La historia perdida de los
nivaĉle. O cuando la empresa de los Blaquier, junto con otros ingenios, usó a
la gendarmería para asesinar trabajadores.
“Muchos nivaĉle fueron engañados
por el Ingenio Ledesma, y muchos murieron ahí y también en el Ingenio La Esperanza.
Muchos trabajan los nueve meses, pero no cobraban, no les pagaron. Le daban por
ahí pantalón, camisa, o un poco de tela, y nada más. Los blancos decían: ‘no
hay que pagarles’. Había sido idea de los blancos que a esta gente no le vamos
a pagar porque allá vamos a matar a todos”.
El relato que encabeza este
artículo pertenece a Ts’ivanti (Eduardo Ponce Duarte) y es uno de los tantos
que, sin buscarlos, registró un grupo de investigadores cuando hizo un trabajo
de recuperación de la historia y la cultura ancestrales del pueblo nivaĉle, una
etnia indígena cuyas poco numerosas comunidades se distribuyen entre las
provincias de Salta y Formosa, en la Argentina, y los departamentos Boquerón y
Presidente Hayes en el sur de Paraguay.
Las entrevistas a ancianos
nivaĉle fueron realizadas entre 2014 y 2016 por Gustavo Núñez, Marcelo Mendieta
y Pablo Chianetta, quienes pronto descubrieron la reiterada aparición de
menciones a masacres cometidas contra los trabajadores indígenas de Ingenio
Ledesma (Jujuy), Ingenio La Esperanza (Tucumán) e Ingenio San Martín del
Tabacal (Salta) en la década de los 40 del siglo pasado. Los entrevistados
refirieron también que, a continuación de cada masacre, sufrieron ataques de la
gendarmería en sus propias aldeas, lo que los obligó a cruzar el Río Pilcomayo
y refugiarse en Paraguay.
La recuperación del relato de
estos hechos -completamente ignorados por la historia oficial- permite, como
primera e impactante conclusión, que la trágica Noche del Apagón perpetrada por
empresarios y militares en Ingenio Ledesma no fue un hecho aislado sino el
eslabón de una cadena de atrocidades cometidas contra sus trabajadores por los
ingenios del norte argentino.
Los testigos de los hechos ya
están muertos, pero sus historias fueron transmitidas oralmente de generación
en generación, como parte del acervo identitario de sus comunidades. Sus
testimonios fueron recopilados en el trabajo “¡Están! El Pueblo Nivaĉle en
Formosa”, de la Asociación para la Promoción de la Cultura y el Desarrollo, que
será presentado en los próximos días en el Congreso Nacional. Aquí, Revista
Zoom adelanta algunos fragmentos de esas historias de terror. Los testimonios
no requieren explicación.
La masacre de El Quemado
Asĉa’at |
Cuenta Asĉa’at (Mauricio Quiñones,
75 años, de la Comunidad Fischat, Paraguay): “Mi papá contaba que fueron al
Ingenio Ledesma (…) Yo vi el lugar donde ocurrió la matanza en El Quemado, ahí
los esperaron cuando vinieron del ingenio. Con otros vimos el lugar donde
mataron a esa gente, y vino con nosotros una mujer que es sobreviviente de la
matanza de ese lugar. Ella relató que llegaron ahí, a ese lugar y ella se dio
cuenta que algo ocurría porque a los nivaĉle les pedían los cuchillos y eso. A
todos los pusieron dentro de un alambrado, los gendarmes carnearon y los
nivaĉle pelaron el animal para comer todos juntos. Era de tardecita. Ella se
dio cuenta que algo ocurría porque ella buscaba leña, se iba lejos, y el
gendarme le traía de nuevo, y ella iba, y de nuevo le traían, hasta que pudo
irse lejos, y ahí escapó.
“Ella nos contó que los gendarmes
los esperaron en el regimiento, donde está ese camino que va a Yema. Ahí los
esperaron a los nivaĉle. Los nivaĉle decían que cuando llegaron ahí los
gendarmes hablaban muy bien y trataron bien, hasta mataron un animal para comer
con los nivaĉle. Siempre pasábamos por ese lugar cuando íbamos al ingenio,
nadie se dio cuenta que estaban en peligro porque de donde venían no pasaba
nada, y volvían a sus aldeas y nadie les avisó nada cuando bajaron del tren,
por eso no sabían hasta llegar a ese lugar donde los esperaban.
