El empresario y virulento
referente de la movida cívico militar que derrocó a Evo Morales, fue a festejar
con la autoproclamada presidenta provisional.
Luis Fernando Camacho no fue
candidato en las últimas elecciones. Es un próspero abogado de la región de
Santa Cruz de la Sierra, empresario y presidente del reaccionario Comité Cívico
de Santa Cruz. Además, un ferviente católico. Se hace llamar “El Macho”.
De joven comenzó su militancia en
la derecha boliviana. Fue referente de la Unión Juvenil Cruceñista, calificada
por la Federación Internacional por los Derechos Humanos como “una especie de
grupo paramilitar”. Ahí se ganó el apodo de "El Macho". Los jóvenes
blancos y ricos del oriente boliviano se divierten realizando actos de racismo
y discriminación contra las mujeres y comunidades indígenas. En las últimas
semanas, sus partidarios quemaron whipalas – bandera que identifica a los
pueblos originarios –, hecho que generó una reacción tan extendida que el mismo
Camacho tuvo que “disculparse”.
Pero además, siempre lo ha movido
un profundo odio de clase. Es que Camacho tiene algunos rencores que arrastra
desde hace tiempo. Tras la histórico “guerra del gas” del pueblo boliviano - y
la posterior nacionalización de los hidrocarburos - su familia fue una de las
“perdedoras” del negocio. Dos de las empresas que distribuían gas en Santa Cruz
eran propiedad de la familia Camacho, que todavía sigue reclamándole al Estado
por aquella “pérdida”. En la última década siguió haciendo buenos negocios,
agrícolas e inmobiliarios, como la mayoría de los empresarios. Pero le quedó
alguna espina parece.
En los últimos meses fue uno de
los referentes más radicalizados y reaccionarios primero de la asonada cívica
militar y luego del golpe. Recordemos que Evo Morales optó por el asilo en
México, mientras se siguen desarrollando movilizaciones antigolpistas en
distintas ciudades de Bolivia.
Este martes Camacho tuvo su
“premio”. Cuando la autoproclamada “presidente provisional” Jeanine Añez salió
al balcón para dar su discurso, “El Macho” y sus lugartenientes tuvieron lugar
en ese exclusivo espacio. La senadora opositora dijo entonces que “tenemos la
fuerza y el poder de Dios” y comenzó a cantar “Sí se pudo”.
Al lado de ella festejaba uno de
los emblemas de la derecha racista y golpista.
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