Por Guido Lapa 26 de julio de 2019
En los últimos días la prensa internacional especializada ha
ratificado lo que se viene intuyendo desde hace meses: la economía mundial será
incapaz de evitar una nueva recesión. A diez años de la quiebra de Lehman
Brothers y el estallido de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos y a pesar
de la mayor inversión de recursos estatales en la historia del capitalismo para
salir del pantano -o al menos evitar una bancarrota mayor- abundan las pruebas
del fracaso de esa política.
El anuncio realizado por Jay Powell -presidente de la FED-
de que bajarán la tasa de referencia en medio punto implica un cambio en la
política monetaria que se viene llevando adelante desde 2014 cuando el mismo
organismo había anunciado el fin del QE, el plan de expansión monetaria más
importante que se conozca. Como consecuencia de este primer viraje comenzaron a
subir las tasas de interés lo cual derivó en una fuga de capitales sin paragón,
principalmente de los países que más se habían beneficiado de la inédita
liquidez mundial. Los BRICS habían demostrado que si alguna vez fueron
ladrillos, estaban huecos.
En los últimos cinco años la suba de las tasas fue un
fenómeno cada vez más importante lo que llevó a un fortalecimiento del dólar
contra casi todas las monedas del mundo. Trump llegó al extremo de polemizar
públicamente con la FED porque la suba de tasas que se venía aplicando iba en
contra de sus planes comerciales. En el régimen capitalista, en la moneda
nacional siempre está presente esta contradicción, que en última instancia es
la contradicción entre el mercado nacional y el mercado internacional, lo cual
exacerba la tendencia a la guerra.
Los presidentes de los bancos centrales de Estados Unidos
deciden dar un giro que sin lugar a dudas tendrá efectos para la totalidad de
la economía a nivel mundial. Ahora la tasa de interés vuelve a una tendencia
bajista, es decir que los estados vuelven a estimular la economía pero lo hacen
con muchos menos recursos que en el pasado y con las cicatrices de la batalla
anterior.
La tasa de interés baja en EE.UU. es el terreno propicio
para una crisis bancaria, como advierten los analistas más agudos.
China
El breve repaso de cómo llegamos hasta acá no es caprichoso,
sino que tiene el valor de verificar dos caracterizaciones divergentes: la de
quienes afirmaban que los “países emergentes” llevarían a un nuevo desarrollo
capitalista, un equilibrio mundial más parejo con China empujando a la economía
mundial hacia un sendero de crecimiento y la de quienes afirmamos que sería la
decadencia del capital, su recesión y su crisis la que absorbería a China
llevándola a un estancamiento significativo.
Esto último fue lo que efectivamente ocurrió. China ha
registrado en el último trimestre el crecimiento más bajo en las últimas tres
décadas. Los subsidios realizados por la burocracia estatal y todo el plan de
infraestructura desarrollado por el gobierno de Xi Jinping no pudieron
compensar los efectos devastadores de la guerra comercial y la depresión de las
economías que la colocaron como la mayor proveedora del mundo. The Economist
señala que “el gobierno chino, anticipando un crecimiento débil, se prepara
para un gasto aún mayor, un método que se probó efectivo en el pasado. Las
probabilidades de otro estímulo gigante, una rutina en el pasado cada vez que
el crecimiento se desaceleró, son mucho menores en esta ocasión. Y, en
cualquier caso, el gobierno tiene menos dinero para trabajar, ya que ha
acumulado tanta deuda en la última década”.
En la actualidad el gobierno chino se encuentra en una
encrucijada, mientras que intenta promover el crédito bancario a las pequeñas
empresas la burocracia es consciente de la inminente explosión de la burbuja
financiera y que opera en un cuadro extremadamente delicado, con niveles de
endeudamiento cercanos al 310% de su PBI lo que la coloca como la poseedora del
15% de la deuda mundial (Ambito, 16/7). El futuro del gigante asiático está directamente
asociado al desarrollo de su enfrentamiento con Estados Unidos.
La guerra comercial viene afectando severamente la economía
asiática y produciendo sin prisa pero sin pausa una salida de capitales que
antes producían en China hacia otros países de la región. Esto tiene que ver no
solo con la política que se está dando el gobierno norteamericano sino también
con un encarecimiento de la producción en China producto de su propio
desarrollo y la tendencia a desarrollar un mercado interno cada vez más
tangible.
Estados Unidos
El endeudamiento record en China coincide con lo que ocurre
en los Estados Unidos, que tiene justamente en el gigante asiático a uno de los
mayores poseedores de sus bonos del Tesoro. Lo novedoso es que la deuda del
gobierno federal ha roto cualquier parámetro anterior, llegando a 69 billones
de dólares, el 101% de su PBI, llevando
a Trump a gastar una verdadera fortuna en concepto de pago de intereses, y
haciendo del déficit uno de los temas más debatidos por todos los medios norteamericanos.
Otra mala noticia para el magnate de hace apenas algunos
días indica que el aumento de precios anualizado alcanza apenas el 1.75%, es
decir que la tan mentada recuperación no fue tal, que el consumo no repunta –a
pesar de los índices de desocupación más bajos en muchísimo tiempo- y que el
verano vivido de la mano del magnate dependió más de la reforma impositiva que
de un crecimiento real. La desesperación de Trump es evidente: en las vísperas
del año electoral, una de sus políticas más audaces se ha probado cuanto menos
in suficiente.