“También hay un hombre que se
llamaba So’oniyaj; él relató que también estaba con los que mataron, y el
sobrevivió cuando dispararon a los nivaĉle. Él se hizo pasar por muerto en
medio de los otros, sabía lo que hacía, respiraba despacio para que los
gendarmes no se dieran cuenta. Cuando él relató lloraba porque es muy malo lo
que ocurrió. Se salvó porque era de noche cuando mataron a esa gente. Cuando él
tomaba aloja contaba esto y decía: lastimosamente sobreviví, lastimosamente
llegué a ser viejo.
“Los gendarmes se fueron y
dejaron ahí a los que mataron. Él decía que se levantó despacio para salir de
ahí. Él quedó debajo de todos y con la sangre de los que murieron se cubrió
para que crean que estaba muerto, ya era de madrugada. Como a las tres de la
madrugada los gendarmes ya se durmieron, él contó a otros jóvenes que llegó al
río y se lavó la sangre y escapó, pero siempre lloraba. Decía: ‘Todos murieron,
nosotros éramos dos sobrevivientes’”.
Emboscada en Fortín Chávez
Môshee |
Relata Môshee (Estaban Madrid
Cano, 74 años, de la Comunidad Fischat, Paraguay): “Esta historia es muy mala
que me contó mi papá. La segunda matanza de nivaĉle fue en Fortín Chávez. Esta
matanza ya se sabía en el Ingenio Ledesma. Los gendarmes hablaron con los jefes
del ingenio y les dijeron que les querían matar a los indios. El jefe de obra
les dijo que no todavía, que les dejen terminar el trabajo y después ellos les
largan, y ahí sabrán qué hacer ustedes. Trabajaron muchos meses, nueve meses,
un año, y el jefe de la obra les decía a los nivaĉle que compren armas.
Vat’ôsĵat compró una escopeta.
“Siempre volvían en distintos
grupos, de veinte, de quince. Así llegaron a ese fortín y les dijeron que
descansen, que les iban a dar de comer, parecido a la otra matanza. A algunos
les gustó la idea y a otros no les gustó y decían no hay que aceptar. Así que
algunos quedaron y otros no. Los gendarmes les dijeron: pueden descansar acá,
vamos a carnear una vaca para que coman asado y puedan cocinar, y eso le puso
bien arisco a la gente, así contó mi padre. Él estaba en ese grupo, decía que
ellos se separaron sino los gendarmes iban a matar a todos.
“Mi papá cuenta que el papá de
una señora, que se llama Marta, desarmó su arma y puso en una maleta chica, y
se fue con la gente que no quiso quedar. Cuando iban a mil metros, más o menos,
ya se escucharon los tiros. Griterío dice que había, y ahí algunos en ese
momento se escaparon. La matanza anterior fue en El Quemado, y ésta en Fortín Chávez,
en el año ’40 más o menos. Los nivaĉle que iban solos se escaparon, y a los
otros que quedaron, como era campo, los mataron.
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“Vat’ôsĵat, que desarmó su
escopeta, fue herido, y ahí se dio cuenta que también tenía escopeta y armó su
escopeta. Mató dos gendarmes y corrió para escapar. Le seguían. Él encontró un
pozo y se escondió en un chañaral tipo isla. Ahí se metió. Llegaron los
gendarmes y vieron que entró ahí, y cuando fueron a ver él les tiró. Ellos
también tiraron pero no le veían a él. Después vino el jefe de los gendarmes y
él le tiró y le mató, y ahí vinieron los gendarmes y alzaron a su jefe y se
fueron, y después de eso pudo salir para este lado y venir.
“Los gendarmes los perseguían con
perros, con caballos, y algunos iban a pie. Esta historia no es buena”.
Mômôn |
Mômôn (Cristina Canteros, no sabe
su edad, de la Comunidad Fischat, Paraguay) recuerda una matanza de
trabajadores del Ingenio San Martín del Tabacal: “Yo nací acá, en Fischat. En
el campamento ahí (en territorio argentino) vivía mucha gente. Todos han
fallecido. Cuando era chiquita siempre iba al ingenio San Martín. Los nivaĉle
trabajaban, hacían surcos de caña de azúcar, había mucho trabajo. Cuando los
nivaĉle volvían de allá siempre había problema porque les mezquinaban la plata
cuando ellos tenían que cobrar, como si fuera oro. Entonces empezaba la
matanza”.
