Por Hugo Moldiz Mercado, CUBA DEBATE.-
El Encargado de
Negocios de la embajada de Estados Unidos, Peter Brennan, -un experto en temas
de subversión ideológica-, se ha encargado de “avisarle” al presidente Evo
Morales que “Ojalá Bolivia nunca llegue al punto en que está Venezuela”. La
respuesta del líder indígena no se dejó esperar: “Bolivia ni Venezuela son
patio trasero de nadie”.
Ha pasado algo más de tres años para que el encargado de
Negocios de los Estados Unidos, Peter Brennan, terminara de confirmar, este 10
de agosto, el carácter de la misión política, encubierta y desestabilizadora,
que se le ha encomendado para Bolivia desde el Departamento de Estado, las
agencias y los servicios secretos estadounidenses.
En circunstancias aparentemente no extraordinarias, el
hombre que está al frente de la embajada de EEUU desde junio de 2014, aprovechó
una actividad pública para hablar con la prensa y lanzar, de manera natural, un
mensaje injerencista de múltiples propósitos. “Ojalá Bolivia nunca llegue al
punto en que está Venezuela”, fueron las palabras del diplomático
estadounidense.
Organizada o no la pregunta de la prensa, Brennan, quien es
un experto en subversión ideológica, en su contacto con los periodistas giró
entorno a tres aspectos puntuales: la crisis de Venezuela, la posición de
respaldo de líderes de izquierda al gobierno y lo que podría pasarle a Bolivia
si opta por el mismo camino.
Las declaraciones del responsable de la embajada de EEUU en
Bolivia podrían interpretarse como una provocación y un globo de ensayo que
forma parte de la estrategia que Washington está desarrollando para desgastar
al proceso de cambio y evitar que el presidente Evo Morales se presente en las
elecciones generales de diciembre de 2019. En todo caso, no se trata de
palabras improvisadas ni mucho menos lanzadas al azar sin esperar efectos
políticos dentro y fuera de Bolivia.
¿Cuáles son los objetivos que persigue Brennan?
En primer lugar, incidir aún mas en las voces políticas,
mediáticas y de sectores de la sociedad civil –todas de oposición-, que
critican las diversas manifestaciones de apoyo y solidaridad del presidente Evo
Morales con la revolución bolivariana, el gobierno de Nicolás Maduro y la
Asamblea Nacional Constituyente.
Las palabras de Brennan son coherentes. La estrategia
imperial contempla aislar a Venezuela de la mayor parte de la comunidad
internacional, un objetivo que no ha logrado en meses a pesar de contar con la
complicidad del incansable secretario general de la OEA, Luis Almagro, quien no
pudo reunir un total de dos tercios de votos de los estados miembros del
organismo regional para activar la Carta Democrática Interamericana. En Cancún,
México, alcanzó a 20 y en el encuentro de Lima, convocado por el presidente
peruano, Pablo Kuczynski –similar a Sánchez de Lozada en su fisonomía, la
manera de hablar y su forma de pensar-, se aprobó una declaración con 17
países.
Contra Venezuela se ha lanzado una estrategia de injerencia
de amplio espectro que contempla elementos y medidas políticas, económicas,
militares y mediáticas que tiene por objetivo la destrucción de la revolución
Bolivariana a partir de una implosión interna y, si fuera necesario, una
intervención militar por “razones humanitarias” como ha advertido el viernes
pasado Trump.
En segundo lugar, utilizar la pésima imagen que el aparato
mediático ha logrado instalar en el imaginario colectivo de sectores sociales
permeables a la estrategia estadounidense para disuadir al gobierno de Evo
Morales de no seguir respaldando a Maduro. Se juega con los sentimientos de la
gente –el miedo, la indignación y el odio, propias de la denominada guerra de
cuarta generación-, para fortalecer certezas en la gente alineada política y
culturalmente en contra de los procesos de cambio y construir dudas en algunos
sectores que forman parte, en la base social y en niveles de dirección, de
estas experiencias revolucionarias elevadas a la categoría de Estado. Es decir,
se busca sembrar dudas en alguna gente cercana a Morales.
Por eso, el que “ojalá Bolivia nunca llegue al punto en que
está Venezuela” no puede tomarse como una imprecisa reflexión política. No
cuando viene de la boca de Brennan. En realidad apuntala el discurso de
políticos, analistas y comentaristas que buscan sembrar temor en la gente sobre
un hipotético “futuro negro” de la economía boliviana, la cual, para sorpresa
no admitida de la oposición, es la que mejor comportamiento experimenta en la
región sudamericana y que cuenta con una estructura productiva diversa que
disminuiría los efectos de cualquier guerra económica.
