Los disturbios se extienden a otras ciudades suecas
pero con menor intensidad
25/05/2013 La oleada de
disturbios que se ha extendido esta semana por la periferia de Estocolmo ha generado
un intenso debate en Suecia sobre la creciente desigualdad social y económica y
la marginación de los suburbios en un país considerado uno de los paradigmas
del Estado de bienestar.
Coches, restaurantes, escuelas,
comisarías y mobiliario urbano han sido incendiados en una veintena de barrios
a las afueras de la capital, con una magnitud que recuerda a los altercados de
hace cuatro años en Malmö, en el sur de Suecia.
Aunque, según la policía, la
intensidad de los incidentes se ha reducido de forma progresiva, se han ido
expandiendo, y esta madrugada afectaron a Örebro y Linköping, fuera del área
metropolitana de la capital, donde viven más de dos millones de personas.
La Policía de Estocolmo, que
ha recibido refuerzos del resto del país, ha detenido a más de veinte personas
esta semana, la mayoría jóvenes, aunque solo una ha pasado de momento a prisión
preventiva.
Las autoridades suecas descartan
que sean grupos organizados y creo que se trata de pandillas que surgen de
forma espontánea y se inspiran unas a otras en los distintos suburbios que
tienen en común una alta concentración de población inmigrante y problemas
sociales.
Ese es el caso de Husby, un
barrio de 12.000 habitantes al oeste de Estocolmo donde comenzaron los primeros
disturbios la noche del domingo, días después de que un inmigrante con
problemas psíquicos murió por disparos de la policía en su apartamento, en un
incidente que ha motivado la apertura de una investigación interna.
Aun reconociendo la marginalidad
de los suburbios, el Gobierno ha encarado la cuestión como un problema de orden
público.
"Me irritan mucho quienes
intentan convertir a los lanzapiedras en portavoces de Husby u otros
suburbios", ha dicho el ministro de Integración, Erik Ulenhag, que ha
defendido una mayor presencia policial en la periferia de Estocolmo.
La oposición ha pedido
responsabilidades políticas al Gobierno, aludiendo a los recortes sociales de
los últimos siete años, acusaciones negadas por el primer ministro, el
conservador Fredrik Reinfeldt, quien tardó casi dos días en pronunciarse.
Reinfeldt ha rechazado que exista
una Suecia segregada, tachando de oportunista a la oposición y trazando una
línea clara entre los "hooligans" y "nuestros héroes", los
vecinos que se han manifestado estos días en varios barrios a favor de la calma.
Lo que Reinfeldt ha obviado es
que buena parte de esos vecinos también han protestado por la marginalidad que
sufren, reflejada en que en algunos de los suburbios la proporción de jóvenes
de entre 20 y 25 años que ni estudian ni trabajan llega hasta el 40 %.
Un informe publicado
recientemente por la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE)
muestra que Suecia es el país de la zona donde la pobreza relativa aumentó más
entre 1995 y 2010.
La política liberal del Gobierno
de Reinfeldt de recorte del gasto público y las prestaciones sociales,
acompañada de una rebaja de impuestos, sobre todo a las empresas, ha ofrecido
buenas cifras macroeconómicas, pero ha hecho crecer el paro -ahora en el 8,7 %,
una cifra alta para Suecia- y la desigualdad.
Mientras mejor el bienestar en la
parte alta de la sociedad, se estanca en los suburbios, estableciendo
diferencias "crecientes" y "chocantes" en las grandes
urbes, como destacó estos días en una crónica en el diario conservador
"Svenska Dagbladet" Ove Sernhede, del Centro de Estudios Urbanos de la Universidad de
Gotemburgo.
Save the Children, que trabaja en
la periferia de Estocolmo, ha vinculado la revuelta con la "frustración
creciente" por el paro y la pobreza, consecuencia de "una política de
empleo deficiente y la escasez de recursos para las escuelas y los servicios
sociales", en palabras de su máxima representante en Suecia, Elisabeth
Dahlin.
Y el presidente de la Confederación de
Empresarios Suecos, Jens Spendrup, ha admitido que el paro "es casi la única
explicación".
Organizaciones que trabajan en la
zona como Megafon han criticado a medios y políticos por "demonizar"
a los jóvenes y por ocultar la marginación y la falta de esperanza que padecen,
a la vez que han denunciado brutalidad policial e insultos racistas de los
agentes.
"Se remonta a mucho tiempo
atrás. Se trata de pequeños conflictos con la policía. Allá donde vas te
registran. Te sientes como una persona perseguida", confesaba al
informativo de anoche de la televisión pública "SVT" Hussein Alasadi,
un joven de Tensta.
Su testimonio coincide con el de
otros jóvenes anónimos que han aparecido en los medios suecos, hartos de
"humillaciones" y que defienden la quema de coches como una forma de
hacer oír su voz.
Agencia EFE
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