(Foto: AFP) |
El secretario de Defensa rechazó la aplicación de una ley de
1807 para sacar al ejército a las calles. El malestar contra el presidente
viene de hace tiempo, y dos generales que comandaron las tropas entre 2007 y
2015 encabezan movidas internas contra el liderazgo del presidente.
Por Alberto López Girondo
3 de Junio de 2020
Donald Trump armó un
acting represivo en Washington para incentivar a los gobernadores sobre la
mejor forma de reprimir la rebelión popular por el asesinato de George Floyd.
Luego, amenazó con sacar el Ejército apelando a la ley de Insurrección de 1807
si los mandatarios estaduales mostraban blandura. Pero como viene ocurriendo
desde hace algún tiempo, el Pentágono ya no obedece dócilmente a las directivas
presidenciales. Lo notable esta vez es que lo tuvo que confirmar el propio
Secretario de Defensa, Mark Esper. "La opción de las fuerzas de servicio
activo en una función de aplicación de la ley solo debe usarse como un último
recurso, y solo en las situaciones más urgentes y graves -advirtió Esper - no
estamos en una de esas situaciones ahora. No apoyo invocar la Ley de
Insurrección ".
Luego de que fueran creciendo las manifestaciones en todo el
país tras difundirse las imágenes del homicidio de Floyd, asfixiado con la
rodilla por un agente policial en Minneapolis, Trump mostró su vena más
agresiva. Y desafió a los ciudadanos, indignados por la seguidilla de crímenes
policiales contra ciudadanos de la comunidad negra. Era la chispa que faltaba
para que se incendiara, literalmente, gran parte de Estados Unidos de un modo
que no se veía desde la década del 60.
La política sanitaria de Trump, que generó más de 100.000
muertos, sumado a las amenazas contra China, Venezuela y la OMS, crearon un
clima irrespirable para las capas de la sociedad más civilizadas.
Para colmo, es bastante evidente que las tropas
estadounidenses no están para nada de acuerdo con el liderazgo del presidente,
que es visto por lo menos como temeraria y sin una estrategia de fondo.
Hubo varios hechos que levantaron las alarmas entre los
militares. Uno de ellos fue el contagio masivo de marines en el portaaviones
Roosevelt y la complicada respuesta de la Casa Blanca cuando necesita desviar
la atención de algún tema acuciante, que es desatar algún conflicto bélico, un
arma que Trump usó muy poco en relación con sus antecesores, pero que inscripto
en la crisis por el coronavirus, representa un cóctel intolerable para los
uniformados.
Cuando amenazó con tomar represalias ante la llegada de petroleros
iraníes que desafiaron el bloqueo sobre Venezuela, también resultó desairado
por sus subordinados. A esa altura, ya
había más de 5.000 militares contagiados y las camas de terapia intensiva de
los hospitales militares estaban atestadas.
Los últimos reportes oficiales indican que en un mes se
duplicaron los casos de Covid-19 entre civiles y militares que trabajan para
alguna dependencia del Pentágono y los muertos ya son más de 1.500. En ese
contexto, la última bravuconada no hizo sino visibilizar ese malestar hasta ese
momento en bambalinas.
Es así que este martes pateó el hormiguero el ex titular del
Estado Mayor Conjunto, Mike Mullen, el comandante de las tropas entre 2007 y
2011, literalmente el segundo al mando de las tropas estadounidenses, detrás
del presidente de la Nación, durante el último tramo de la segunda presidencia
de George W. Bush y la mitad del primer mandato de Barack Obama.
En un artículo publicado por el sitio web The Atlantic,
Mullen – que entre sus “logros” ostenta el de haber supervisado el asesinato de
Osama bin Laden en Pakistán – se descargó con un ácido ataque al inquilino de
la Casa Blanca.
“He sido reticente a hablar sobre temas relacionados con el
liderazgo del presidente Trump, pero estamos en un punto de inflexión, y los
eventos de las últimas semanas han hecho que sea imposible permanecer en
silencio”, dice de entrada, como para romper el hielo.
"Cualquiera que sea el objetivo de Trump al realizar su
visita (a la iglesia de Saint John, en una provocación a los manifestantes),
dejó al descubierto su desdén por los derechos de protesta pacífica en este
país, ayudó a los líderes de otros países que se sienten cómodos con nuestra
lucha interna y se arriesgó a politizar aún más hombres y mujeres de nuestras
fuerzas armadas".
"Estados Unidos tiene una larga y, para ser justos, a
veces problemática historia de usar las fuerzas armadas para hacer cumplir las
leyes nacionales", agregó Mullen en esa columna en The Atlantic que tituló
“No puedo permanecer en silencio” El problema para nosotros hoy no es si esta
autoridad existe, sino si se administrará sabiamente", concluyó.
Mullen, destaca Military Times, una publicación para las tropas
estadounidenses desplegadas en todo el mundo,
no hizo sino sumarse a otro General de alto rango, Martin Dempsey, su
sucesor en el cargo, hasta la llegada de Trump al poder, quien el lunes había
publicado un tuit revelador del estado de rebelión que también anida en las
Fuerzas Armadas de EEUU.
“Los militares estadounidenses, nuestros hijos e hijas, se
pondrán en riesgo para proteger a sus conciudadanos. Su trabajo es
inimaginablemente duro en el extranjero; más duro en casa. Respétalos, porque
ellos te respetan. Estados Unidos no es un campo de batalla. Nuestros
conciudadanos no son el enemigo”
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