Sin embargo, el presidente parece haberse anotado una
pequeña victoria en lo que a política económica refiere, consiguiendo que la
Reserva Federal acompañe su política de relajamiento monetario y la baja de la
tasa de interés. Esto devalúa el dólar y su deuda en dólares, abarata sus
productos y encarece el de sus competidores, aumenta el crédito y busca generar
en el corto plazo el efecto expansivo que se vive con toda burbuja financiera…
hasta que explota.
Europa
La situación económica dentro de la Unión Europea es
verdaderamente delicada, siendo el viejo continente donde se concentran la
mayor parte de los capitales que rinden tasas negativas. La gravedad de la
crisis se manifiesta también en que las “inversiones” con rendimientos
negativos también están en su pico, manifestando la brutal sobreproducción de
capitales y la inminencia de una nueva crisis cuya única salida posible sería
una destrucción de capital a gran escala.
Europa y su Banco Central vienen tirando toda la carne al
asador desde hace rato para despertar a una economía que no sale de su letargo.
Christine Lagarde, que ocupará el lugar más importante del BCE no la tendrá
nada fácil. Al contrario, sucederá a Mario Draghi, el primer presidente en la historia
del banco que culminará su mandato sin haber subido las tasas ni una sola vez.
Sin el recurso de bajar la tasa -o con la efectividad de ese recurso casi
descartado- las finanzas europeas se inclinarían por un nuevo QE, la opción que
menos los enfrentaría con Trump quien leería cualquier otra jugada como un paso
directo a la guerra monetaria.
El desarrollo de la crisis en la UE está condicionado por lo
que ocurra en las negociaciones alrededor del Brexit. Fundamentalmente causada
por la crisis mundial, la salida del Reino Unido de la Unión Europea y la cada
vez más tensa relación entre Bruselas y Londres puede significar un temporal
financiero sin precedentes para el euro, sobre todo con la reciente asunción de
Boris Jonhson como primer ministro.
El análisis financiero, entonces, no es tan valioso por sí
mismo, como cuando es entendido como la expresión de los enormes desequilibrios
y contradicciones que rigen en la actualidad a lo largo y ancho del globo
permitiéndonos una caracterización de la etapa de conjunto.
La guerra, la guerra y la guerra
El 2018 quedará en la historia como el año donde explotó con
mayor énfasis la guerra comercial entre China y Estados Unidos. Esta claro que
los verdaderos objetivos norteamericanos
no pasan por un arancel a un determinado producto o rama, sino por
impedir el desarrollo chino y luchar con las otras potencias imperialistas por
su colonización definitiva profundizando el proceso de restauración
capitalista.
China está muy lejos de ser un país semi colonial del tipo
tradicional, dialécticamente es una presa para el imperialismo que busca
apropiarse de su mercado y es visto por ese mismo imperialismo como la mayor
amenaza para competirle y desplazarlo. La burocracia china, por su parte, se
preocupa fundamentalmente en cuidar sus propios privilegios y cuenta con la
devaluación del yuan como una forma de compensar cualquier tipo de castigo
aduanero externo. El ”Huawei gate” no
fue un rayo en un cielo sereno, sino el anticipo de por dónde pasa en la
actualidad la verdadera guerra capitalista.
Por otro lado, la baja de las tasas de interés sienta las
bases para una guerra monetaria donde Europa se ve obligada a intervenir,
abaratando también su moneda, para no quedar como el pato de la boda de Donald.
La escalada de devaluaciones competitivas es un reflejo de la escalada bélica a
la que nos ha acostumbrado Trump con sus bravuconadas entre la que se destaca
lo que viene ocurriendo con Irán lo cual merece un artículo propio.
El presidente de Estados Unidos no ha sido capaz de contener
los estallidos sociales que ocurrieron en su “patio trasero”. Costa Rica,
Honduras, Haití y la rebelión de Puerto Rico son algunos ejemplos de que el
imperialismo ya no tiene vía libre para hacer y deshacer a su antojo. Si a esto
le sumamos el escenario revulsivo de la “segunda primavera árabe” podríamos
tildar cuanto menos de desinformados a quienes pretenden dar por cerrada la
bancarrota producida en 2008.
Una primera consecuencia de una caída de la tasa de la Fed
puede ser una pequeña salida de capitales de Estados Unidos y el intento de
recrear las condiciones extremadamente frágiles del “viento de cola” para los
emergentes. La consecuencia más probable, es la de un mayor enfrentamiento
entre potencias, que ya supere cualquier tipo de impostura financiera.
Resulta evidente que una adecuada comprensión de un proceso
tan rico, contradictorio y abarcativo como la crisis mundial es una condición
sine qua non para una caracterización adecuada de la etapa política que
vivimos. Sin embargo, un partido de combate no puede nunca limitarse a
“explicar la crisis”, por el contrario, debe valerse de estas conclusiones para
tener una intervención directa y vigorosa en la lucha de clases acompañando
cada instancia del desarrollo de la conciencia de los trabajadores para que la
crisis la paguen los capitalistas.
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