Sobrevivientes camino a El Silencio
Un predio en pleno Delta de San
Fernando funcionó como centro clandestino, cuando los represores ocultaron allí
a hombres y mujeres para ocultarlos ante la visita de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos. Recuerdos de los sobrevivientes que pasaron
por allí y el reclamo por convertirlo en espacio para la memoria.
A simple vista, parecen dos
casitas típicas de la isla. Quien navega por el arroyo Chañá, a unos 900 metros
del río Paraná Miní, puede ver dos casas mal mantenidas, pintadas de amarillo
gastado, con techos de chapa y óxido. Sólo conocer la historia permite ver una
postal distinta. Porque allí fueron llevados los hombres y mujeres que estaban
secuestrados en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), para ocultarlos
ante la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en
1979. Sólo la memoria permite comprender la dimensión del horror de quienes
permanecieron cautivos debajo de la casa chica, sobre el barro, tabicados y
esposados. Encerrados entre los típicos palotes isleños.
“Estábamos sobre el piso de
tierra, hacinados, engrillados. Algunos se pescaron sarna, pulgas, de todo. En
el mes que estuvimos ahí, de milagro no subió el río”, dijo Osvaldo Barros, uno
de los ex detenidos-desaparecidos, durante la inspección ocular ordenada el año
pasado por el Tribunal Oral en lo Criminal Federal 5 de la Capital. “Eran
condiciones de vida mucho peores que en la ESMA”, definió por entonces. Siete
sobrevivientes participaron de esa visita a El Silencio, después de navegar más
de tres horas a bordo de un barco guardacostas de Prefectura.Sobrevivientes camino a El Silencio. Foto: Guillermo Pardo |
Los recuerdos, pero también los
chistes y el humor negro, acompañaron todo el camino. Excepto cuando el recorrido
llegó debajo de la casa chica. Las bromas quedaron mudas y sólo hubo palabras
para recordar a los que ya no estaban, como la “Gallega” Martínez, a quien los
represores depositaron sobre una cama cucheta dentro de ese sótano. Su rostro
quedaba rozando el techo, que a su vez era el piso de la casa donde dormían los
guardias. A la “Gallega” le agarró un ataque de nervios: “¡Estoy en un ataúd!”,
gritaba.
Que sea un Espacio para la
Memoria
Aún es materia de investigación
cómo terminó El Silencio en manos de su actual propietario, un hombre al que no
le hace mucha gracia que la Justicia y los sobrevivientes desembarquen cada
tanto en la isla. Por ahora, el único dato certero es que perteneció a la
Iglesia Católica y que Emilio Teodoro Graselli, secretario del vicariato
castrense en dictadura, vendió la isla al Grupo de Tareas de la ESMA.
Siete sobrevivientes en la inspección en El Silencio. Foto: Guillermo Pardo |
“Siempre planteamos que estos
espacios tienen que formar parte de la memoria de nuestro pueblo, y por lo
tanto tienen que estar abiertos para interpelarnos. Que las escuelas del Delta
vayan, que los chicos puedan saber qué es lo que sucedió en su zona en la
dictadura. Que se vea que el genocidio no fue contra algunos sino en todo el
país, en todos lados. Que se puedan apropiar del lugar las nuevas
generaciones”, plantea el sobreviviente Enrique “Cachito” Fukman ante El
Argentino Zona Norte (EAZN). “La función del Estado es expropiar estos lugares
y ponerlos en función de la memoria. Y se tiene que investigar seriamente cómo
fueron las cadenas de compra-venta del predio, porque no sabemos hasta dónde
llegan. Este lugar tendría que estar en manos del Estado y ser un espacio de
memoria”, reclama.
Según confirmaron a este medio
desde el Juzgado Federal de Sergio Torres, a partir de la inspección pesa una
medida de no innovar sobre el predio. Pero una fuente allegada a la causa
advirtió que “supuestamente no se debería poder hacer refacciones, pero si nadie
controla…”.
Además de funcionar como centro
clandestino, esta sede de la ESMA en el Delta fue un enclave del dispositivo de
trabajo esclavo diseñado por los represores a costa de los secuestrados.
Alfredo “Mantecol” Ayala y Leonardo “Bichi” Martínez estuvieron en el primer
grupo que los marinos llevaron al Delta, un mes antes de la visita de la CIDH,
para obligarlos a refaccionar las dos casas donde debían permanecer cautivos
los demás compañeros. En la más grande dormían los secuestrados que eran sometidos
al régimen esclavo. Debajo de la más pequeña, los cautivos que en la ESMA
estaban en el sector llamado “Capucha”, tirados en el piso, tabicados y
esposados.
“Tuvimos que hacer todo el
cerramiento para los de ‘Capucha’, con placas de fibra de cemento y paneles
acústicos para que no se escuchara a los detenidos”, relató “Bichi” Martínez
durante la inspección ocular. Ese cerramiento envolvía los palotes que
sostenían la casa: allí abajo, con la humedad del río invadiendo todo, hubo 15
detenidos-desaparecidos durante un mes.
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