Los ataques a las Comunidades
Ts’ivanti |
Ts’ivanti (Eduardo Ponce duarte,
65 años, de la Comunidad San José Esteros, Paraguay) relata: “Yo tenía 7, 8
años y viví con mis padres ahí donde ahora le llaman Vidalita (en Formosa),
donde está la ruta asfaltada en la Argentina. Ese lugar queda a 3 km de
Mistolar, que nosotros llamamos Aĵoitachat. Residimos ahí, pero cuando atacaron
los gendarmes volvimos a este lado. Mi papá Chicunaĵ se salvó de los gendarmes,
y entonces me aconseja que me vaya y lleve las docas para comer.
“Cuando atacaron los gendarmes al
lado del bañado eran tiempos de invierno, porque había mucho hielo, la tierra
estaba emblanquecida cuando pasamos. Cruzamos por un agua muy helada, pero no
era hondo, el agua llegaba hasta la cintura. Por el susto pasamos a este lado
del Pilcomayo. Ahí buscamos algo para vivir: la comida, el pescado, que
sacábamos con nuestra red tijera. Como el pescado tenía frío, venía hasta la
orilla y entonces ahí agarrábamos fácil; ahí nomás se hacía el fuego para
cocinar. También guardábamos las lhava’ac (tripas de los pescados) para hacer
lhtsevĵatinuc (grasa de pescado) para comer con doca. Eso era antes, hoy
comemos la grasa con yucuve (pan), son nuevas costumbres”.
Ina’â |
Del relato de Ina’â (Antonio
Chávez, no sabe su edad, de la Comunidad San José Esteros, Paraguay): “Voy a
contar un poco sobre mi papá, mis abuelos, mi mamá. Mi papá se llamaba Aĉla’a
(José Chávez) y era de Escalante; mi mamá era de Esteros, y se llama Ĉlavusi
(Catalina González en santó), y es hermana de Tôntsinôt. El papá de mi mamá se
llamaba TucjiLhacfe, y mi abuela se llamaba Antsoĵque’e. Ellos estuvieron ahí,
tenían sus chozas en Tavashay (El Quemado, Formosa), de allí les corrieron los
gendarmes. Vieron que tenían muchos animales: vacas, caballos, cabras, ovejas…,
los nivaĉle tenían muchos animales. Corrieron de ahí y dejaron todos sus
animales por miedo, porque los gendarmes llegaron a la madrugada a las aldeas
de los nivaĉle y mataron a muchos. Quemaron algunas casas, algunos dormían. Era
bien temprano cuando los gendarmes les llegaron en su aldea. Algunos
sobrevivientes vinieron a este lado del Pilcomayo. Mi mamá decía que ella ya
era grandecita, tenía 7 años, todo era un campo grande donde estaba su aldea.
Eso facilitó a los gendarmes para matar a los nativos, porque no tenían dónde
ir y todo era campo. A algunos agarraron en medio del campo y los mataron. Por
suerte, mi abuela y mi mamá encontraron un gendarme bueno y no las mató, solo
les dijo que se vayan, que corran… ´’Voy a tirar al aire nomás para que mi jefe
crea que yo maté a ustedes’, les dijo. Por eso sobrevivieron mi abuela y mi
mamá, y yo nací”.
Sin identidad ni derechos
De acuerdo con los datos del
Censo Nacional de Población, en 2010 los nivaĉle en la Argentina sumaban 645
personas, distribuidas en comunidades ubicadas en las provincias de Salta y
Formosa, aunque es muy probable que se trate de un registro muy poco preciso
por las dificultades para censarlos. Muchos de ellos no han tenido acceso al
DNI porque no se los considera argentinos sino paraguayos.
Antes repartidos en todo el
territorio del Chaco Argentino Paraguayo, en la actualidad el grueso de los
nivaĉle reside en Paraguay, donde la etnia también es fuertemente discriminada
pero, por lo menos, tiene acceso a algunos derechos mínimos.
Estos relatos, que cuentan
historias de explotación y muerte, no sólo hacen llegar la voz de uno de los
pueblos más castigados de la Argentina sino que revelan el siniestro papel
jugado por los ingenios del norte argentino que -utilizando a la Gendarmería
Nacional como una fuerza propia- lo llevaron al borde de su desaparición.
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