Luis Pablo Steimberg. Memoria, verdad y justicia
Sus amigos, sus compañeros de militancia convocan a un homenaje a Luis Pablo Steimberg en la Facultad de Derecho (su facultad) a 40 años de su secuestro y desaparición, en el Aula 1 de Planta Baja el 30 de agosto de 2016 a las 18 horas
“ Luis Pablo Steimberg, militante de la juventud comunista, estudiante de derecho y Soldado Conscripto del Colegio Militar de la Nación, fue secuestrado por un grupo de tareas armados de la esquina de su casa particular, en la localidad de Morón, e introducido a la fuerza a un automóvil.
Fue llevado al Centro de detención “El Campito”, Campo de Mayo, donde luego de torturas y vejaciones fue arrojado al mar en uno de los tantos vuelos de la muerte, conocida esta última información por los testimonios del Sargento Víctor Ibañez y Adolfo Scilingo.
Desde el mismo día de su secuestro sus incansables padres Jaime y Sara, militantes de la Agrupación Familiares de detenidos y desaparecidos por razones políticos iniciaron una denodada lucha por su búsqueda y aparición con vida.
El caso de Luis Pablo Steimberg, ha sido emblemático, ya que, por impulso de sus padres, el acompañamiento de la Liga de los Derechos Humanos, la intervención de los abogados Horacio Rebon y Eduardo Falconi, se logró el procesamiento y prisión en enero de 1984 del Gral. Reynaldo Benito Bignone, quien había sido el Director del Colegio Militar.
Dicha causa judicial como consecuencia de las leyes de Punto final y Obediencia Debida, que pusieron un manto de impunidad, tuvo un retroceso, hasta la reactivación de las causas Lesa Humanidad, continuándose la investigación contra todos los genocidas responsables en la búsqueda de una condena por la Verdad, Memoria y Justicia en la megacausa de Campo de Mayo, que lleva actualmente el Dr. Pablo Gustavo Llonto.
Los organizadores somos los amigos y compañeros de Luis, pensamos que este es un momento en el que se vislumbra un grave riesgo y amenaza de retroceso en toda la política de derechos humanos, con el homenaje queremos reivindicar toda la lucha de Memoria Verdad y Justicia y en ese contexto hacer el acto, siendo la Facultad de Derecho un lugar propicio, siendo que Luis era estudiante de derecho al momento de su desaparición, además de Soldado conscripto.”
Amigos y compañeros por la memoria de Luis
Luis era Kichi. De aquella Fede de derecho aguerrida, peleadora. Hablaba fuerte, se reía fuerte, compartíamos una “fe” en el pueblo y la clase obrera. El destino generacional unía la suerte al colectivo. Derecho tenía la particularidad que generaba cuadros liberales, de izquierda y también de ultraderecha. Ya con la instalación de la misión (Oscar) Ivanissevich, Ministro de Educación del Gobierno de Isabel-López Rega y el interventor Alberto Ottalagano, no solo había terminado la Autonomía universitaria, sino la democracia en su seno, y dio comienzo una represión que se conectaba con un terrorismo de estado en formación.
Las aulas, el bar y los pasillos de lugares de altísima discusión y libertad académica, con las ventanas abiertas para las ideas avanzadas, en pocas semanas se convirtió, a pesar de la resistencia estudiantil que fue derrotada, en un cuartel policíaco. El orden que venían a imponer era el orden represivo. Policías uniformados o de civil, servicios de la marina o patotas de la ultraderecha actuaban cada vez con mayor impunidad.
Kichi fue de esos compañeros de distintas tendencias populares que debieron adaptarse al cambio radical de la situación y seguir militando y luchando cotidianamente. El golpe de Estado del 76 exigió más. El aparato represivo estatal en su bestialidad más salvaje. Y a unos cuantos nos tocaba el servicio militar obligatorio. Kichi y el Huevo García (también secuestrado y desaparecido) entre ellos. ¿Cómo ser comunista en medio de la conscripción en tiempos del terrorismo de estado? Kichi era muy valiente, pero el tema central era la conciencia. Aquella cultura asumida, popular, revolucionaria, militante, que más allá de nuestro destino individual el pueblo sabría “atravesar el abismo”, que un día, un dulce día, venceríamos la derrota, y tendríamos un país con justicia.
El sacrificio de muchos, el dolor de tantos familiares, las banderas tan negadas por demasiado tiempo se hicieron posible en un proceso histórico de memoria, verdad y justicia. Allí estuvieron los 30.000 compañeros, en las calles, en los juzgados, en los jóvenes que se sumaron a la militancia. No creo en Dios, pero sí creo que allí estaban.
Comprendimos como generación que nada es irreversible, ni siquiera la conciencia. Que la historia es un campo de batalla que se libra en el presente. Ahora cuando desde el poder y la derecha empujan para frenar los juicios, liberar a los represores, dejar impunes a los cómplices y mandantes empresarios de la dictadura. Cuando el Presidente retoma la reaccionaria teoría negacionista de la “guerra sucia” la lucha continua.
De nuevos ellos están entre nosotros para decirnos que no es un problema de tozudez, sino de conciencia popular y libertaria. Entre ellos, está Kichi. De alguna manera el homenaje no es un homenaje, nos convoca su voz fuerte, su risa, su desfachatez, es él quien nos dice es hora…cuando la restauración conservadora quiere arrasar con todo, las banderas se deben izar más altas.
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