14 DE JUNIO DIA NACIONAL DEL
BARRENDERO.
Desde el 2003 el día 14 de junio
se conmemora “El día del Barrendero de la Ciudad”. La fecha fue elegida en
homenaje al barrendero municipal y sacerdote católico Kleber Mauricio Silva
Iribarnegaray, secuestrado por fuerzas militares mientras realizaba sus tareas
el barrio de Villa Devoto, el 14 de junio de 1977.
Kleber Mauricio Silva Iribarnegaray, secuestrado por
fuerzas militares el 14 de junio de 1977.
Desde entonces integra el
trágico listado de los detenidos desaparecidos por el Terrorismo de Estado
vigente en el país a partir de marzo de 1976. Según los fundamentos de la ley,
el interés en declarar el día del barrendero en coincidencia con la fecha de
detención-desaparición del sacerdote barrendero “tiene el sentido de compromiso
con la memoria, para que las nuevas generaciones retransmitan a las futuras la
verdad de lo ocurrido y sientan la obligación de supervisar el cumplimiento de
los Derechos Humanos”. “Con esta ley la Legislatura Porteña ha querido
homenajear a los barrenderos que cada día realizan una tarea abnegada que no es
siempre bien valorada. Reconocemos su esfuerzo cotidiano por mantener limpia a
la ciudad como un acto de solidaridad y compromiso con la comunidad”
La historia de Mauricio Silva, el hombre por el que se celebra hoy el
día del barrendero
Cada fecha conmemorativa tiene su
historia. También para el inoxidable oficio del barrendero, aquella ardua labor
de ponerle un límite a la suciedad pública. El vecino de la Ciudad de Buenos
Aires podrá encontrase con el motivo de la elección del día del barrendero en
el barrio de Villa General Mitre, entre las calles Terrero y Margariños
Cervantes. Una placa conmemorativa lo señala: "Aquí fue secuestrado
Mauricio Silva Iribarnegaray, uruguayo, sacerdote salesiano y barrendero, el 14
de junio de 1977 por el terrorismo de estado".
Mauricio Silva nació el 20 de
septiembre de 1925, en Montevideo, Uruguay. Nació entre los pobres y vivió para
los pobres. Su precaria situación material ya se anticipaba en su partida de
nacimiento, donde las autoridades exoneraron a los padres del niño del pago de
estampilla "por haber justificado pobreza". Aquel documento pone de
manifiesto que en realidad se llamaba Kléber, en homenaje de un general de la
Revolución Francesa que su padre militar admiraba.
El camino pastoral tuvo su
comienzo en 1948 en la provincia de Córdoba, cuando arrancó sus estudios para
sacerdote en una congregación salesiana. En 1951 fue ordenado como tal.
Silva luego desarrolló sus tareas
religiosas y sociales en el Puerto San Julián, en la Patagonia. Dormía junto a
los albañiles y se ocupaba de recoger los tachos que aquellos utilizaban como
baño. En ese período tejió amistad con el fallecido obispo de Neuquén Jaime de
Nevares, uno de los pocos prelados de la curia de entonces que estaban
comprometidos en la defensa de los derechos humanos. También trabajó en La
Rioja con el asesinado monseñor Enrique Angelelli.
En los años setenta, el sacerdote
decidió formar parte de la Fraternidad de los Hermanitos de los Pobres, una
hermandad inspirada en la vida del religioso francés Charles de Foucauld, que
se dedicaba por completo al servicio de los pobres en calidad de curas obreros.
Estaba influido por las ideas de Arturo Paoli, uno de los referentes de ese
grupo místico insipirado por el Concilio Vaticano II.
En 1974, comenzó su trabajo como
barrendero en la ex Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, en el Corralón
de las Villas. Por entonces forjó una suerte de pequeña comunidad junto a sus
compañeros de oficio en el conventillo de Malabia 1450, donde vivía. Sin
descuidar su labor pastoral, colaboró también con la actividad gremial y apoyó
una de las listas opositoras que competían en las elecciones sindicales contra
la derecha peronista, en un contexto en el que la Triple A operaba en las
sombres.
Cuando cayó el telón de la
dictadura, dos compañeros del sacerdote y que formaban parte del espacio
gremial en el corralón municipal desaparecieron por el mes de mayo de 1977.
Adolfo Pérez Esquivel y Paoli le advirtieron sobre el riesgo, pero el religioso
se confía. "Un cura armado de escoba y pala no es peligroso", les
responde.
"No fue un militante
político, fue un trabajador, un barrendero comprometido con su realidad.
Participó de una serie de planteos sindicales muy concretos que buscaban
mejorar la calidad del trabajo de los barrenderos. Valoraba mucho el rol social
del barrendero y la relación que mantenía con los vecinos", contó Alicia
Vázquez, ex secretaria de Cultos porteña y biógrafa de Silva.
La muerte lo encontró en pleno
trabajo el 14 de junio de 1977. Según testigos, tres hombres se bajaron de un
automóvil Ford Falcon blanco y lo hicieron ingresar al vehículo. Todo ocurrió
sin violencia. Eran las ocho y media de la mañana, y se cree que fue trasladado
primero a la Comisaría 41° de la Capital, y más tarde, torturado en el Hospital
Borda, según reconstruye el libro "Gritar el evangelio con la vida"
publicado por Vázquez. Algunos sobrevivientes lo vieron en los centros
clandestinos de detención de Campo de Mayo y el Club Atlético.
Silva forma parte de la
voluminosa lista de 80 religiosos católicos desaparecidos y asesinados por el
terrorismo de Estado, según lo registrado por la CONADEP. Cuando ocurrió el
crimen, se desconocen las gestiones que hizo la Iglesia Católica para dar con
el paradero del sacerdote (quien impulsó las averiguaciones fue su amigo De
Nevares). Las primeras denuncias formales arrancaron en 1978 a partir de su
fallecido hermano, el religioso Jesús Silva, y su compañero Patricio Rice, que
presentaron los reclamos a nivel internacional.
Recién en 2007 la congregación
católica de los Hermanitos del Evangelio, a través de su superior para América
latina, el sacerdote español José Luis Muñoz Quiroz, se presentó ante la
Justicia argentina como parte querellante solicitando se investigue la
desaparición. Se trató de la primera causa en la que una entidad de la Iglesia
Católica litigó por delitos de lesa humanidad. Años después le llegaría esa
reparación simbólica a Angelelli.
"Era un cura que buscaba un
lugar donde vivir el evangelio. Ese lugar donde lo encontró fue en la
espiritualidad y en su trabajo de barrendero. Su labor pastoral de
acompañamiento, de compromiso con los pobres, y su vivir como un barrendero,
eran considerados peligrosos. Que haya muerto en profesión de su fe, por su
coherencia y amor por el otro, lo convierten en mártir. Los católicos esperamos
que ese martirio sea reconocido", reflexionó Vázquez.
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