El principal diario de los EEUU
criticó a Obama por desconocer "cómo el gobierno de Macri está socavando
los derechos humanos y las instituciones democráticas"
En una escandalosa editorial el
New York Times lanzó una dura advertencia al mandatario norteamericano sobre
algunas políticas del gobierno de Macri:
"Durante su viaje a la
Argentina esta semana, es poco probable que el Presidente Obama visite a
Milagro Sala. Reconocida activista social de la provincia de Jujuy, al noroeste
del país, Sala fue detenida en enero a instancias del gobernador, Gerardo
Morales, un aliado político del nuevo presidente, Mauricio Macri.
Su detención ha generado rechazo
internacional; el Papa Francisco, Naciones Unidas y Amnistía Internacional han
expresado su preocupación. Pero no la Casa Blanca: al anunciar la visita de
Obama, agradeció a Macri por sus “aportes a la defensa de los derechos humanos
en la región.”
El histórico viaje de Obama a
Cuba tiene toda la pompa de una despedida a la Guerra Fría en América Latina.
Su visita a La Habana servirá como el punto simbólico culminante en la
normalización de las relaciones de Estados Unidos con el gobierno comunista de
Cuba. Pero su excursión a la Argentina tiene un sentido muy distinto."
“Una visita presidencial a la
Argentina que ignora cómo el gobierno de Macri está socavando los derechos
humanos y las instituciones democráticas —y en su lugar ofrece elogios vacíos
sobre sus políticas— será interpretada correctamente como una vuelta al
pasado.”
"Poco antes de que Obama
llegara a Buenos Aires, su administración anunció la desclasificación de
documentos del gobierno de Estados Unidos relacionados con la dictadura militar
argentina del 1976 al 1983. Sin embargo, la visita no se trata del estado
actual de los derechos humanos sino del libre comercio y la seguridad
hemisférica.
Un reconocimiento del papel
maligno que jugó EE.UU. en los primeros años de la dictadura es bienvenido, aun
cuando sea tardío. Pero ignorar las señales de alarma sobre el impacto en los
derechos humanos generadas por las acciones recientes de la nueva coalición
gobernante de la Argentina es un recordatorio preocupante de ese legado. Para
Macri, la visita de Obama ya es un respaldo.
La detención de Milagro Sala
ilustra el nuevo enfoque de mano dura del gobierno argentino. Su organización
jugó un papel importante al ofrecer viviendas, trabajos y educación a grupos
marginados socialmente. Sala fue detenida por liderar una protesta de
trabajadores cooperativistas, desempleados e indígenas en una de las provincias
más pobres del país. Después, fue acusada de malversar fondos públicos. Esa
investigación judicial debe seguir su curso pero el debido proceso exige que,
mientras tanto, ella no sea encarcelada.
Esta detención arbitraria ocurre
en el contexto de una serie de medidas tomadas por la administración de Macri
que han debilitado el Estado de derecho bajo el pretexto de seguridad, libertad
económica y la guerra contra las drogas. En enero, unas semanas después de
asumir, Macri declaró la emergencia de seguridad que permitió que las fuerzas
militares derriben aviones no identificados sospechados de estar vinculados con
el narcotráfico.
En los hechos, el presidente ha decretado
una pena de muerte de factosin juicio previo. Esta política ha sido criticada
como un ejemplo de la “narcotización” de la seguridad pública. Va en contra de
los principios centrales de las reformas argentinas posdictadura que prohíben
la intervención militar en la seguridad interior.
Poco después de la asunción de
Macri, la corte suprema de la capital del país, Buenos Aires, dictaminó que la
policía local puede requerir que los ciudadanos muestren sus documentos de
identificación sin tener sospecha, un fallo que da luz verde al acoso policial
basado en los prejuicios. En otra jugada igual de preocupante, el gobierno
nacional presentó recientemente un nuevo protocolo para protestas que otorga a
las fuerzas de seguridad mayores facultades para reprimir y criminalizar las
manifestaciones; en un país donde la gente valora el derecho a la protesta y
suele ocupar las calles para reclamar sus derechos.
El colapso económico y político
de 2001 en la Argentina demostró definitivamente que las políticas de libre
mercado de los 90 no habían mejorado las vidas de la gente común. No obstante,
Macri y su equipo están resucitando algunas medidas fracasadas del pasado. Con
los precios de las materias primas a la baja, quieren atraer inversión
extranjera con recortes para llegar a mayor competitividad: buscan reducir el
gasto público y achicar el Estado.
A la vez, su administración ha
eliminado los controles cambiarios, lo cual aumenta la inflación. Algunos
analistas estiman que el aumento de precios excederá la meta oficial para 2016
de entre 20 y 25 por ciento.
A pesar de sus promesas de
campaña de fortalecer las instituciones democráticas, el Presidente Macri está
gobernando en el sentido opuesto. En diciembre, intentó nombrar a dos jueces
nuevos de la Corte Suprema de la Nación por decreto y así sortear la aprobación
del Senado. Ante el clamor de la sociedad, el presidente dio marcha atrás y
mandó los nombramientos al Senado.
No fue la única decisión
prepotente: Macri utilizó varias órdenes ejecutivas para modificar un pilar de
la legislación sobre los medios que había ampliado la libertad de expresión al
fortalecer las normas antimonopólicas, aun cuando la administración anterior no
la haya implementado bien. Este tipo de intervención presidencial sería
desastrosa en cualquier circunstancia, pero en el contexto de la polarización
política en la Argentina y de otras medidas represivas es alarmante.
El riesgo de militarizar el orden
público, el debilitamiento de los límites institucionales al poder ejecutivo,
la criminalización de la protesta y una obsesión con la promoción de políticas
ortodoxas de libre mercado: nada de esto tiene buenos ecos en América Latina.
Estados Unidos apoyó a muchos de los dictadores de la región durante los 70 y
los 80 para que sirvieran de garantes locales del libre comercio y la seguridad
contra el comunismo.
Recién después de la asunción del
presidente Jimmy Carter en 1977, Estados Unidos empezó a intentar frenar las
fuerzas represivas del continente. Si bien esto fue importante, no pudo
compensar las décadas durante las cuales EE.UU. ayudaba a los dictadores
latinoamericanos mientras decía defender la democracia.
Obama seguramente quiere dejar
atrás ese pasado. Pero durante su administración, Estados Unidos alentó la
desestabilización de la democracia en Honduras y Haití, presumiblemente porque
esperaba que socios comerciales más favorables o aliados en la guerra contra
las drogas tomaran el poder.
La decisión de Estados Unidos de
desclasificar más documentos relacionados con la dictadura argentina es un paso
importante que podría permitir investigaciones judiciales adicionales de
crímenes de lesa humanidad. Pero ahora Obama no debe avalar la violencia
estatal y la intolerancia ideológica como efectos secundarios aceptables de las
metas más amplias de Estados Unidos de promoción del libre mercado y
cooperación en materia de seguridad.
Una visita presidencial a la
Argentina que ignora cómo el gobierno de Macri está socavando los derechos
humanos y las instituciones democráticas —y en su lugar ofrece elogios vacíos
sobre sus políticas— será interpretada correctamente como una vuelta al
pasado."
Fuente: The New York Times
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