En tercer lugar, es una señal de advertencia a Evo Morales y
a los movimientos sociales si persisten en la línea del último congreso del
MAS, en diciembre de 2016, cuando se aprobó cuatro caminos para garantizar la
continuidad del proceso de cambio con la dirección del líder indígena campesino
hacia el 2025. Es decir, Morales candidato en diciembre de 2019.
La advertencia al gobierno del presidente Morales fue suave
pero no por ello menos profunda. Hay que leer textualmente lo que dijo ante la
pregunta de si Bolivia no estaría recorriendo el mismo camino de Venezuela al
desconocer los resultados del 21 de febrero de 2016, cuando el NO se impuso por
cerca de un punto en el referéndum convocado para marchar hacia la reforma
constitucional que posibilitara la participación del binomio Evo-Álvaro en las
elecciones generales de 2019. “No voy a opinar o especular sobre la situación
de Bolivia, sobre la situación política interna que es algo para los bolivianos
para resolver; pero ojalá que Bolivia nunca llegue al punto en que está
Venezuela en este momento porque es deplorable y muy lamentable”.
¿Un exabrupto o una línea de acción?
Para responder a la pregunta es mejor referirse a la lógica
con la que Estados Unidos viene actuando contra el proceso de cambio desde
enero de 2006, cuando Evo Morales se alzó con una contundente victoria en
diciembre de 2005 al obtener el 54% de la votación.
La estrategia estadounidense para derrocar a Morales se
activó desde el principio. Estados Unidos envió al país en 2006 a un embajador
experto en la organización de batallas de confrontación abierta: Philip
Golberg, quien adquirió fama por su papel en la división de la ex socialista
república de Yugoslavia. De hecho, el diplomático apostó por la salida violenta
del líder indígena en 2008, cuando la oposición no democrática optó por
acciones de hecho como la toma de instituciones públicas, el cerco a la
Asamblea Constituyente, el acoso físico de autoridades y dirigentes del proceso
de cambio y el magnicidio de Morales. La revolución se plantó, la DEA fue
expulsada en junio de 2008 por hacer espionaje político y Golberg en septiembre
corrió la misma suerte por intervenir en asuntos internos (reuniones
sistemáticas con la oposición no democrática en Santa Cruz).
Después de Golberg, la conducción de embajada de Estados
Unidos fue asumida en su condición de Encargado de Negocios por Larry Memmott,
quien a pesar de priorizar la línea política tuvo que cargar varias veces con
las huellas dejadas por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en operaciones
realizadas contra el gobierno de Morales. Al diplomático tampoco le fue bien y
junto a su segundo hombre, Mitchel Ferguson, tuvo no más de diez días para
abandonar el país. No fue Evo quien lo expulsó, sino el Departamento de Estado
que se lo llevó sorpresivamente.
Entre Memmott y Peter Brennan hubo pocos meses de transición
a cargo de otro Encargado de Negocios, Aruna Amirthanayagam, cuya tarea única y
fundamental fue “limpiar” la casa dejada por el primero, para garantizar una
actuación predominante de las agencias para la subversión y la inteligencia a
cargo del segundo. Fue necesario apenas dos meses para cumplir esa tarea.
Para muestra, basta tres casos
En la gestión Brennan al mando de la embajada de los Estados
Unidos, hay tres acciones abiertas y encubiertas contra el proceso de cambio y
el presidente Morales.
La primera, la participación de Brennan en el caso Zapata.
Ahí está en encuentro del Encargado de Negocios con Carlos Valverde (el que
lanzó la denuncia) en el Hotel Los Tajibos, actualmente de propiedad del
empresario Samuel Doria Medina, poco antes de que esa “bomba” fabricada y
mediática fuera lanzada en plena campaña por la modificación de la Constitución
Política del Estado. Pero también está la llegada de técnicos en informática
para apoyar la misma operación.
