02 de agosto
de 2017 --Pablo Bruetman
Casas quemadas. Muebles de más de 500 años de antigüedad
hechos polvo, libros que se perderán para siempre. El Huracán de la Gendarmería
pasó por el Pu Lof de Cushamen a golpear niñxs y mujeres, y una persona
continúa desaparecida.
Santiago Maldonado está desaparecido. Se lo llevó la
Gendarmería después de la brutal represión a la comunidad Pu Lof en Resistencia
de Cushamen.
Lo vieron varixs testigxs a lxs que la Justicia tal vez nunca
llame. Lo buscan las organizaciones de Derechos Humanos, aunque su cara no
salga en los noticieros ni sea trend topic. Y no tienen muchas pistas, porque desde Gendarmería,
los mismos que pegaron a niñxs y mujeres, aseguran que no lo tienen. Santiago
vive en El Bolsón, milita en una organización anarquista, se lo suele ver por
la Biblioteca del Río y tiene una amistad con un lamien de Cushamen. Y como
amigo, como militante y como un pibe que defiende lo justo, estaba dentro de la
comunidad cuando fue la represión.
Lo buscan también desde la comunidad Pu Lof en Resistencia
de Cushamen donde la vida sigue transcurriendo, a pesar de los destrozos, de
lxs heridxs, de la violencia, de los robos, de los incendios intencionales, de
la represión salvaje. A pesar de todo Vanesa no puede darse el lujo de que se
le escape la tarde sin cortar leña. Son mapuches, son la tierra. Con las
semillas, con los árboles, con el fuego, con la madera, con la naturaleza
viven. Y si se les complica vivir es solo porque hay quienes quieren apoderarse
de los recursos naturales.
Vanesa atiende el teléfono después de cortar leña y explica:
“La helada es muy dura, las últimas noches fueron terribles, tengo que cortar
la leña ahora antes de que baje el sol”. Hoy puede cortarla. Porque hay sol y
porque la Gendarmería no anda disparando por su territorio. Ahora anda apostada
sobre la ruta, para asegurarse de que lxs mapuches vagxs y malvadxs no les
corten las rutas. Y para estar cerca y vigilar. Adentro en la comunidad hay
bronca, que ni siquiera desaparece con la buena noticia de la liberación de las
nueve personas que habían sido detenidas sin motivo o con una falsa acusación
por entorpecimiento público.
“Quemaron una casa entera, quemaron las cosas que había
traído una familia mapuche que venía de la costa de Chubut. Recién se habían
mudado. Eran cosas que estaban tapadas con un nylon para resguardarlas del
clima. Quemaron desde un mueble de hace 500 años hasta carpas y libros”, cuenta
Vanesa. La lista de faltantes es grande:
frazadas, colchones, ropa. Y un banco de semillas orgánicas. Dato
imprescindible para entender también por qué tanta persecución: los originarios
aún conservan semillas sin modificaciones genéticas. Sanas, saludables y que no
enferman. Pero fundamentalmente naturales y
gratuitas: un horror, algo que los que se creen dueños de la semilla
-como la multinacional Monsanto- no toleran porque sería el fin de su gran
negocio-estafa que está acabando con la vida.
La vida no vale nada para los que golpean a favor del poder.
Y nada les importa quitarles lo poco que tienen: se llevaron sus herramientas y
la motosierra. Una motosierra que pudieron comprar gracias a una banda que hizo
un recital para recaudar los fondos. “Pero eso es lo de menos, lo podemos
recuperar”, dice Vanesa con la sabiduría de una originaria que sabe el poco
valor de las cosas materiales.
De momento, lo que más preocupa es la situación de Santiago.
“Cuando sabés dónde lo tienen es otra cosa, lo están buscando todos. En el
campo salieron las lamienes a buscarlo y no estaba. Por más que sea grande
conocés y sabés dónde puede estar; pero no está. Hay testigos que vieron cómo se lo llevo la
Gendarmería. Si lo tienen, creo que lo van a entregar cuando no tenga tantos
golpes”.
¿Qué dirán Patricia Bullrich, Mauricio Macri y el gobernador
Marío Das Neves cuando se sepa qué pasó con Santiago? ¿Hablarán de excesos?
¿Cómo podrán justificar? “La represión es cada vez más brutal- sostiene Vanesa-
y es hacia toda la comunidad , a los mapuches y no mapuches, reprimen también a
las organizaciones sociales: este gobierno desató una represión impresionante.
Se viene malos tiempos, hostigamiento todo el tiempo. Es cansador pero si bajas
los brazos perdés, hay que seguir, no queda otra porque sino
desaparecemos. Tenemos que resistir para
existir, ¿sino que va ser de nuestros hermanos? Sino recuperamos la tierra no
hay futuro para los demás. Queremos recuperar territorio ancestral, el Estado
se la tiene que arreglar con Benneton, no es tan difícil para nosotros, no se
reclama más que eso”.
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