Por Mauricio Centurión -
Dic 28, 2018
No me asusta que una mujer
salga a decir que fue mi víctima.
Me asusta que una mujer
pueda haber sidomi víctima.
Fragmento
de La primera piedra, de Gonzalo Geller.
Con mi hermano más grande solíamos jugar a la pelota adentro
de casa en la siesta, casi siempre ese juego terminaba con un plato, un vaso y
hasta una puerta de vidrio rota. La mayoría de veces nos la ingeniábamos para
que nadie se dé cuenta, para que mi papá no lo hiciera. Había un punto a favor,
contábamos con la complicidad de nuestra mamá. Recuerdo que un día decidí
dormir la siesta y no quedarme jugando. Luego de que mi padre me despertó, fui
con él al comedor y entré justo en el momento en que mi hermano volteaba de un
pelotazo un vaso. El vaso estalló en el suelo y lo primero que hice fue mirar a
mi papá y, en complicidad con sus gestos, acusé con una mirada mezcla de
decepción y vergüenza a mi hermano.
Esta posición me remite a los varones que buscando
“acompañar” la lucha feminista ante un escrache, se ubican en el lugar de
“¿cómo pudiste haberlo hecho?” sin problematizar las veces que fuimos parte,
cómplices o protagonistas de hechos en mayor o menor medida machistas.
Así empezaba este texto cuando lo comencé hace cuatro meses,
hoy ya es viejo, y eso es lo bueno de los tiempos revolucionarios, son
inatrapables y difíciles de analizar.
La violación del macho Eguillor y la violación del macho
Darthés, sus repercusiones mediáticas y, referido a la segunda, el cómo se dio
a conocer por el colectivo de mujeres actrices, marcó un salto cualitativo. Es
un hito del largo proceso de cuidado sororo mediante el cual las mujeres no
solo se habilitan, acompañan y abrazan sino que se organizan para llevar
adelante las denuncias públicas de miles y miles de abusos a través del método
del escrache (en el cual encontraron una manera de que las injusticias vividas
en sus cuerpas e identidades tenga al menos un gramo de justicia).
El verbo escrachar (rajar, rayar, romper, destruir) viene
del inglés scratch (marcar, rasguñar, romper). Esta palabra parece ser una
confluencia del inglés arcaico scratten (rayar) y crachen (romper).
Junto a esta inusitada fuerza del escrache, estos varones
que hace un tiempo andábamos señalando con el dedo, silenciosamente, a quienes
eran acusados, nos encontramos hoy buscándonos en las listas de acosadores,
abusadores y violadores en las redes sociales. Suspirando
cada vez que no aparece nuestro nombre, implícitamente nos
vamos dando cuenta de que sí, que todos podemos ser escrachados. El miedo
cambió de bando. ¿Y ahora?
Asumir que estamos cagados es un paso, pero ¿nos vamos a
quedar rezando a San Falo que nos proteja de ser escrachados? ¿Tratando de
zafar sigilosamente con recortes de citas de Rita Segato? ¿O aprovechamos y
vamos en serio a darle al patriarcado, a nosotros mismos y a nuestra historia?
Todos podemos ser escrachados. No estar en las listas es una
cuestión de suerte o de tiempo. Fuimos criados para ser abusadores y violentos
y para disciplinar las femeneidades que conviven con nosotros en este modelo de
sociedad. Lo que nos salva de aparecer en la lista es la distancia mínima que
hay entre un abuso y un micromachismo, es algo alterado en el orden, es una
educación que haya ido por fuera de lo establecido, algún vínculo diferente o
el privilegio de “haber construido” conciencia crítica o de contar con
herramientas para no naturalizar, a veces ni siquiera todo eso.
En las charlas entre varones el miedo aparece como ¿qué pasa
si te escrachan y justo vos, bendito, sos una excepción y la acusación es
infundada, te destruye tu carrera, tu imagen social, te aniquila emocionalmente?
Aun así contamos con el privilegio de que eso es lo máximo que nos puede pasar:
una condena social. Aun así nuestra vida y nuestro cuerpo no corren el riesgo
de ser abusados, violados o asesinados, así está de desigual la cosa, ser
escrachado es hasta un privilegio, con respecto a lo que les sucede a las
mujeres.
Escribir esta nota también es un privilegio en un mundo
donde los hombres tomamos o tomábamos la palabra sin pudor, ni miedo a
equivocarnos y a las mujeres se les exige o exigía mantener el silencio incluso
cuando eran violentadas, incluso hoy que ya no se callan, este mundo se encarga
de poner en duda su palabra y de rebuscadamente cambiarles el lugar de víctima
por el de victimaria dudosa, cuestionando si sera verdad lo que acusan. Así son
las defensas de este sistema inmunopatriarcal.
Causa y consecuencia
¿Qué es el patriarcado? ¿Cuándo llegó? ¿Hay alguna
posibilidad de que yo no sea machista o no reproduzca la cultura patriarcal?
¿Qué hago? ¿De qué se trata la cultura de la violación que tanto hablan las
pibas?
Más de cinco mil años tiene de vida esta organización social
llamada Patriarcado, más de 170 generaciones organizaron, reprodujeron y
transformaron su vida bajo este sistema político, económico, vincular que viene
configurando la forma de nacer, de criarnos, de educarnos, de trabajar, de
convivir, de desear, de tener relaciones sexuales, de amar, de gozar. Nada hay
en nosotros (y nosotras) que se haya configurado por fuera.
Pero, ¿esto hace que lo legitimemos o naturalicemos? No, nos
da información de las causas y nos ayuda a pensar que la violencia de género no
es una problemática de clase cómo a veces se cree, se interrelacionan y son
hermanos cómplices. La lucha contra el capitalismo es solo una arista en la
lucha contra el patriarcado
En el libro Mujer, vida y libertad del movimiento de mujeres
de Kurdistán se analizan las sociedades anteriores al patriarcado, sociedades
matrifocalizadas o construidas alrededor de las mujeres, y entre tantos datos
recogen la inexistencia de la propiedad privada, las expresiones culturales en
comunidad y la no existencia de la violencia. La última se instaura cuando el
hombre, que tenía el papel de cazador, toma el poder junto al chamán y al
sabio, (triada que es modelo de lo que después se llamaría Estado).
Lo que busco dejar en claro es que todos los poderes están
de nuestro lado sosteniendo este patriarcado: que nacemos de manera patriarcal
en una institución que no respeta el cuerpo de nuestras madres (con un médico
que ordena y muchas veces maltrata la cuerpa de la mujer que nos albergaba).
Vamos a otra institución donde se nos educa y cuenta una historia del mundo
androcéntrica, construida y contada por machos, nuestras referencias de
relaciones las encontramos en una televisión que muestra la mujer como objeto y
hasta hace no mucho, a un Francella abusando de una adolescente nombrada por él
“la nena”. Aprendemos a coger con la pornografia falocentrista y violenta
centrada en el puro “placer” de un tipo que trata a la mujer como un recipiente
donde meter su pito.
Nacemos de
todo esto y algunas cosas más, todos podemos ser escrachados.
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