamos que tome conocimiento
de nuestra nota "Qué se supone que es un Antártico", haciendo clic
AQUÍ.
Texto de la carta abierta de un trabajador antártico
"Motivan estas reflexiones las notas periodísticas
publicadas los últimos días por los multimedios masivos Clarín e Infobae,
producidas por enviados especiales a la Base Marambio de la Antártida
Argentina, cuyo objetivo inicial era cubrir el recambio de la dotación anual de
esa base permanente.
Quien esto escribe es un ciudadano argentino que vivió
también un año corrido en la Antártida, que además estuvo en dotaciones de
verano y en grupos transitorios prestando servicios para la Nación en esa
región.
No porto uniforme porque soy agente civil de la Fuerza
Aérea, institución en la que llevo décadas.
Entre las múltiples tareas que uno realiza en la Antártida,
también, y dada mi formación universitaria, efectúo tareas de prensa, siendo
además docente universitario.
Cuando leí las polémicas notas de referencia, tuve sensaciones
encontradas algo más decantadas luego.
Institucional y personalmente, procuramos compartir
experiencias, imágenes, historias, acercar 'fragmentos' de la Antártida a la
ciudadanía, a los colegios, con el fin de divulgar y contribuir a hacer
'nuestras' esas historias, que son parte de la historia argentina.
'No se ama lo que no se conoce', asumimos. La Antártida
promueve valores concretos y de una realidad extrema en aquellos confines, como
la solidaridad, la camaradería, el esfuerzo en pos de un objetivo nacional, la
sinceridad real para sobrellevar una convivencia a veces ardua, el espíritu de
equipo.
Trabajar en la Antártida es muy difícil, duro, extenuante
por momentos. Pero también es, para muchos de nosotros, un honor, un gran
orgullo, un privilegio, un placer, una gran responsabilidad por la que, luego,
procuramos hacer una 'devolución' a la ciudadanía.
Para mí, civil, es un sincero honor prestar servicios a mi
país en esas regiones, que de alguna manera hoy son la “avanzada”, un teatro de
operaciones asimilable al bélico para las Fuerzas Armadas, por los múltiples e
innúmeros desafíos logísticos y humanos.
Para los medios y periodistas que tuvieron el alto
privilegio de viajar a la Antártida, me permito recordarles que nuestro país,
con los importantes problemas económicos y de medios, es uno de los siete
Estados que reclaman soberanía en la Antártida. Y que todo acto, u omisión, que
allí y aquí hagamos, repercute en ese reclamo y en la construcción social de
ese ideario, y de otras inclusiones.
Me permito recordar, de paso, que la Argentina es el único
país que mantiene desde 1904 presencia ininterrumpida en la región; el primer
país que efectuó una comunicación radioeléctrica desde la Antártida; el primer
país en contar con una pista como la de Marambio, puerta de entrada al
continente; una base argentina tiene una escuela provincial, que en esa base
viven un año familias, niños y jóvenes; que en esa base, Esperanza, se produjo
el primer nacimiento de un ser humano en la Antártida. Que Argentina, desde
finales de la década de 1940, impulsó un plan estratégico que aún hoy es modelo
por su visión.
Podría llenar páginas con los hitos, operaciones, hallazgos
científicos argentinos en la Antártida, con los muertos en cumplimiento del
servicio. Podríamos llenar libros con historias de esfuerzos, aventuras,
camaradería, momentos de plenitud gozando de la naturaleza exquisita, brutal,
inmaculada. Podríamos referir historias que son hazañas mundiales, como la
llegada al Polo Sur en motos de nieve, o el primer vuelo transpolar argentino;
o el lanzamiento de cohetes argentinos desde la Antártida; o la sacrificada
labor de la Patrulla Soberanía, construyendo con pico y pala la pista de
Marambio, para romper definitivamente el aislamiento con la Antártida; otras
historias que deslumbrarían a niños, jóvenes y adultos. Y podríamos asistir,
con todo ello, a una real construcción de ciudadanía y a motivar a tantos
jóvenes a la ciencia y a la aventura.
Pero no. Señores periodistas: ustedes eligieron mostrar de
todo el riquísimo abanico de experiencias e historias lo menos trascendente y
amarillista, tal vez molestos porque a lo mejor nadie les dijo que un viaje a
la Antártida está repleto de variables no controladas, como el clima entre
otras, que pueden postergar un regreso a varios días, y a veces, semanas.
Han tenido el raro privilegio, claro que sin lujos, no sólo
de viajar a Marambio, sino de dormir un par de noches allí y poder realizar un
trabajo etnográfico que miles de cronistas sueñan. Claro, hay responsabilidades
compartidas.
Me han llegado diversos comentarios y bromas en relación con
lo mencionado en las notas, lo que confirma una vez más el poder de los
símbolos, de ciertas imágenes. Ustedes eligieron enfatizar la trascendencia de
repartir preservativos en Marambio, a narrar el sacrificio de muchos que
dejaron hasta su vida allí, como Gustavo Capuccino, a quien vi morir en 2016.
Ustedes eligieron contar la importancia de la carga de
preservativos que traería la bodega del Hércules, “un galpón con alas”,
incómodo claro, en lugar de contar que ese vetusto y fiel galpón salvó muchas
vidas, y cómo. En 2017, ese galpón con alas arrojó insumos medicinales en la
Base Orcadas en medio de un operativo de evacuación que un “avioncito” como el
Twin Otter concretó, comandado por experimentados tripulantes. Ustedes podrían
habernos deleitado con tantas impresiones y postales de la Antártida que
despertarían la fascinación de millones de argentinos, dado el alcance de sus
medios. Pero no. A nadie escapa que los medios eligen ciertas notas y enfoques
a partir de la línea editorial.
Como periodista, uno opina a través de los enfoques, de la
selección que efectúa, del perfil que elige contar, del recorte de la realidad.
Ustedes parecen haber perdido de vista que lo que hacemos y decimos en la
Antártida repercute en el resto del país, en nuestras familias. Porque el otro
lado que no siempre se ve es el de los que se quedan. Nuestras familias. ¿Qué
pensarán las familias de los invernantes de las bases antárticas a partir de lo
que se mostró? ¿Qué construcciones harán las mujeres, hombres, niños, jóvenes,
hijos, madres a partir de lo mostrado?
Durante los cursos preantárticos se trabaja la comunicación
y el vínculo distante entre los que se van y los que se quedan, y la
complejidad de ese vínculo mediado por varios canales. Una controversia
familiar distante puede provocar serios problemas de convivencia en la
Antártida, que podrían desencadenar litigios y hasta alguna compleja y costosa
operación de evacuación.
Ustedes deberían considerar todo ello, porque un periodista
no es más que un profesional en contexto, y con una visión de contextos.
Como comunicadores tenemos responsabilidad, y como
comunicador antártico, esa responsabilidad se multiplica por la red de
elementos personales, institucionales y nacionales puestos en juego en la
Antártida.
Todo lo que aquí expongo corre por cuenta mía y asumo las
consecuencias de mis dichos.
Como ciudadano, podría esbozar una sonrisa y archivar la
anécdota. Como antártico, sin embargo, me preocupa por las implicancias que
estos enfoques pueden tener.
Sinceramente les digo que ustedes ni sus medios han sido
dignos del privilegio que la Argentina les dio."
Juan C. Benavente
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