Segunda, al festejar el día de la independencia de su país,
en julio pasado, Brennan sostuvo en la ceremonia, donde curiosamente no estaba
ninguno de los jefes de la oposición, lo siguiente: “la libertad; la libertad
de prensa y expresión; un poder judicial independiente, no partidista y
seleccionado mediante un proceso justo y transparente; ser libres de sufrir
persecuciones; la protección de las minorías; y el carácter inaceptable del
encarcelamiento, la represión o el hostigamiento de los opositores políticos y
de aquellos que no se ajustan a la línea de un partido (…) son ideales, principios,
intereses comunes y valores universales en los que nosotros en los Estados
Unidos creemos firmemente y que, estoy seguro, también compartimos con la gran
mayoría de los bolivianos”.
Tercera, una acción permanente y típica de subversión
encubierta en algo que a simple vista no desvela nada: la llamada “diplomacia
de pueblo a pueblos” como dijo en su discurso. Con este método se ha llegado a
comunidades de la provincia Omasuyos, particularmente Achacachi, y de Los
Yungas de La Paz, donde “extrañamente” han brotado voces contra las políticas
públicas del gobierno.
Pero la injerencia de Brennan se encontró, cuando no, con la
posición firme de Evo Morales, quien dijo a través de su twitter: “EEUU nos
amenaza y olvida que hemos expulsado a su embajador por injerencias parecidas.
Bolivia ni Venezuela son patio trasero de nadie”.
Brennan –ideal sustituto de Memmott por su perfil- llegó a
La Paz en la etapa previa a la recta final de la campaña electoral de diciembre
de 2014, cuando Washington esperaba que la oposición conformara un solo frente
para enfrentar las aspiraciones reeleccionistas de Morales, quien pasará a la
historia por liderar la revolución más profunda de Bolivia y por haber recibido
el caudal de votos que la democracia del país no registra antecedentes (el 54%
en las elecciones de 2005, el 64% en las elecciones de 2009 y 62% en las
últimas).
Brennan, por su experiencia le venía al pelo a los
estrategas de Estados Unidos, pues contaba con el conocimiento y la práctica
suficiente para llevar adelante la estrategia del “golpe suave”, la nueva
modalidad de desestabilización que Washington lleva adelante. Venezuela es la
mejor prueba.
El designado como Encargado de Negocios desde julio de 2014
ha desempeñado como segundo al mando en Costa Rica y Nicaragua un papel duro en
la injerencia de Estados Unidos, según da cuenta los cables revelados por
Wikileaks y otras noticias procedentes de ambos países. En 2007 Brennan
presionó al gobierno costarricense de Oscar Arias para que policías de ese país
(ante la falta de Fuerzas Armadas) se entrenaran “discretamente” en la academia
del Comando Sur.
Durante el gobierno de Enrique Bolaños en Nicaragua, Brennan
también jugó un papel de abierta injerencia. En marzo de 2003, el diplomático
estadounidense le informó al Jefe del Estado Mayor del Ejército de Nicaragua,
General Julio César Avilés, que quedaba suspendida la ayuda militar anual a ese
país –estimada en 2.3 millones de dólares- hasta tanto no se destruyeran todos
los misiles y la capacidad de defensa militar que el gobierno sandinista montó
en casi una década de revolución.
La experiencia de Brennan, al igual que Brown, en lo que
USAID y la NED denominan “iniciativas democráticas”, se volcó también en
múltiples acciones subversivas contra Cuba: el 13 de enero de 2011, junto a
tres altos funcionarios del Departamento de Estado, el diplomático que está en
Bolivia aprovechó una visita a La Habana para tratar temas migratorios para
reunirse clandestinamente con un grupo de disidentes cubanos cuyas acciones de
subversión son organizadas y financiadas por el gobierno de EEUU, según se ha
encargado de probar frecuentemente el gobierno socialista.
El diplomático estadounidense, que era uno de los
responsables de garantizar estabilidad política para los militares de su país
en Pakistán y de promover el viaje de jóvenes de ese país a los EEUU para
abordar temas alrededor de “iniciativas democráticas”, fue bastante activo
desde su condición de “Jefe de la Oficina de Asuntos Cubanos” en Washington
pues impulsó una serie de acciones para lograr la libertad de Alan Gross, un
agente contratado por USAID para instalar una red ilegal de telecomunicaciones
en Cuba.
Con Brennan a cargo de la “oficina Cuba” las acciones
estadounidenses contra el gobierno socialista se incrementaron. No sería nada
raro que el hace poco descubierto programa “Zunzuneo” –un programa de “Twitter
cubano” para conectar a la disidencia-, haya tenido sus orígenes en la gestión
del que será encargado de Negocios de EEUU en Bolivia a partir de julio.
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